Sherlock, 2

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Sherlock intentaba ante todo centrarse más en los pasos que en su pareja de baile para no tropezar. En ningún momento se le pasa por la cabeza que quizá ha bebido demasiado, ya que no está nada acostumbrado a ello.

— ¿Sherlock? —dice Irene inclinando la cabeza, buscando sus ojos—. Venga… ¿Qué tienes en mi contra? ¿Te molestó que te ayudara? Tú, que todo lo sabes y todo lo puedes… ¿O es otra cosa?

La mira, nervioso, apartando al instante los ojos y sintiéndose desorientado por el movimiento brusco de cabeza que ha hecho.

—Simplemente me gusta mantener las distancias. Tengo mis motivos. Me engañaste, ¿recuerdas? —se nota las mejillas encendidas, ardiendo, y los ojos incontrolados, mirando a todos lados con movimientos muy rápidos. Vuelve la cabeza para mirarla de nuevo. Ella parecía muy tranquila, al contrario que él—. El caso del boomerang, me drogaste… tu pulso, acelerado —esto último lo dice susurrándole al oído mientras intenta no perder el ritmo.

Nota cómo ella se sobresalta cuando siente que aprieta en un pequeño espasmo su mano. Él también se asombra por su insinuación. ¿Por qué salían las palabras de su boca así, sin que él las controlara? Su cabeza va pasos por detrás de sus actos.

—Me acuerdo —contesta ella. Traga saliva e intenta mantener el control. Sherlock podía ser una debilidad muy grande, aunque en esos momentos poco le importaba. Lo estaba poniendo a prueba, viendo si era capaz de acercarse a él, contar con él cuando lo necesitara—. Tal vez sea hora de comenzar de nuevo, ¿no crees? —cierra los ojos esperando una respuesta, sin poder evitar respirar su aroma, una mezcla de colonia y demasiado vino.

El detective sonríe levemente ante la proposición, y frunce de nuevo los labios conforme se aleja de su oído y se pone de nuevo enfrente de ella, mirándola a los ojos.

Ladea la cabeza.

—Tal vez.

—Es un honor que des tu consentimiento —Irene sonríe, pero enseguida frunce el ceño—. ¿Sherlock? ¿Te… te encuentras bien?

Una parte de él, sabe a qué se refiere. Por fin cae en la cuenta de por qué se siente tan mal. <<E-estoy… ¿borracho?>>. Cierra fuerte los ojos e intenta pensar. Sabe el porqué de la cena; es una ocasión para contar de nuevo con Irene, para recuperar a una fuerte, eficaz y querida aliada, y sabe que ella está allí con el mismo propósito. Debían asegurarse de que el nuevo lazo que les iba a unir era verdadero y resistente, que nadie lo corrompería, así que irían despacio, con pies de plomo. Mientras abre los ojos despacio y parpadea mucho, llega a la conclusión de que para hacer la velada más desenfadada se había arrimado demasiado a su copa.

Estira los brazos.

—Estoy bien. E-estoy perfectamente.

Los escasos comensales que quedaban a esas horas en el restaurante se giraron para ver a Sherlock tropezar consigo mismo y dar un ligero traspiés.

<< ¿Cómo que estás bien? No, no lo estás>>. Se lleva una mano a la cabeza y respira profundamente. Le sube poco a poco un cosquilleo que recorría desde su estómago, pasando por la columna y el cuello, hasta el cerebro. La frente le palpita, y las mejillas las nota todavía más calientes.

—No tienes buen aspecto —dice ella en un suspiro—. Será mejor que te lleve a casa. Una lástima, con lo bien que me lo estaba pasando —le hace una seña a un camarero para que salga a la calle y le pida un taxi, mientras ayuda al detective a ponerse el abrigo—. Deja que te ayude. Sería una lástima que a esa cara le pasase algo malo, ¿verdad?

—Recuerdo lo mucho que te gustaron mis pómulos en nuestro primer encuentro...

<<Por Dios, ¡cállate!>>.

—Estás delirando, querido. No te preocupes. Pronto estarás en casa y descansarás.

Lo primero que se le pasa por la cabeza a Sherlock de manera brusca y turbulenta es que ojlaá John no esté despierto y no le vea así. Se ayuda un poco de Irene para subir al taxi. En general el viaje de vuelta a casa fue silencioso, aunque a veces Sherlock rompía ese silencio con alguna que otra risita aguda e infantil que no podía controlar y que una vez lanzada no entendía por qué lo había hecho, y no paraba de mover nervioso las manos. Estaba definitivamente, después de tanto aguantar, perdiendo el control.

Cuando llegan a Baker Street, Irene acompaña a Sherlock hasta la entrada del 221B. La idea de encontrarse con el doctor y ver su cara de incredulidad y desaprobación le divertía demasiado como para replantearse el rechazarla, pero lo mejor sería irse en el momento.

—Tienes que aprender a beber, cielo —le dice mirándole a los ojos—. Quizás el doctor podría enseñarte. Buenas noches… y hasta pronto —se pone de puntillas para darle un beso en la frente, dejando la silueta de sus labios pintados de rojo en ella, mientras le acaricia el abrigo desde las solapas hasta los bolsillos. Gira sobre sus tobillos sin decir nada más y entra en el taxi.

Sherlock ve cómo se aleja el vehículo por la calle hasta perderse en la oscuridad las luces traseras. Se lleva una mano a la frente, emborronando apenas el dibujo dejado por La Mujer. Coge las llaves y tras varios intentos consigue meterla en la cerradura.

— ¿John? ¡Ya estoy en casaaa! —canturrea. Al parecer los deseos de no llamar la atención han sido echados a un lado por el alcohol.

No obtiene respuesta. Cuando entra torpemente en el salón, el doctor aparece. No. No se había ido a dormir. John no dice nada; sólo le mira de arriba abajo y frunce el ceño al ver la marca de lápiz de labios en su frente

—Oh John, no me mires así —bufa—. Hazme un té. ¡Y ve a por leche, que no tenemos!

—Lo que me faltaba por ver… —dice su compañero yendo hacia la cocina.

Con vigor, Sherlock tira el abrigo y la bufanda al sillón, desplomándose luego él en el sofá. Cuando John vuelve, Sherlock ya está completamente dormido.

The Man Who Can [Sherlock BBC Fanfiction] (Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora