- 12 - El Jardín de las Flores (2/2) -

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Finalmente, tras dar varias vueltas y bajar de nuevo otras escaleras, o mejor dicho caer a través de ellas, llegué hasta una habitación oscura. [Antes que nada dejarme aclarar que mi tortazo había sido justificado debido a la escasez de luz.] Sin embargo, como temí, mi caída provocó el ruido suficiente para alertarme. Con rapidez dirigí mi mirada hacía arriba de las escaleras y esperé unos segundos, al no escuchar nada me permití respirar tranquila. Había tenido suerte, si Persona me hubiese escuchado ahora estaría bajo tierra, es decir, en mi tumba. 

─¿Hay alguien allí? ─ preguntó una dulce voz procedente de la oscuridad. Aquello puso en alerta todas mis alarmas y sin poder evitarlo me quedé completamente helada.

La voz volvió a repetir aquellas mismas palabras y al ver que no se escuchaba ningún atisbo de maldad en su pregunta decidí acercarme al origen de mi "miedo". No obstante, antes de que pudiera alcanzar a lo que fuera que hubiese en ese lugar, una reja me detuvo. Enfrente de mis ojos se encontraba una celda de madera. ¿Había alguien allí dentro? ¿Por qué? ¿Dónde estaba?

─¿Quién hay allí? ─ interrogué llevada por el miedo. Aquel lugar no me transmitía buenas vibraciones, algo malo estaba pasando. Sin embargo, todos mis pensamientos se desvanecieron al toparme de frente con una hermosa niña que aparentaba tener mi misma edad ─ ¿Quién eres?

─Mi nombre es Yukiaoi. ─ se presentó. Aquello me pilló desprevenida, ¿cómo podía ser tan confiada estando en un lugar así?

─¿Qué haces aquí?

─Soy una invitada de una persona muy amable. Me estoy escondiendo aquí. ─ confesó. Aquello me agarró con sorpresa. ¿Por qué se escondía? ¿De quién era invitada? ¿Qué hacía allí? ─ Pero tú ¿quién eres? Me sorprende que no seas nadie de las que baja a verme o el señor de la...

─Rin, Rin Utsuki. ─ me presenté interrumpiendo sus palabras. Aquella niña tenía razón, ella me había dicho su nombre y hasta el porqué estaba allí, al menos debía responder a sus preguntas.

─Que nombre más bonito. ─ me alagó.

Acto seguido, empecé a notar el firme tacto de unas manos palpando mi rostro, como si tratara de analizarme mediante sus dedos. En un primer momento iba a protestar, pero tras atar unos cuantos clavos solo pude preguntarle si mi teoría era la acertada, hecho que me preocuparía.

─¿Eres...?

─Ciega. ─ completó ─ Estoy aquí para recibir un tratamiento.

Aquello me pillo desprevenida, Yukiaoi no había demostrado en ningún momento que su situación la afectara y, en cambio, yo me había sentido apenada y en consecuencia no había podido evitar lanzarle una mirada de lastima, pero sabía que no había hecho bien. Ella en ningún momento demostró que su situación fuera algo que la perjudicara, así que no podía mirarla con compasión, eso solo sería una deshonra para su persona.

─Apártate un momento de la puerta. ─ pedí.

Era la primera vez que me alegraba tener un mal habito. Desde pequeña siempre había terminado comprando cosas innecesarias, ya que de alguna u otra forma acababan llamando mi atención. Quién me diría que, ahora, esta mala costumbre me sacaría de ese embrollo. Me saqué la horquilla que sujetaba mi flequillo y la empecé a comprimir. Si no recordaba mal, debía hacer unas cuantas maniobras con mi manos y... ¡Walá! Entre mis manos se encontraba una pequeña llave.

Hacía unas semanas atrás, cuando visité Central Town siendo pequeña, me encontré con una arcilla que era capaz de adoptar cualquier forma deseada, así que me dejé cegar y la compré. Quién me diría que esto ahora me salvaría de un apuro.

La chica de las feromonasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora