Seb, 1

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Una lluvia copiosa, estruendosa y afilada como cuchillas mojaba cada centímetro de la calle. En medio de ella, un hombre alto, de pelo rubio oscuro y con una pequeña cicatriz que le traspasa verticalmente el ojo izquierdo de manera irregular, se aparta el pelo de la cara y se lo echa para atrás, mientras se sube con la mano libre las solapas de la chaqueta. Mira al cielo, en el que apenas se veían estrellas porque las nubes invadían cual tirano la bóveda celeste, y nota cómo cae una a una las gotas de lluvia en su cara, haciendo que apenas se notase la imperfección que le marcaba. Vuelve a apartarse el pelo de la cara y sigue su camino. Al doblar la esquina por segunda vez se encuentra con unas escaleras empapadas y un cartel con luces de neón en tonos azulados: Bad Wolf. Sonríe levemente y se adentra escaleras abajo.

Ya dentro, se para en la alfombrilla de la puerta y se sacude un poco el agua de lluvia.

—Un Wild Tea —dice dirigiéndose al camarero mientras se baja la cremallera de la chaqueta de cuero marrón.

Se sienta en la barra. Al momento, el camarero, que al principio le mira con recelo por la cicatriz, le sirve un pequeño vaso con el vodka negro.

—No, no —pide cuando el hombre se da la vuelta y se lleva la botella de Absolut—. Déjela aquí —<<Hay que dar el pego>>, piensa mientras mira la etiqueta y acaricia con la yema del dedo pulgar las letras en relieve de esta.

Coge el vaso y primero huele su fuerte aroma  antes de tener un primer contacto de la bebida con sus labios. Mira su entorno.

El barrio era un lugar alejado de la mano de Dios que estaba en una zona peligrosa y decadente de Stevenage, con putas, chulos y locos por las calles; demasiados para contarlos. El bar sin embargo tenía un poco más de clase. Los mafiosos solían reunirse ahí de vez en cuando; un poco de sofisticación era requerida para este tipo de hombres. Había unas cuantas mesas con las sillas encima, la barra, los lavabos, una sala privada y la puerta de la calle, nada más.

Al fondo de la estancia hay una máquina de tocadiscos de los años 60, algo que llama bastante la atención de Sebastian Moran. Era un sitio pequeño, pero con un calor y una iluminación acogedora. <<Las lámparas de vidrio amarillo le dan mucha luz>>.

Se da la vuelta para dirigirse al camarero.

— ¿La máquina de discos funciona? —dice señalando detrás suya el exótico mueble.

—Sí, como si estuviera recién comprada. Es digital. Ya me gustaría tener una original.

—Ah —<<Acaba de perder el encanto que tenía y todo mi interés, pero odio este silencio>>—. ¿Tienes algo de The Doors?

— ¿Bromeas? —suelta el camarero junto a una risotada. Coge el mando a distancia y apunta hacia la máquina.

Seb sonríe mientras se lleva de nuevo el vaso a los labios. House of the rising sun empieza a sonar, inundando todo el local de un aire pesado y musical.

Ya lleva medio vaso de vodka bebido cuando mira la puerta cerrada que hay a sus espaldas con el cartel de ‘’Privado’’. Hace una mueca; sería idóneo que cierta persona saliera de ahí pronto para poder marcharse de ese lugar.

—Necesita algo, ¿amigo? —el camarero le mira de manera inquisitoria al verle curiosear la puerta.

— ¿Qué? No. Simplemente le estaba echando otra ojeada al bar —responde Sebastian cogiendo un cigarrillo. Se lo lleva a los labios y lo enciende, mirando fijamente a su acompañante detrás de la barra.

El camarero le aguanta la mirada un poco más y sigue a lo suyo. <<Ten cuidado si no quieres que acabe contigo también>>.

Había pasado ya media hora desde que estaba ahí. Se había fumado dos cigarrillos y bebido el vaso de vodka. El camarero no quiso preguntarle una segunda vez si se llevaba la botella, ya que no bebía. Con el primer ‘’no’’ era más que suficiente. Sebastian necesitaba hacer creer que había bebido más de la cuenta. Nadie salía de esa habitación, y sólo estaban Seb, el camarero y Jim Morrison en la sala principal del bar.

The Man Who Can [Sherlock BBC Fanfiction] (Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora