Prólogo: El cazador dragón

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La noche había caído en Yrien, la luna ya estaba en lo alto, cubierta a medias por las nubes nocturnas, y la obscuridad que estas otorgaban servía de arropo para toda clase de actos. Las inmensas calles centrales se hallaban vacías, salvo por una o dos personas que regresaban a sus hogares después de la jornada nocturna. Sin embargo, los callejones no se hallaban tan calmados, pues era en sus sombras que ocurrían las tragedias.
Un joven caminante los atravesaba, buscando la razón de su expedición entre esas sombras. Pasando por el sinfín de callejones, lo encontró. Tirados, yacían varias personas, desgarradas en un mar de su propia sangre. Colas, alas, garras, al parecer no les importaba a quien atacaran. Yrien no había sido la ciudad más segura, pero sin duda este era el mayor suceso de este tipo. Y esa era la razón de que él estuviese ahí.
-Así que empezaste a moverte- pensó el chico- Tendremos que hacer algo, las ciudades no resistirían mucho.
Se acercó a uno de los cadáveres y comenzó a hurgar en sus heridas, tal vez le ayudase a saber con qué trataba. Mientras buscaba veía a que pertenecía el cuerpo que profanaba actualmente. Un hombre adulto, una pequeña cola salía de su pantalón. Era velludo, así que posiblemente era un jabali Finalmente lo hallo, extrayéndolo de una de las heridas más mortales que tenía, aun sangrante, saco una especie de pluma con un gran filo y dureza. La llevo a la altura de sus ojos para poder observarla mejor.
-Una arpía seguramente, o quizá un Rock- dijo ligeramente
La noche avanzo un poco más mientras él seguía observando y hurgando en los cadáveres, absorto en sus pensamientos, mientras trataba de identificar y pensar donde estaría aquella presa. Nunca había encontrado una pila tan fresca, y podía ser probable que su presa volviese a la escena actual. Siempre se encargaba de limpiar, y esta vez el estaría ahí para recibirla
Un ligero destello se asomó por encima de su hombro. Moviéndose ágilmente de un salto esquivo la bola en llamas cuyo objetivo había sido él. Volteando a la entrada del callejón obscuro vio a una chica, no mayor a diecisiete, llena de terror e ira, levemente iluminada por la bola de fuego que estaba preparando.
A su lado había un hombre, sumido en la obscuridad, por su aspecto tal vez tendría veinticinco o más, con una notable musculatura, podría dañar los postes de acero en las calles si los golpease.
-¡COMO PUDISTE HACER ESO!- Grito la chica mientras le arrojaba la bola ardiente
Al igual que la anterior fue esquivada con facilidad, pero antes de darse cuenta, el hombre se había plantado lo suficientemente cerca de él, propinándole un potente puñetazo en el abdomen, seguido de otro en el rostro. El joven salió disparado hacia la pared del callejón. Atónito por la velocidad y la fuerza del hombre levanto la vista mientras se recobraba del impacto, justo al momento en que más llamaradas eran disparadas y el mastodonte se volvía a acercar. Levantándose velozmente esquivo las olas de fuego con una agilidad considerable después del par de golpes que podrían haber dejado fuera de combate a un elefante, acto seguido se encaró al grandullón, y, antes de que pudiera golpearlo de vuelta, se barrió entre sus piernas.
Antes de que este se percatara de lo sucedido, fue usado como impulso, y el chico comenzó una escalada por las paredes del callejón, las cuales eran bastante altas. Un par de bolas más lo persiguieron sin ninguna clase de precisión.  Al llegar arriba pudo escuchar a los dos subiendo tras él. Separándose un poco de la orilla los espero listo para continuar la pelea.
-Realmente me están fastidiando- pensó
Al subir se encontraron frente al chico, finalmente iluminados por el resplandor de la luna, la cual se había deshecho de las nubes que la opacaban, pudieron ver el aspecto de su objetivo. Un muchacho de aspecto joven que usaba una chaqueta de algún tipo de cuero rugoso; tenía tez clara, ojos rojos y un cabello obscuro que se veía revuelto por la briza nocturna.
Él también pudo ver a sus perseguidores, la joven de tez blanquecina, especialmente clara por la luna resaltaba sus brillantes ojos azules que hacían realce a su cabello ardiente, de forma literal, de tonos rojizos y naranjas. El mastodonte resulto ser un muchacho, poco mayor que él, más su fuerza sin duda era admirable su tez era un tanto más obscura y sus ojos marrón hacían juego con su pelo castaño.
Ellos fueron los primeros en moverse. La chica comenzó a lanzar múltiples llamaradas hacia él mientras el grandulón se acercaba velozmente. La misma táctica. Esta vez las llamaradas no fueron esquivadas, usando el antebrazo las elimino, justo antes de retroceder un poco para evitar el golpe que se dirigía a él. El mastodonte intento golpearle de nuevo en la cara, mas esta vez fue detenido y reflectado a su propia cara. Una vez aturdido, fue fácilmente derribado, y una vez en el suelo fue rematado con un certero golpe en el pecho. Se escuchó un pequeño crujido, posiblemente un par de costillas rotas, pero si él era lo que él pensaba no habría problema, en un par de días estaría totalmente sano.
Una vez reducido el más fuerte, el joven se acercó a la chica, que no paro de arrojar bolas en llamas. Esquivándolas llego ágil y velozmente hasta ella y la derribo tratando de causar el menor daño.
-Adelante, mátanos- empezó a decir, su voz estaba cargada de ira y miedo- tal y como lo hiciste con todos ellos
-Yo no mate a nadie- respondió tranquilamente mientras se daba vuelta, dispuesto a irse
-La sangre en tus manos dice otra cosa- le contesto
-Puedes creer lo que quieras- le dijo mientras se encogía de hombros- no me interesa, siempre y cuando me dejen hacer mi trabajo en paz, ni siquiera saben a qué se enfrentan
-Claro que lo sabemos- le dijo el hombre, mientras intentaba recuperarse- eres un Cazador
Un tanto sorprendido por su respuesta, el joven volteo para responder
-Entonces, supongo que saben que enfrentarse a un Cazador es prácticamente un suicidio
-No creas que somos tan débiles- le respondió el hombre
-Ya antes hemos derrotado a otros dos cazadores- le dijo ella
El hombre y la chica sonrieron, pensando que habían acertado con su comentario. El joven pareció pensativo un momento, antes de soltar una ligera carcajada. La sonrisa de los dos se desvaneció.
-Así que fueron ustedes los que intervinieron en las misiones de los novatos- dijo, aun riendo- No tendrían oportunidad contra un cazador experimentado, mucho menos contra mí.
- ¿Y que te hace tan especial?- le pregunto la chica
Antes de que terminaran de reincorporarse, él huyo, no sin antes responder la pregunta
-Me llamo Drake, me dicen el Cazador Dragón
La obscuridad nocturna lo cubrió y rápidamente desapareció antes de que pudiesen darle caza. La chica corrió al borde con la esperanza de ubicarlo, más fue inútil.
-Demonios, se marchó- dijo mientras se disponía a ayudar a su compañero- Por cierto Gallon, ¿tienes idea de quien es el “Cazador Dragón”?- pregunto cuando este logro reincorporarse
-Un poco, Fera- respondió algo dolorido- y si en verdad él es dicho cazador, agradezco que solamente terminara con un par de huesos rotos.
Ambos se recuperaron del encuentro y se dispusieron a salir de ahí. Los cazadores eran solitarios, pero usualmente perseguidos por otros mercenarios, los cuales nunca les gusta que alguien se meta con su presa y la recompensa que obtendrían si la eliminan.
Una sombra se movió ágilmente por las tenuemente iluminadas calles de Yrien. No le había resultado difícil perderlos, pero aun así le habían hecho perder su oportunidad. Su presa no era estúpida, no regresaría esa noche, y andaría con más cautela por un tiempo, lo cual era realmente un fastidio, pues el rastro que dejaba ya era en si difícil de seguir. Además, algo le decía a Drake que esa no sería la última vez que vería a ese par.

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