~ 1 ~ Empieza el curso ~

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Sentada en una de las sillas de la sección de primaria se encontraba una niña de mirada fría y semblante serio, Rin Utsuki

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Sentada en una de las sillas de la sección de primaria se encontraba una niña de mirada fría y semblante serio, Rin Utsuki. La niña de rubios cabellos había alcanzado ya la edad necesaria para cambiar de grado, lo que significaba que tenia 9 años. Pero a pesar de lo que pudiera parecer, Rin Utsuki le daba igual estar en un grupo o en otro, a su parecer, la clase B estaba llena de gente molesta al igual que su anterior grupo: la clase A. Además el profesor a cargo era incapaz de sobrellevar todo aquello, hecho que había ocasionado dos ventajas, una que beneficiaba a la menor y otra, a los estudiantes. La primera ventaja era que Rin había podido omitir su presentación mientras que la segunda, era que el caos y el ruido reinaban en aquel lugar.

Utsuki se encontraba recargada en sus brazos observando el exterior con cierto aburrimiento. Hacía ya años que se había hecho a la idea de que nunca se iría de allí. También era consciente de que sus padres la habían olvidado, principalmente porque antes al menos recibía una carta cada seis meses, ahora ni por navidades se dignaban a escribirle. Y todo por culpa de su alice.

Si os preguntáis que diablos es el alice, dejar que os responda: Muchos cometen el error de nombrar "genios" a los portadores de estos, pero no podrían estar más equivocados. El alice es un "don innato". Un talento que solo algunos poseen. También podemos usar este termino para referirnos a los portadores de estos poderes. Cabe añadir que de estos "dones" hay de todos los colores y de todas formas: nos podemos encontrar alice tan conocidos como la clarividencia o tan extraños como el alice de aquel niño que lograba desmayar a todos con un pedo. 

En otras palabras, un mundo donde la palabra imposible parece no existir, aunque eso solo es una idea estúpida, ya que detrás de todos aquellos poderes se encuentran unas estrictas normas, como por ejemplo la que dicta que está prohibido intentar huir de aquel lugar. En otras palabras, una vez pones un pie en esa academia no se te permite salir hasta la graduación o hasta perder el alice. Aunque, como siempre pasa, esta regla también tiene su excepción: el premio de Honor.

Premio que no llamaba para nada la atención de la rubia. Rin sabía perfectamente que más allá de esos muros no había nadie esperándola. Lo había aceptado hacía ya unos cuantos años atrás. Utsuki prefería ser sincera consigo misma antes que engañarse como lo hacían muchos de los niños con quienes convivía, quienes pensaban que había algún motivo para no recibir cartas, principalmente una enfermedad. Pero para Rin esa opción no existía: sus padres la habían abandonado. 

Y allí estaba ella, mirando a la nada sin ningún pensamiento en especial. Sabía que la clase iba a ser larga y aburrida, sobre todo teniendo en cuenta la atmósfera que se respiraba, la cual demostraba que nadie tenía pensado escuchar al profesor. Así que optó por hacerse la desentendida, lástima que aquella pacifica velada fuera interrumpida por los alumnos que, por fin, la habían detectado.

─¿Tú quién eres? ─ interrogó con cierto recelo un niño que andaba tranquilamente por el aire. Era la primera vez que se daba cuenta de la presencia de una intrusa en aquella clase y necesitaba saciar su curiosidad.

La chica de las feromonasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora