Habían pasado tres años desde su última estancia en Londres. La echaba de menos. Para Elisabeth, era la ciudad más bonita del mundo. Claro que… no había salido del país, y por eso la idealizaba tanto, pero sabía que aunque viajara por el mundo y viese Viena, o Roma, o París, Londres seguiría siendo uno de sus lugares favoritos.
El silbato de uno de los asistentes del tren pita y resuena por toda la estación, y a ese estridente sonido se le une la bocina del tren. La chica sale con sus maletas en mano del vagón y las deja en el suelo un momento. El vapor de las chimeneas del tren baña y danza por toda la estación, dejando un panorama lúgubre de no ser porque el sol brillaba plenamente, haciendo una combinación de matices y colores mágica. El tren marcha lentamente hacia un nuevo destino.
—Qué frío hace…
Se sube el cuello del jersey para no coger frío, agarra su maleta de mano y la de ruedas y se pone en camino, saliendo de la estación de tren. <<Por fin en casa>>, piensa con una sonrisa en los labios.
Audiciones en Canterbury, Oxford, York, Birmingham… La vida de una bailarina era muy dura. Las pruebas aún más. Por mucho que su madre no hubiera estado de acuerdo y había insistido en que no se metiera en esa forma de vida, Elisabeth Parker quiso ser bailarina, y no dio su brazo a torcer. Era una joven muy prometedora que deseaba llegar a lo alto, y si un deseo lo retienes con mucha fuerza en tu corazón, puede hacerse realidad, o esa era su filosofía: agarrar tu sueño y no rendirte nunca hasta conseguirlo. Lo hacía por su madre, a la que tanto echaba de menos y que estaba en sus pensamientos constantemente. Ya han pasado cuatro años desde que ella muriera.
Aunque lleva equipaje pesado, prefiere no coger un taxi. Quiere respirar el gélido aire y pasear tranquilamente, reencontrarse con su ciudad. Era bastante temprano, las 9:00 de la mañana, pero va preparada para el frío: gorro, guantes, un jersey abrigado y la emoción que la embriagaba de estar de nuevo en casa. Pasea por las calles poco concurridas a esas horas de la ciudad, mirando los escaparates y quedándose prendada nuevamente por los edificios y todo lo que le otorgaba la ciudad de Londres. Había muchas cosas nuevas, como algún sitio de comida rápida, una que otra tienda de ropa y nuevas sucursales de bancos con nombres extraños, pero seguía habiendo muchas cosas que recordaba de hace tres años, como las floristerías, los pequeños cines bohemios, los bares de ambiente o las librerías que solía frecuentar.
<<Me pregunto qué tal estará>>. Tenía ganas de volver a verlo. Había pasado mucho tiempo si verle, y estaba emocionada por reencontrarse con él. Era la única familia que tenía, y sin su compañía viajando por todos esos sitios se había sentido bastante sola. Piensa que le ha echado de menos, pero también le ha gustado la sensación de libertad y de ir a su aire durante un tiempo.
Le tiemblan de frío los labios al sonreír. No lo había visto en tres años, ni siquiera habían hablado por teléfono. Sólo mensajes. Eso le preocupó, pero en uno de esos mensajes él le dijo que no pasaba nada, simplemente que los mensajes eran más rápidos, que a ella la entretendría menos y que él tenía demasiado trabajo como para perder su preciado tiempo en llamadas. <<Espero que no me haya mentido. No quiero secretos>>.
El papeleo estaba hecho. Después de un permiso para poder realizar la gira de audiciones y pruebas, la Royal Ballet School la esperaba con los brazos abiertos. Dos días de descanso para relajarse después del viaje y después volvería a bailar. Echaba de menos a sus compañeras y a sus profesores. Uno de ellos le comunicó vía móvil que pronto tendrían una prueba para la próxima obra: El Lago de los Cisnes. Estaba eufórica y muy implicada mentalmente en el proyecto, ya que ese papel tenía mucho significado para ella, y si lograse conseguir el papel principal, se sentiría enormemente realizada. Era el ballet favorito de su madre junto a El Cascanueces, pero fue por él por el que se hizo famosa. Que le dieran el papel protagonista sería un gran paso para llevar a cabo su gran sueño.
Sin darse cuenta, ha llegado a su destino. Se frota las manos y llama a la puerta. Un hombre moreno, no mucho más alto que ella y trajeado le abre la puerta, le dedica una mirada de sorpresa (y algo cansada a ojos de Elisabeth) y una leve sonrisa risueña. A Elisabeth se le ilumina el rostro cuando lo ve, una mezcla de alegría y preocupación. <<Está algo distinto a la última vez… Pero han pasado tres años. Serán cosas mías>>.
— ¿Me echabas de menos, Jimmy? —sonríe mientras se abraza a sí misma, dando a entender que está ansiosa por percibir el calor de la casa.
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The Man Who Can [Sherlock BBC Fanfiction] (Parte II)
FanficParte II. La historia continúa...