Capítulo 14

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       "De aquel punto en blanco"

Ana despertó en un cuarto blanco mareada, veía imágenes borrosas de hombres con batas blancas que desesperados revisaban las vendas de sus brazos, el suero al que estaba conectada y revisaban el ventilador médico mientras ella miraba a todos confundida pero su miraba se centraba en la pared blanca de la habitación, se perdía entre aquellas manchas deprimentes de un lugar tan limpio.

—¿Recuerdas algo?— preguntó la enfermera, Ana negó girando la cabeza de izquierda a derecha sin dejar de mirar la pared.
—¿Sabes tú nombre?— volvió a preguntar, Ana volvió a negar.
—Volveré más tarde, en lo que vuelvo intenta recordar algo, ¿Si?— dijo dulce, Ana no respondió.

Se quedó en la misma posición por horas, no tenía alguna expresión, parecía un maniquí en una vieja tienda quebrada y de historia de terror. Estaba pálida, delgada y con los cabellos más largos y maltratados, los labios resecos y piel rasposa, tan demacrada que causaba miedo.

—Soy Ana— por fin hablo después de tanto tiempo, la enfermera sonrió.
—Bien, ¿Alguna otra cosa?— negó con la cabeza, la enfermera rendida soltó un suspiro antes de salir de la habitación.

Ana se recostó en la cama mientras miraba por la pequeña ventana la luz de la luna, las estrellas de la ciudad adornando el oscuro cielo. Una sensación de intranquilidad la rodeaba, la desesperaba a tal punto de bloquearse a si misma, cerró los ojos viendo una pequeña sonrisa burlona que desapareció después de abrir los ojos en un reflejo —¿Quién es Ana?— se cuestionó a si misma.

A la mañana siguiente la enfermera de tez morena entró a la habitación llevando a Ana un poco de fruta y jugo regalándole una sonrisa.
Ana comía lento, como si apenas recordase como comer.

—¿Has recordado algo?
La azabache la observaba paciente, negó con la cabeza.

—¿Cuál es tu nombre?
—Evau. Contesto con confianza y una amplia sonrisa.

—Nací un quince de febrero, solía ser mesera y recuerdo eso de Ana...
Soltó un suspiro al aire desanimada.

—Supongo que así es siempre, la sensación de extrañeza pero desde el momento en el que no haces preguntas debo darme por bien servida y darte de alta Ana, fue un gusto, a partir de mañana puedes volver a casa.

—¿Tengo un hogar?
—No lo sé, tú registro está limpio...
—¿Cuánto tiempo ha pasado?
Evau bajó la mirada
—Cuatro años.
Sonrió un poco nostálgica mientras miraba a Evau, en sus ojos se asomó un foráneo brillo.
—Esta bien. Lo sabía.

Evau salió observando con rareza la forma de sus labios, una curva que de un lado poseía tristeza y de otro denotaba felicidad pero juntas daban una sensación de lejanía, sus orbes desorbitados buscando algo inexistente en la pared.

—Y estos son todos tus registros, no hubo visitas, encontré algunas direcciones antiguas, suerte.

Miró dentro del sobre:
"Calle cerisier, edificio departamental n° 284, departamento n°2,  c.p.75225"
Leyó con atención.

—Identificación...— Susurró al leer la credencial ya vencida que sostenía en sus manos con ingenuidad — Ana Pófefkti. Miraba la credencial con atención observando en ella una cálida tarde reflejando un sonrisa sincera.
—diecinueve años. Repetía en su mente cada detalle buscando aquello que era oblicuo dentro de cada cosa.

—¿Ana?
La voz amable de Evau la trajo de nuevo a la realidad. Ana asintió.
—Antes de que te fueras quería entregarte esto— extendió un papel hacía Ana —solo por si tienes algún problema— se despidió regalándole una sonrisa preocupada.
En el papel estaba escrito una dirección —Gracias Ev— susurró para si misma.

Metió la dirección dentro del sobre encontrando un poco de dinero.
De camino a la vieja dirección muchos posibles escenarios recorrieron su mente, en algunos una persona misteriosa le abría la puerta, en otros se encontraba con amigos y en el mejor de los casos no había nada en aquel lugar, pensaba que tal vez podía ocultarse algo críptico que está lejos de ella y a su vez tan cerca.

Inhaló hondo y entró al edificio departamental, la recibió un hombre viejo ya cansado que le hacía de portero y recepcionista del edificio.

—Disculpe, busco a alguien que vive en esta dirección— el anciano observó la dirección —Lo siento señorita hace un par de años que nadie vive en ese departamento— se opaco un poco pero estaba alegre
—¿Puedo ver el departamento?
—¿Deseas rentarlo?
Ana observó el poco dinero que traía
—s-si— titubeó —¿E-es suficiente?— le mostró el dinero y se lo entrego al anciano —suficiente para un mes si—
Subieron a un elevador hasta un segundo piso del cual bajaron quedando justo frente a un pequeño pasillo, caminaron un poco y el anciano abrió la puerta.
—¿Quién vivía aquí? Necesito saberlo
—Eso está en los registros, lo investigaré pero no te prometo nada.
Cuando el anciano estaba por marcharse Ana lo detuvo —disculpe... Miró a Ana un tanto confundido
—¿Cuál es su nombre?— el anciano soltó una débil carcajada —Noel, ¿Y el suyo señorita?— Ana sonrió tímida
—A-Ana, mi nombre es Ana— el anciano salió y subió al elevador, Ana se asomó por el pequeño pasillo y gritó —¡B-buenas noches Don Noel!

Se sentó sobre la cama, perfectamente limpia y desde ahí observó la cocina pensando en lo que le deparaba el futuro, le hacían falta demasiadas cosas. Pasó su mano izquierda por sus cabellos débiles soltó un suspiro tirándose de la cama de golpe —al menos tengo un techo por un mes, un mes es suficiente— observó el balcón donde podía observar la luz resplandeciente de la luna de febrero —¿Verdad luna?— cerró los ojos hasta quedarse dormida.

—Ana, ¿Estás bien?¿Te sientes mal?¿Tienes hambre?
Una voz áspera pero cálida repetía la misma frase dentro del sueño de Ana. Se despertó de golpe.
Ya era temprano y el sol como un intruso inundaba cada rincón del departamento, pasó su mano por su rostro y tallo sus ojos.

Aún con la misma ropa salió con algunos  documentos a la calle. Le estaba siendo muy difícil conseguir trabajo y cada vez que la rechazaban sus ánimos descendían cada vez más.

Se detuvo a observar el letrero para empleada como mesera en un café local, tenía muy buena pinta. Entró al local con una sonrisa procurando no denotar nerviosismo —¡Bienvenida!  Saludo una chica de baja estatura con una sonrisa y de cabello rizado y corto —oh, gracias. Yo vengo por el empleo— la chica se estremeció
—ugg... Eres la novena del día de hoy
Puso un rostro triste —¿La novena?— se asustó un poco —¿Eh? ¿Dije eso en voz alta?— se ruborizó al instante.
—N-no te preocupes quizá sea la última... O quizás no— susurró lo último, su confianza había desaparecido pero aún tenía esperanza.
—Eso espero, es al fondo del pasillo giras a la izquierda y la segunda puerta a tu derecha— al llegar tocó la puerta —Adelante— una voz grave le permitió el paso, al abrir la puerta y ver quién estaba dentro Ana se puso más pálida de lo que estaba.

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—Ágape, esto es mi culpa— Eros jugaba con las piedras del suelo, golpeado y decaído —no hables Eros
Sonrió con lágrimas Ágape, quién ahora portaba un vestido blanco manchado de sangre.

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N/A: ¡Actualización temprano! Yo creo que es la primera vez que actualizo temprano y no a las doce de la noche xd.
Bueno... ¿Les gustó el capítulo? ¿Creen que doy demasiada descripción o muy poca? Bueno me encantaría saber su opinión.
Solamente aviso que a partir de aquí va a haber algunos puntos confusos, tal vez demasiados. 😅

Cupido no se debe enamorar [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora