Eli, 4

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— ¿Eriiik? ¿Estás en tu habitación? —La voz de Elisabeth forma eco conforme sube por las escaleras. No obtiene contestación. Se asoma un poco por el hueco de la puerta de la habitación del mago—. ¿Erik?

La habitación está débilmente iluminada por la lámpara de la mesita de noche. Eli escucha el agua correr y chocar contra la mampara de la ducha del baño contiguo a la habitación. Erik se estaba duchando.

Empieza a caminar por la habitación y a curiosear lo que hay en ella. Desde el incidente en la casa de Jim, su relación había mejorado bastante. Se sentían más a gusto el uno con la otra, cosa que a Eli le encantaba, y percibía que a él también. Eli era la más feliz con la situación, pero a la vez la más frustrada. Se había dado cuenta de que el mago le gustaba, pero no podían estar juntos porque los sentimientos conllevan responsabilidad y eso es una debilidad. Además Eli pensaba que el afecto no era mutuo, por lo que no había que llevarlo a ningún nivel y dejar las cosas como estaban, y también porque si Jim se enteraba, Erik era hombre muerto seguramente.

Va hacia la mesita de noche y frunce el ceño al ver el cenicero con restos de colillas.

— ¿Cuántas veces le he dicho que no fume?

La primera vez que le vio fumando en casa corrió hacia él y le quitó el cigarrillo de los labios, tirándolo al suelo y sonriendo triunfante en el acto. Por aquel entonces todavía se llevaban mal, pero ahora entendía que sería un vicio difícil de quitar, pero desde aquellos Erik respetaba su autoridad; ahora cuando quería fumar, se salía a la terraza.

Sigue inspeccionando. Va a la cómoda y ve los cuchillos ordenados de menor a mayor y un par de pistolas en pareja con sus silenciadores. En los entrenamientos Erik se desenvolvía con facilidad con las armas de largo y corto alcance. No era tan bueno como Sebastian, pero se defendía bastante bien. Era notable su manejo de disparar con una pistola en cada mano. Lo que más le sorprendía era cómo lanzaba cuchillos. Si no fuera porque usaba la magia para dirigirlos a donde quería, Eli era mucho mejor. <<Menudo tramposo>>, piensa hinchando los carrillos. Lo bueno de todo eso es que por lo menos ya podía ver de qué era capaz, aunque sabía que escondía mucho más potencial. <<La magia tiene un precio>>, recuerda que le dijo una vez.

Se desploma en la cama boca arriba y espera mirando al techo a que Erik aparezca. No sabía muchas cosas sobre él; sobre su mundo, cómo eran las cosas allí, o sobre cómo Jim y Seb le conocieron. Por eso había ido a su habitación, para hablar.

Oye pasos y empieza a hablar, elevando la voz para que le escuchase.

—Eh, Erik. Tengo un par de cosas que preguntarte…

Se detiene al verlo entrar. Estaba con una toalla atada a la cintura y secándose el pelo con otra más pequeña mientras cantaba por lo bajo Undisclosed desires. A Eli le encantaba esa canción; seguro que él la había escuchado cuando se la ponía a todo trapo en su cuarto. Erik todavía no se había percatado de que ella estaba allí, y Eli aprovecha para seguir mirándolo embobada. La luz de la habitación era poco nítida y estaban casi a oscuras, pero de algo podía fijarse. Sabía que era fuerte y con buena complexión corporal, pero ahora al ver sus brazos y sus abdominales se queda pasmada. Nota que él gira por fin la cabeza y Eli reacciona rápido, volviendo a tumbarse boca arriba en la cama, fingiendo que había estado así todo el rato.

—Siempre estás haciendo preguntas —contesta Erik mientras se adentra en el pequeño lavabo del cuarto y se cambia con rapidez. Sale de nuevo y se tumba a su lado, mirando también el techo—. A ver, dime.

Cosas como estar tan cerca el uno del otro ya eran normales, aunque ahora Eli estaba incómoda y se ruboriza, pero se lleva un momento las manos a la cara y luego se manosea el pelo para disimularlo.

The Man Who Can [Sherlock BBC Fanfiction] (Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora