mi odioso jefe (cap 2) parte 1

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Capítulo II
Parte 1.

—¿Mamá? —gruñí contra el celular. Hubo un largo silencio desde la otra línea y solo pude escuchar murmullos. ¡Dios! Si ella va a llamarme y luego a ignorarme puede irse bien a la mier…
—Tienes que ir a Pasquarelli Holdings ahora —dijo con voz atropellada.
—¿Qué? —pregunté intentando estabilizarme en mis tacones tratando de que mis pies no dolieran como los mil infiernos luego de la presentación.
—No te preocupes, cariño —siguió hablando atropelladamente—. Vas a verte con Ruggero para que te explique en qué consistirá y en qué será tu trabajo. Está consciente de tu condición así que no será tan duro contigo.

Odiaba el hecho de que mis padres eran firmes creyentes de que no podía hacer nada bien. Lo que odiaba incluso más que eso era que ellos tenían razón, porque yo no tenía remedio en absoluto, probablemente iba a estropearlo todo, aunque aún tenía fe de que quizás ellos conseguirían apiadarse de mí. Sólo había aceptado este tonto trabajo sin debatir porque tenía que esperar a que las tensiones bajaran un poco para poder rogar por perdón, o al menos mostrarle que estaba tratando de esforzarme.

—¿A qué hora?
—A las cinco en punto.
—¡Mamá faltan cinco minutos para las cinco y estoy en ropa casual! —rugí, evaluando mi aspecto: tacones de aguja, vaqueros apretados y un top sin mangas color azul.
—Lo siento, cariño, no tuve tiempo para avisarte antes. Y no te preocupes por la ropa, no vas a trabajar aún. Tengo que dejarte, Karol, que te vaya bien y guarda tu temperamento en la oficina, ¿sí?

Colgó antes de que yo pudiera decir algo. Entre tropezones y maldiciones me arreglé como pude con el maquillaje y me puse una chaqueta encima para tapar el top azul, a pesar de que hacía un calor infernal. Lo único que estaba a mi favor era mi bonito deportivo que llegaba a todas partes en la mitad de tiempo, pero hasta donde sabía, Pasquarelli Holdings estaba a veinte minutos de ahí, información que fue corroborada cuando establecí el destino en mi GPS.

Nunca había estado personalmente en las instalaciones de los Pasquarelli, a pesar de que nuestras familias eran muy unidas incluso antes de que yo naciera. Era un edificio de unos sesenta pisos aproximados y de gente corriendo por todas partes, justo como el de papá, así que ya estaba acostumbrada al ambiente, aunque eso no iba a funcionar cuando tuviera que explicarle a mi nuevo jefe por qué iba veinte minutos tarde.

Había visto a Ruggero Pasquarelli como… una vez, pero para ese entonces yo tenía diez y él tenía quince, por lo que no me acordaba de nada, y dudaba de que alguno de los dos siguiera siendo el mismo. Solía aparecer constantemente en el top 10 de chicos guapos de las revistas que compraba y las mujeres definitivamente deliraba por él, aunque era entendible porque bueno, sí, era guapo… bien, irremediablemente caliente, pero al mismo tiempo tenía una enorme cuenta de varios ceros en el banco y eso a cualquiera podría parecerle atractivo. También lo había visto un par de veces en entrevistas televisivas y de lejos en uno que otro evento. Aparte de ser un palmo más alto que las personas normales, él no se veía… exactamente malo, aunque conociendo a mis padres no estaba segura de si podía confiar en mis instintos para evaluar la personalidad de las personas.

—Disculpe, tengo una cita con el señor Pasquarelli a las cinco —le dije a la recepcionista entre jadeos, porque nada era peor que correr con tacones de aguja. Ella frunció el ceño cuando miro la hora y luego apretó un número en el teléfono.
—Señor Pasquarelli, su cita de las cinco llegó.

No escuché qué fue lo que ella dijo, pero al ver el salto que pegó en su silla supe que del otro lado de la línea él no podía estar usando un tono calmado. Ella colgó el teléfono y me miró con lástima reprimida.

—Último piso, señorita, puerta al final del pasillo. El ascensor está al final del pasillo, también, justo ahí —ella apuntó a los ascensores y asentí con la cabeza.
—Gracias —murmuré y caminé con paso apresurado hacia el ascensor, que se demoró una eternidad en bajar del piso veinte, además de que estaba segura de que uno de mis tacones había crujido en protesta a mi carrera. Tenía que tener cuidado antes de que terminar con un pie roto o peor, un tacón roto.

Cuando el ascensor se abrió finalmente en el piso cincuenta y ocho luego de parar en cada uno de los demás pisos, estaba temblando. Había escuchado una conversación sobre lo malhumorado que se encontraba el jefe hoy y yo estaba a punto de comprobarlo por mí misma, así que me preparé mentalmente y toqué la puerta con tres golpes secos.

—¡Pase! —chasqueó él del otro lado, y rezando mi última plegaria entré. Él estaba hablando por celular—. Mira, creo que deberíamos tener en cuenta las acciones y evaluar otras alternativas también… no, no creo que esté abierto a discusión.

Él me hizo un gesto, indicándome que esperara. Asentí levemente con la cabeza y dejé que mi cuerpo tomara un poco más de aire antes de que terminara desmayándome por el esfuerzo físico que había hecho con esos zapatos.

Evalué a mi nuevo jefe mientras paseaba en su enorme oficina con el celular y revolviéndose el cabello de vez en cuanto. No encontré un adjetivo adecuado para encerrar su atractivo, simplemente no pude y en ese momento comprendí perfectamente por qué recibía tanta atención femenina.

Él tenía que medir por lo menos un metro noventa y tenía una complexión física que me dejó con la boca abierta en cuanto fui consciente de ella. Estaba vestido con lo que parecía un traje Hugo Boss, solo que se había sacado el saco y tenía los primeros dos botones de la camisa desabrochados (al menos alguien en la habitación no estaba muriendo de calor). Tenía piernas largas, hombros anchos y cintura estrecha, y no podía pasar por alto el cabello castaño desordenado y los ojos Cafes enmarcados por largas pestañas negras. Cuando miré sus labios volví a perder el aliento.

Una palabra: mierda.

Besos😘 ~fefa~

"mi odioso jefe"[terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora