Capítulo 10

29 9 0
                                    

       " Se necesita valor"

Después de alejarme lo más que pude del departamento intento en vano controlar mi respiración mirando al suelo en busca de algo invisible, ¿Qué fue eso? Rondaba por mi cabeza el mismo recuerdo, me molestaba pero a su vez me dolía.
Una mano se posa en mi hombro izquierdo, volteo y la observo en una especie de shock, me mira sonriente y entonces noto lo delicada que se ve su piel, siento que si la toco podría romperse pero cuando estaba con Gabriel parecía más fuerte, de un cristal resistente a las balas —tu debes ser Ana, ¿cierto?— su mirada era tan tranquilizante que logre regular mi respiración, asentí, un brillo sorpresivo similar a encontrar algun tesoro se apodera de sus ojos —¡lo sabía!— exclama contenta, da media vuelta para luego desaparecer entre las sombras, me di valor para regresar a casa.
Cuando entré no me moleste en sonreír, reconocí que si nada estaba bien no valía la pena sonreír, él no se percató de que entré, apreté los dientes y me recoste a un lado del balcón observando la cama donde Gabriel descansaba ¿aquella era la otra señal de que mi plazo expiraba? Tragé saliva sintiendo un sabor amargo en ella y una profunda reacción alterna derivada de la felicidad, a punto de que mis ojos se cerraran ví una figura frente a mi, me preguntaba si tenía algún significado.

Narra Gabriel :

Salí muy temprano de casa rumbo a la biblioteca, ella lucía aún dormida tan triste, su agonía salia de su cuerpo, me daba la sensación de que yo era el culpable, tenía que saber que sucedía y si para eso debía de lastimarme un poco no me importaría.

—¿Tan tarde empiezas a buscar pistas?— me miro con indiferencia, me mantuve callado.
—Gabriel ya es tarde— su voz era gruesa y cortante
—¿porque ahora?— no podía contestar —¡¿porque?!— alguna especie de arma puntiaguda me lastimó, sus ojos me veían con rencor, salí corriendo de la biblioteca.

El miedo comenzaba a comerse parte de mi voluntad, me atraía cada vez más a su interior destruyendo mi conciencia.

De camino al trabajo la observé en un parque charlando con el enemigo, un tornillo de sensatez cayó al suelo y una voz alegre me empuja hacia ellos, los cuatro intercambiamos miradas, Ana evadió la mía, Abel se abalanzó sobre Ana, ella mantenía su rostro apagado, sin energía, no pude entender el significado de las señas que hizo y se fue. Él me miró y también se fue, los ví ambos perderse en direcciones opuestas en las anaranjadas calles de París, Abel se sintió excluida y continuó su camino dejándome completamente solo.

—¿Estás bien amigo?— Soremi me veía preocupado, asentí, soltó un suspiró quejoso —¿cómo se llama?— sonreía inseguro e inesperadamente contesté —Ana— dirigió sus orbes café oscuro hacia mi, él era tan ordinario —ve a casa idiota, yo cubro tu turno hoy— me dio un golpe leve en la espalda —no— torció la boca mirando al suelo descolorido del local —te conozco lo suficiente para saber que la sonrisa de ahora no es más que tristeza pura, la expresión de un hombre dolido que se cae a pedazos por una mujer— me sorprendió, me dio la energía para correr a casa y ver a mi querida Ana, yo tenía tanto que preguntar y saber de ella, quería que supiera cuanto la amaba y así por primera vez no tuve miedo —¿cómo te puedo agradecer?— me mostró una sonrisa pícara —presentame con tu querida Abel— solté una carcajada —Amigo ella es... Olvídalo— lo dejé confundido, salí del bar corriendo a toda velocidad por esas oscuras calles, entré al edificio con una emoción y una sensación de hormigueo en mi piel pero al abrir la puerta el departamento se encontraba vacío, toda sensación se desvaneció en el mismo lugar en el que creció. Cerré la puerta con lentitud y caminé de la misma manera hasta llegar a la orilla de la cama sin siquiera quitarme el abrigo, Suspiré rendido mirando en la pared de la cocina el reloj, a oscuras y con algunos estruendos provenientes del cielo miré el movimiento de las manecillas del reloj conteniendo cada sentimiento que tanto quería desbordar.

Esa noche a pesar de ser diciembre el cielo resonó  y resonó molesto con cada estruendo arrullandome com su hostilidad, durmiendo un poco cuando alrededor de las diez de la noche la ví entrar tan triste, tan lejana dándome cuenta del par de extraños que compartían un mismo techo cubierto de estrellas muertas.

N/A: ¿No les avisé que me encanta el drama? :v

Cupido no se debe enamorar [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora