mi odioso jefe (cap 15)

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En la reunión, había más personas de las que me habría gustado ver. Generalmente las multitudes me molestaban, sobre todo cuando había por lo menos diez hombres en la habitación con los que tenía que hablar en representación de mi jefe. También estaba el hombre que había conocido en el ascensor. Sus ojos eran tan azules como el mismo cielo, y tenía una carismática sonrisa que parecía encantar a todos los que se acercaban a él. Tenía unos dulces hoyuelos cuando sonreía. Había algo angelical en su rostro, incluso cuando él parecía mayor que yo, como la edad de Ruggero.

Escaneando la habitación, me di cuenta de que las pocas mujeres que se encontraban en la junta, estaba murmurando entre ellas y sonriendo tontamente mientras escaneaban a Ruggero completamente. Era entendible: él era varios centímetros más alto que el resto de los hombres de la habitación, y definitivamente mucho más guapo y masculino. Aun así, me molestó.

—Bien, señorita Sevilla, sea sutil —murmuró por lo bajo solo para que yo lo pudiera escuchar. Tuvo que inclinarse un poco para alcanzarme, porque era demasiado pequeña comparada con él—. Cuando hable con todos, intente parecer casual.

En vez de asentir con la cabeza como debí haber hecho, me entretuve brevemente con la idea de estrangular a esas mujeres.

Hablé con la mitad de las personas antes de que la reunión comenzara. Todas parecían ser excelentes socializadoras, porque en ningún momento hubo un silencio incómodo, excepto cuando a algunos se les ocurrió comenzar a coquetear conmigo. Ésa era mi señal para despedirme e irme a otro punto de la habitación.

La reunión en sí estuvo a punto de hacer que me quedara dormida. En realidad, no entendía por qué los gerentes generales debían asistir a tantas reuniones estúpidas y sin sentido, pero algo me decía que era razones pretenciosas más que otra cosa. Ruggero parecía tan atento a la reunión que casi parecía sobreactuado, porque de otra forma no me pediría que tomara unos malditos apuntes, porque yo sabía por sus padres que la memoria de Ruggero estaba cerca de la memoria fotográfica. Se había graduado de Harvard como el primero de su clase y toda su vida había sido una especie de prodigio.

Sí, entendía perfectamente porque mis padres parecían quererlo más a él que a mí, aunque a esta altura ni siquiera me importaba.

Cuando éramos pequeños recuerdo haberle tenido envidia. La forma en la que mis padres hablaban de él me molestaba, y cuando nos habíamos conocido por primera vez, yo tenía diez y él tenía quince. Recuerdo haberle dado una patada en la rodilla y haber salido corriendo, también.

Esperaba que él no lo recordara.

Cuando la reunión acabó, Daniel se acercó a a hablar conmigo. Sus hoyuelos nunca abandonando su cara y sus ojos de un brillante azul.

—Hola, Karol, qué gusto verte de nuevo —él tenía las manos casualmente en los bolsillos de su pantalón formal y me sonreía. Quise evaporarme, porque estaba harta de hablar con tanta gente, incluso si él se veía simpático.
—Hey, Daniel —sonreí como pude—. Qué gusto también.
—¿Sabes una cosa? Estaba esperando encontrarme contigo otra vez —su sonrisa se extendió.
—¿Ah sí? ¿Y por qué? —pregunté, aunque no quería saber la respuesta.
—Porque no he podido sacar de mi cabeza a la hermosa chica que conocí en el ascensor.

Ay, Dios.

Alguien tosió detrás de mí, y sonó demasiado tosco y brusco como para ser una tos real. Me giré y me encontré con mi jefe, que tenía los ojos puestos en Daniel de una manera amenazadora. Como un tigre asechando a su presa.

—Es hora de irse, señorita Sevilla —dijo, pero no me miraba a mí, sino que miraba a Daniel. Había odio retenido en sus ojos.
—Vaya, Ruggero, qué modales —Daniel arqueó una ceja hacia él con diversión—. Pensé que Harvard nos había enseñado mejores cosas.

"mi odioso jefe"[terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora