- 45 - El reencuentro -

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Los años siguieron transcurriendo. Cada uno forjó su propio camino, avanzando con calma por un sendero que solo ellos eran capaces de crear. Aquel día los ánimos eran diferentes. Muchos estaban ansiosos, otros llenos de nervios, algunos, incluso, sentían la nostalgia palpitar en su pecho. Hoy era el día. El reencuentro que tanto habían esperado.

Rin se miraba con calma en el espejo mientras admiraba su nuevo personaje. Para varias, le tocaba ponerse en los zapatos de un hombre. Esta vez interpretaba a uno de los tres mosqueteros. A sus espaldas, Mío terminaba de arreglarse el sombrero. 

─¿Estáis listas? 

Ambas chicas se giraron para encontrase con una hermosa chica de cabellos rubios y ojos purpuras. Alice entró justo detrás de ella, arreglando su vestido. A diferencia de Mía y Rin, ella no colaba en el papel masculino, así que prefirió elegir un rol femenino. 

─Shinomiya dile a ese pervertido que levante de una vez el telón. ─ contestó Rin girándose para quedar cara a cara.

─Ahora mismo, sempai. ─ con una reverencia, la chica abandonó la sala.

─¿Impaciente? ─ le preguntó Alice con una sonrisa traviesa.

─Alice déjala. ─ regañó Mía ─ Es normal que lo este. Hoy es el día.

─Me encantaría poder acompañarla... ─ suspiró ─ Te imaginas lo guay que debe ser viajar por... 

─Venga, vamos. ─ la interrumpió Rin.

Utsuki no dejaba de mirar el reloj. Aquel día, aunque ella no se sintiera distinta, sus ojos eran atraídos hacia las agujas de ese artefacto como si de un imán se tratara. A diferencia de su generación, ella no estaba nerviosa. Mucho menos ansiosa. No le interesaba el evento que iba a suceder a media función. Había hablado con Naru al respecto y el profesor había aceptado su petición. Ella no acudiría. Nada la ligaba a ese suceso. No obstante, una vez finalizara la obra, debería ir en su encuentro. No tenía otra alternativa. El azar había jugado en su contra y ahora esa persona era parte de toda la historia. De nuevo, X volvía a enredarse en un cuento que ya había cerrado. 

La función fue todo un éxito. El público quedó encado y las tres sabían con firmeza que más gente se matricularía en la Opera Alice. El año pasado habían abierto finalmente sus puertas. Muchos estudiantes audicionaron para entrar, pero no todos lograron pasar las pruebas. Este año sabían que aún vendría más gente, pero Rin dudaba estar durante aquellos lejanos exámenes. Aún era verano... En ese periodo de tiempo podían transcurrir demasiadas cosas. 

Mientras se desprendía de sus ropas, Rin pudo perfilar su cuerpo en el espejo. Había cambiado mucho. Ahora tenía una silueta más estilizada y sus rasgos faciales estaban más definidos. Ya no quedaba rastro de aquella pequeña niña solitaria. Sonrió con nostalgia ante esa mención. Si alguien le hubiera dicho que todo se torcería para ese lado, nunca se lo hubiese creído. De pequeña nunca se imaginó terminar metida en todo ese mundo. Ella solo había ansiado pasar desapercibida. 

Alejó aquellos pensamientos y se recogió su mediana melena con una goma. Esa fecha estaba empezando a causarle ciertos estragos. Odiaba ponerse nostálgica. Se miró una última vez en el espejo y sonrió confiada. Había esperado años, pero hoy, por fin, sería el día que todo terminaría. Con la confianza renovada, salió del camerino y se despidió de sus compañeras. Ese día estaban acompañadas de varias estudiantes de la Opera, quienes se encargaban de ayudarlas con el vestuario, las luces, el sonido y el decorado. La propuesta de Mía había sido muy inteligente, ya que no solo salían ganando ellas, sino que las estudiantes, también, ganaban experiencia. 

Antes de partir, dirigió una última mirada a Ema Shinomiya y a su compañera. Había costado, pero, al final, habían logrado capturarlas. Rin debía reconocer que ese pervertido sabía ver quienes valían para ese mundo. Desde el primer instante, había fijado sus ojos en aquellas dos chicas. Y, ahora, no se arrepentía de haberle hecho caso. 

La chica de las feromonasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora