Los días pasaban, y Sherlock no encontraba más pistas ni nada relacionado con el caso y el juego de Moriarty. Ninguna muerte sospechosa ni nada por el estilo se le presentaba y Sherlock se sentía frustrado, atado de pies y manos sin poder escapar del embotamiento que suponía el juego del criminal asesor.
Mandó buscar a Lestrade información sobre posibles relaciones con mafias o gente peligrosa, mas el inspector de Scotland Yard no encontró nada. Parecía como si le hubiera enseñado la carta de invitación a un baile pero sin dirección, hora ni fecha.
Después de tomarse un té y tocar el violín durante una hora, se acerca a la chimenea y ve el montón de correo ensartado con el cortaplumas. Al lado de todo el papeleo, estaba la nota, la dichosa nota que sabía perfectamente era de Irene Adler y a la que llevaba un tiempo sin prestar atención.
—Abril… Abril. Abril, abril, abril, abril… —No paraba de repetirlo, para ver si encontraba algo en lo más profundo de su mente.
Era por la mañana y John estaba trabajando, aunque no tardaría en llegar. Para lo que iba a hacer prefería estar solo. Ya se dijo a él mismo que no le mencionaría más a Irene ni a la nota si podía evitarlo para no entrar en otra trifulca sinsentido con el doctor. Tenía que salir de casa y pensar. Deja una nota en la mesa del salón para John, diciéndole que va a tomar el aire. Coge el abrigo y sale del 221B de Baker Street.
Se acercaba el invierno. El frío calaba más hondo en el cuerpo que de costumbre, y las tiendas empezaban a disfrazar sus escaparates con luces y colores navideños. Las calles estaban más abarrotadas de gente y se respiraba el aroma a ambiente festivo.
Ahora tenía dos enigmas en su cabeza y necesitaba tranquilidad. Lo mejor habría sido quedarse en casa, pero esas cuatro paredes últimamente lo tenían prisionero y necesitaba espacio.
Caminando por callejuelas, se topa con el cementerio que está a media hora de Baker Street, el cementerio donde tenía su falsa tumba y al que John había ido cada día.
Todos los días, durante tres años, había ido John a dedicarle algunas palabras, o simplemente a quedarse mirando la tumba, o a llorar. Él también había ido unos cuando días cuando volvió de Nueva York. John no faltaba ningún día a su cita en el cementerio, siempre a la misma hora, hasta que Sherlock decidió presentarse ante doctor. Lo recuerda vívidamente.
—No has dejado de venir ni un solo día, John —dijo Sherlock saliendo de detrás del árbol que custodiaba la lápida.
La cara de incredulidad de John le hizo en un principio gracia. En parte sonrió porque lo había echado mucho de menos, pero enseguida tornó su rostro serio para afrontar la situación.
—No… —John se frotó los ojos con una mano—. No puede ser… Estabas muerto. Yo te vi. —Empieza a mirar nervioso a todos lados y a llorar, creyendo que la locura se había apoderado de él—. Esto no es real.
Sherlock se acercó unos pasos y se puso en frente del doctor.
—Miras, pero no observas. Estoy aquí, John… He vuelto. —Llevó una mano al hombro de John, que enseguida se apartó en un rápido movimiento, asustado. Sherlock vio cómo el doctor cerraba la mano en puño y le asestaba un golpe en la mejilla. Después de frotarse la zona del impacto, le miró desde el suelo mientras John se arrodillaba a su lado y le ponía la mano en la mejilla para sentir su piel, sentir que de verdad era él y no una ilusión. La locura a veces hace real por un segundo lo irreal, pero era él, su detective estaba ahí. En un principio Sherlock pensó en apartarse, pero luego rehusó la idea y dejó que le tocara—. Supongo que me lo merezco.
Fue cuando le explicó por qué fingió su muerte y salió del país. Sabía que el doctor no se quitaría nunca de la cabeza ver cómo caía al vacío, la soledad de tres años sin su mejor amigo y las acusaciones injustas hacia Sherlock Holmes por todo el mundo. A Sherlock le pasaba lo mismo.
ESTÁS LEYENDO
The Man Who Can [Sherlock BBC Fanfiction] (Parte II)
FanfictionParte II. La historia continúa...