Capítulo 11

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   "El precio de ser un mortal"

     No he vuelto a ir a clases, tampoco a la biblioteca, evito a Isabel, trabajo tiempo completo en el restaurante, estoy a un paso de conseguir dinero suficiente para...

Gabriel casi no esta en casa, ya casi no hago nada, solo pienso, me siento a intentar unir las piezas de un rompecabezas incompleto, se escapa el tiempo generando miedo en mi. Tampoco he visto a Julio, Doña Feli usualmente me observa preocupada cuando atiendo a los clientes. Me pone nerviosa el tic tac del reloj que se encuentra al fondo del restaurante, no importa el traqueteo que haya en el lugar o lo lejos que este del mismo este siempre encuentra la manera de colarse en mis tímpanos.

Eran las diez de la noche cuando de regreso a casa me encontré con Julio, agotado y golpeado, desprendía un olor a alcohol de sus ropas, se le veía muy mal, llegó hasta mi casi inconsistente. Corrí hasta el restaurante y pedí ayuda a Doña Feli, ella llamó a un taxi que nos llevó a ambos al departamento, con todas mis fuerzas subimos el elevador hasta recostarlo en la cama, prendí las luces mientras buscaba el botiquín, me senté a un lado y comencé a curar sus heridas, necesitaba que se fuera antes del amanecer, entretanto Julio hacia gestos de dolor en cuanto curaba sin decir palabra alguna, para cuando terminé Julio se sentó a un lado de la cama pero no fue hasta ya pasadas las doce de la noche cuando lo escuché hablar inseguro —gracias Ana — lo observaba curiosa, su voz era gruesa y ronca —sabes... Aquella vez en el parque cuando te conté sobre mi, te hice sonreír y ví cambiar tu rostro de expresión poco a poco de manera libre pero forzada. Gabriel llegó y no te pude decir nada, lo siento— no esperaba que dijera algo así, entonces dejé que continuara —Realmente no había visto a Gabriel ya hace varios años, cuatro supongo, fue cuando conocí a su novia, ella desapareció al igual que la anterior, y antes de ella la otra y la otra a excepción de su primera novia. Un hombre lamentable, ¿no lo crees?— tragó saliva —él prefirió guardar silencio e intento silenciarme, se alejó de todo y empezó a guardar secretos, se cerró a nuevas puertas, arruinó su brillante futuro hasta que terminó excluyéndose del mundo y encerrándose en el propio— escuché con atención cada palabra comprensible, fue como si la línea recta de las mismas hubiese impactado contra mi, enredandolas —a eso me refería cuando dije que esperaba que tu no desaparecieras— me levante de inmediato, sintiendo mis piernas temblorosas, sin fuerza, sus ojos me miraban sinceros y temblorosos como si quisieran llorar —pero Ana... No lo dejes de amar por eso— baje la mirada, sintiendo un extraño tipo de tristeza amarga recorrer desde mi boca hasta mi garganta, pase mi mano izquierda por mi frente, su incoherencia era tan estúpida ¿yo, amarlo? ¿quedarme junto a Gabriel? Cuando era más que evidente que yo también desaparecería, una frustración se estaba acumulando en mi pecho y sin previo aviso salieron de mis ojos un par de lágrimas, sentí su frialdad rodear mi cuerpo, atraerme al suyo y calentarme con su frío.

Después de un largo rato en la misma posición, él me apartó, besó mi mejilla y salió por la puerta, al escuchar cuando se cerró caí al suelo y solté toda mi frustración dejando una huella en el tapete a un lado de la cama. Yo ya no podía, no podía más pretender ser un mortal, no podía seguir soportando el dolor y la impotencia, ya estaba harta de no saber nada, de esta felicidad vahída.
Desperté en la cama alrededor de las seis de la mañana e inesperadamente Gabriel llegó temprano, me saludo y corrió a abrazarme pero yo lo sentía a cada detalle tan extraño, le sonreí tan falsa y él lo creyó. Se acostó a mi lado y se durmió, cerré los ojos intentando volver a dormir pero me asustó escuchar con claridad la voz de Eros diciendo —lo siento Ana— caí de la cama, inhale y exhale hondo, Gabriel me prestó mucha atención sin embargo se volteó y lo ignoró, observé cerrar su mano para después apretar de la misma manera en un puño con bastante fuerza, me pareció una escena teñida de color rojo y azul, más bien un vibrante morado carente de energía positiva.

Cupido no se debe enamorar [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora