Capítulo 27

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"Otra historia entre la nuestra"

Yacía en el suelo con una fotografía entre mis manos a oscuras en mi departamento, únicamente dejando entrar la luz foránea que se colaba por la puerta principal entreabierta. Lentamente se comenzó a abrir, unos ojos curiosos se adentraron y después unos pasos temblorosos, seguido escuché una voz suave que entrometida preguntó— ¿Ana? —no contesté antes su voz suave me pareció tan impredecible— ¿Estás bien? —caminaba con cuidado hasta que prendió la luz del departamento, lastimando un poco mis ojos; observó el desastre que milagrosamente esquivó en la oscuridad y luego a mi en el suelo. Con la voz un poco ronca le contesté— si —. El miedo, aquel que no se hacía presente con temblores, con silencios, con dudas ni tampoco con tartamudeos mentía en cada pregunta, se escabullía entre ellas cegando el camino de quien las escuchara. Se hincó cuidando de no arrugar su falda turquesa, me miraba culpable, reconocí inmediatamente aquella mirada que sencillamente me pareció igual a la de Gabriel, esa mirada que tan lastimera decía "yo también he mentido". Le regalé una sonrisa arrugando a su vez la foto que tenía en mis manos.
— Disculpa si entré sin permiso —dijo frente a mi, comencé a recoger el destrozo que había hecho, con cuidado metí cada papel a una caja oxidada, excepto la foto, la cerré y la coloqué en la mesa de la cocina— no te preocupes, estaba haciendo limpieza y supongo que olvidé cerrar la puerta —nunca he sido buena para mentir y afortunadamente Abel llegaba a ser muy estúpida a veces, le ofrecí una mano para levantarse del suelo observando la coqueta blusa blanca que llevaba.
— gracias Ana, es muy amable de tu parte —al tocar sus manos sentí el sudor en ellas, los nervios que hábilmente ocultó, por fin pude saber lo que ella pensaba y así ya no hacían falta palabras.
— disculpame Abel, será mejor que lo recuerde por mi cuenta —desvié la mirada en cuanto ella avergonzada contestó— ¡No! No es eso... solo necesito un consejo —juntó sus manos regalándome una sonrisa nerviosa— aunque, si te tengo que contar un par de cosas —vaciló entre dientes.

— Mira Abel que —inhalé y exhalé dejándola hablar— vamos, dilo —tomó asiento y agachó la cabeza mientras comenzaba a relatar.

— es que... Yo besé a Gabriel, ¡Fue un accidente, lo juro! —gritó mostrándome su rostro sonrojado, abrí los ojos fingiendo sorpresa cuando internamente quería hacer tantas preguntas— no me dí cuenta de que alguien más estaba ahí y... —se detuvo observándome, me sentí descubierta ¿Me había visto?— Soremi lo malinterpretó... —ocultó su rostro entre sus manos haciendo que soltara un suspiro de alivio, noté que cuando bajó sus manos apretaba las puntas de su falda con fuerza— él sigue enamorado de mi... —aun con la mirada clavada en el suelo, su rostro rojo y serio se apoderaba de ella. A mí me causaba gracia, ella era el perfecto recuerdo de cuando flechaba corazones; de pronto la ví inhalar profundo y seguido de eso gritó de golpe— ¡Pero soy un hombre! —estaba de pie cuando dijo eso, sentí mis piernas flaquear en ese momento, había sido tan repentino que por un momento creí desmayarme, él... ¿Ella?, abría y cerraba los ojos con sorpresa, supongo que abrí la boca tanto que cualquier bicho pudo haberse metido en mi boca— tú... —levantó el rostro asintiendo, había olvidado por completo que estuve a punto de derrumbarme— pero te ves más femenina que yo, incluso... —me callé pensando mejor las cosas insatisfecha por no poner preguntar más— no importa, ¿Cuál es el problema? —dejé caer mi peso junto a ¿Él?, creía que lo estaba comprendiendo o al menos eso me hizo pensar cuando volvió a soltar de golpe su problemática— Soremi se quiere casar conmigo —definitivamente después de eso quedé en blanco— é-él sabe... —asintió repetidas veces con el rostro de sandía, oye, esa era una sandía madura, ¡Que tomate, ni que tomate! ¡Sandía!, reí un poco incrédula por mis pensamientos y no solo por eso, ahora me daba cuenta de que todo este tiempo, el amor que le tengo a Gabriel ha hecho todo esto, ahora me daba cuenta de que estaba tan ocupada viéndome a mi misma que no le presté atención a esta historia que estaba entre la nuestra, de pronto las escenas de las largas noches en las que me hundía en mi cama sintiendo pena por mi misma, las veces en las que reía fuertemente simulando ser feliz por aquella sociedad, las veces en las que sin darme cuenta las personas que me rodeaban hacían lo mismo que yo, no porque fuesen super humanos si no más bien por el hecho de que eran humanos, aquellas historias que ignoré todo este tiempo y que estaban entrelazadas a nosotros. Digo ¡Padre! ¿Cómo pude haber sido tan difícil de aprender todo esto? ¿Porqué nosotros los humanos somos tan extraños? Sonreí ante estos últimos pensamientos, yo reconociendo mi humanidad.
— Entonces, ¿Cuál es el problema? —dije comprensiva mientras Abel soltaba su falda y me miraba de forma culpable.
— No puedo Ana, ¡No puedo! Porque él está comprometido —comenzó a llorar desconsolada olvidando que yo estaba ahí, o tal vez no tanto porque se abrazó a mi, sentí sus frías lágrimas transpasar mi camisa y el fuerte agarre que hacía sobre la misma.— ¿Q-quién es su prometida? —pregunté insegura, negaba, levantó su rostro hinchado y con la voz rota contestó— e-es... Nina —me abrazó de nuevo pero esta vez con delicadeza pretendiendo superar lo que sentía, al escuchar eso me percaté de lo familiar que me sonaba esa historia, si tan solo yo hubiera... Sabía lo que debía decirle— entonces entra a la boda —me dejó ver su rostro confundido, intentó respirar con la nariz congestionada por el llanto— y cuando llegue aquella parte grita con todas tus fuerzas "¡Yo me opongo!" —dramaticé sonriente— después robate al novio y se feliz —dije con extraña euforia y en un susurro completé— me gustaría que hicieran eso por mi —sonreí con debilidad acariciando sus cabellos negros, me sonrió de igual manera entretanto secaba sus lágrimas— ¿Crees que él la acepte? —había inseguridad en su pregunta, la sostenía con debilidad, sin más le contesté tal como Julio me decía siempre— pero tú lo amas —un extraño brillo idéntico al de Harry o al de Julio, ese brillo de esperanza apareció en sus ojos, abrazó mi cintura felizmente, casi pude ver las vendas alrededor de las heridas de su corazón, se levantó y con energía se despidió, estaba por irse cuando antes de cerrar la puerta dijo— lo que tú no escuchaste aquel día fue cuando Gabriel me apartó con molestia y me dijo que amaba a alguien, dijo tan feliz que incluso moriría por su amor, porque esa persona era tan insoslayable y tan hermosa, que ella era tan inevitable como su nombre y lo supe cuando te ví, ¿no es así?, Tú eres Anapófefkti(insoslayable) Ágape —cerró la puerta lentamente dejando a Ana en un shock que eliminó cuando una lluvia de dudas cayó sobre ella, abrí la puerta buscándola en el recibidor, subí al ascensor y cuando esté bajo la llovizna cayó sobre mí y por más que le busqué y le busqué con la mirada, él había desaparecido— no me digas que tú... —comencé a reír de manera nerviosa, quizá no estaba en lo correcto pero podría ser ella aquel chico en la foto.

Cupido no se debe enamorar [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora