mi odioso jefe (epílogo)

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Epílogo

4 años después…

Cuando la voz del presentador finalmente se hizo notar entre el bullicio, de pronto todos se quedaron en silencio, expectantes.

Nadie se atrevía a parpadear. Podía apostar a que más de la mitad estaban conteniendo la respiración. Yo la estaba conteniendo, incluso Caleb la estaba conteniendo, pero creía que era más como un juego para él.

Ruggero apretó mi mano, sonriéndome como si supiera con certeza que le había pateado el culo a todas las chicas de aquí. Yo no estaba tan segura de eso, pero probablemente era porque luego de mi presentación lo único que pude hacer fue entrar en un shock postraumático que era tan no digno de mí; durante cuatro años había esperado por este momento, y era todo lo que alguna vez quise. Las nacionales eran como las olimpiadas de la danza, y ganar parecía imposible, pero estaba orgullosa de haber llegado tan lejos después de que hubo un momento en el que nunca pensé que la oportunidad se presentaría de nuevo.

En algún momento durante el silencio sepulcral, Caleb dejó de aguantarse la respiración y suspiró, probablemente aburrido. Para ser un niño de cuatro años realmente no se entretenía con facilidad.

Comenzó a saltar en los pies de su papá hasta que Ruggero lo cogió en brazos y le prestó su celular para que jugara con él.

Me atreví a sonreír; a diferencia de la mayoría de bailarinas que estaban esperando los resultados de la premiación, yo en realidad ya tenía todo lo que quería, aunque teniendo 26 casi llegando a la edad límite de 27 permitida en la competencia, era mayor que la mayoría de las participantes, pero aun así estaba segura de que nunca había planeado tener un hijo, o casarme, o siquiera encontrar a alguien que yo pudiera amar y él amarme, pero en el momento en que todo sucedió, simplemente pareció como si hubiera sido el sueño de toda mi existencia.

Ruggero frunció el ceño a Caleb cuando le pegó un puñetazo al celular. Luego de numerosos intentos de celulares que se habían rendido a las desastrosas manos de mi hijo, finalmente habíamos encontrado uno que parecía soportar golpes, caídas al agua, aventones, y cómo olvidar las mordidas. Le encantaba destruir cosas. Con Ruggero habíamos concordado en que necesitaba pasar menos tiempo con su tío, pero Camilo ya lo había corrompido tiempo antes, ya no podíamos hacer nada.

A pesar de ser como una bola de demolición, Caleb era un encanto: se dormía cuando tenía que dormirse, se comía toda la comida y le gustaban las espinacas (digo, ¿a quién siquiera le gustan las espinacas?). Hacía caso en todo, menos cuando le pedíamos que no rompiera algo, entonces eso ya era un problema. El pequeño diablillo no se parecía en nada a mí: si ponías una foto de Ruggero a la edad de cuatro años junto con la de Caleb, no podías distinguir quién era quién: mismos ojos mieles, mismo cabello castaño y misma actitud. Incluso fruncía el ceño de la misma manera que Ruggero lo hacía, era adorable.

En cuanto Caleb estuvo a mi altura en los brazos de su padre, sus ansiosas manos enseguida buscaron los brillos de mi cara, y entre risas lo dejé ser, de todos modos la presentación había terminado y ya no importaba que se arruinara el maquillaje y los adornos. Además, parecía una bola de discoteca.

—Vamos, Caleb —Ruggero lo puso lejos de mi alcance—. No querrás que a mamá se le arruine el maquillaje cuando suba a recibir su premio.

—Está brillante —argumentó Caleb en su defensa, y Ruggero sonrió.

El chico no se había visto al espejo, porque desde que se había sentado en mis piernas temprano en la mañana iba por ahí lleno de brillos azules por toda la ropa y el pelo. Incluso su cara tenía unos cuantos. En realidad, con tan solo mirar el vestido que llevaba puesto quedabas lleno de brillo. En realidad Ruggero también tenía brillo por todas partes.

"mi odioso jefe"[terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora