Capítulo 20

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"Que nos reencuentre en el camino"

—Lo siento, no puedo darles ese tipo de información— se disculpó la recepcionista cuando de un momento a otro Abel borró la sonrisa de su rostro, Evau observó a la pelinegra caer al suelo buscando contener sus lágrimas —¡No sirvió Julio!— agitó su cabeza con ira negando mientras unas lágrimas se escapaban de sus ojos haciéndola ver más brillante —¡Ana no está aquí!— sus mejillas coloradas se convertían en un verdadero dolor para su pecho que palpitante se estaba dando por vencido.

—¿Ana?— pensó Evau al escucharla a lo lejos, se comenzó a acercar a los chicos.

—Abel, yo... Lo siento, tal vez...— interrumpió Abel levantándose de golpe —¡No podemos!— su voz se hizo más grave con el resentimiento, se asustó al pensarlo —tendremos que vivir con nuestro pecado— bajo la mirada ocultando su rostro hinchado, dio media vuelta y se dirigió a la salida del hospital.

—La encontraré...
Se susurró sintiéndose desilusionado y camino de vuelta a casa en su amargo trayecto que bajo las pequeñas gotas de lluvia y uno que otro trueno indicando que la tormenta estaba por llegar.

En el centro de la ciudad se acercó al parque donde Ana conoció a Gabriel, se paró a observar la estatua de hombre alto y fuerte con flechas en la espalda y una que apuntaba hacia él, una estatua lo culpaba a él, cerró los ojos imaginando un futuro —lo siento pero esto es tu culpa— un llamado a la muerte le sonrió y sin pensarlo fue a buscar por quien rogaba y de pronto el dolor del corazón se disipó y se hizo físico en cuanto una voz dulce que a veces no reía, una voz que sarcástica y amable o extraña y escandalosa gritaba y sus ojos se cerraron con arrepentimiento.

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—¿Estás bien Eros?
El nombrado la miró tranquilo.
—Si... Gracias señorita.
Evau salió de la habitación dejando a lado de la mesita de noche un vaso con jugo de naranja y una tostada.

A kilómetros de distancia se encuentra, ella puede sentir el miedo desde lejos que se acerca sin avisar y de pronto la sensación deja de ser vahída.
—Ana, ¿Me sirves el especial de hoy?
Ana asintió. En un momento el turno ha acabado y Ana prepara galletas y café, Abel salió otra vez del local sin decir una sola palabra, cada vez Ana la ve más y más molesta, ella no sabe qué pasa por la mente de la pelinegra.
Salió de la cocina cuidando de no tropezar, escuchó el sonido de la puerta del local abrirse, como ya estaba cerrado el local pensó en que podía ser un conocido del gerente, con la cabeza agachada veía sus pasos bajo la bandeja de comida, al llegar a la mesa su corazón palpita rápido, un temor invade parte de sus sentimientos y la cuchara cae al suelo — disculpa mi torpeza — levantó la cuchara y vio un par de zapatos a un lado de los de Isabel, al levantarse su mirada se desvió hacia el extraño, sintió su corazón salirse de su pecho por un segundo y volver al lugar equivocado, la cuchara resbaló de sus manos y volvió al suelo en cuanto los ojos de Ana se dilataron formando pequeños cristales, su cuerpo se paralizó, solo estaba presente un temblor y en un acto imprudente sus labios sin permiso pronunciaron aquella palabra mientras una lágrima se escapó de sus orbes azules — G-Gabriel —el castaño la miró con la misma sorpresa, horrorizado, se levantó exhaltado de la mesa, ambos retrocedieron un paso casi sin fuerzas — ¿Ana? —no había cavidad para los deseos, sus manos temblorosas pero como siempre atrevidas y valientes se acercaban al rostro de Ana cautelosas, Isabel se encontraba confundida, Ana dio otro paso atrás, Gabriel dió uno hacia enfrente; Ana corrió hacia la cocina desbordando lágrimas, sin quitarse el uniforme salió del local y corrió a casa sin detenerse con el pecho doliendole, con la garganta queriendo gritar a cada paso y Gabriel solo cayó al suelo con debilidad, Isabel desvió la mirada ante la situación sin decir palabra alguna.

— ¡Abel debemos encontrarla!
— ¡Deja de molestar! —Evau se acercó a ambos chicos— ¿Conocen a Ana? —Abel la miró confundida, Julio se acercó con ilusión en sus ojos — ¿Ana Pófefkti? —tomo las manos de Evau— Si — ¿Sabe dónde está? —Evau negó con la cabeza— Pero su hermano la está buscando también, ¿Son amigos de Ana? —Julio asintió en cuanto Evau sacó una nota de su bolsillo y se la entrego a Julio— Visitenme, su hermano está conmigo, seguro el les puede ayudar más —se alejó. Una telaraña se estaba enredando dentro de Abel, cuanto más viajaba a la realidad libre de los efectos del alcohol, las telarañas la sujetaban con paciencia formando dudas, la lámpara de la calle estaba ahí fija en ellos que estaban en el suelo— Abel, estás mal —pequeños lapsos de hipo la envolvían en un mar de tranquilidad, recordando con paciencia esos orbes que le sonreían con ataraxia tratándola con delicadeza en cuanto la rompían en finos pedazos de tiempo— tu también estás mal —cerró los ojos un momento y se recostó sobre la acera de la calle viendo la lámpara de frente y a un lado la luna menguante, cerca del hospital y en frente de una tienda de conveniencia, Julio la sujeto con fuerza y la abrazó— todo estará bien —Abel ya casi no sentía su cuerpo— ambos sabemos que no... ¿Sabes? Pienso que nos perderemos antes de encontrarla —Julio soltó una carcajada y Abel sintió unas gotas caer en su hombro— ¿No ya lo estamos? —se abrazo más a a Abel— cierto —Abel correspondió el abrazo.

Al día siguiente Ana se quedó en casa, no se presentó al trabajo, ni al día después de ese, ni a la semana, pronto se quedó sin dinero para comer y no fue capaz de quedarse sin departamento, temía caer desmayada y entonces fue a visitar a Evau.
Tocó la puerta con timidez, Evau le abrió y la observó con sorpresa— Hola Ev —Ana estaba avergonzada, se sentía tan miserable— Ana —escuchó el sonido de unos pasos rápidos y un cabello pelirrojo se asomó detrás de Evau— ¿Ana? —sonrió ampliamente al verla— soy yo... Soy... —espero a que Ana completara la frase, sin embargo ella se quedó callada— pasa —al entrar un pensamiento le advirtió con temor "si entras no habrá vuelta atrás" al observar los cabellos rojizos del chico sonrió con debilidad antes de caer al suelo y caer desmayada, no, no era miedo tampoco dolor o amargura solo una figura envolviendo cada uno de sus pensamientos devolviéndole lo que el pasador robó, era esa pequeña sutura que envenenaba sus sentimientos y así en el principio correr hacia la ilusión de una vida llena de ataraxia, se sumió en ese sueño recordando hasta el último segundo del perdón.

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N/A: Sinceras disculpas, me tocaba actualizar ayer pero me distraje xd, espero hayan disfrutado el capítulo, prometo actualizar el próximo sábado sin falta ^^ ¡Prostú!

Cupido no se debe enamorar [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora