mi odioso jefe (cap 6) parte 1

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Capítulo VI Parte 1

El molesto sonido de la alarma de mi celular volvió a sonar de nuevo a las siete de la mañana de ese día, y tuve que levantarme rápidamente porque tendría que tomar el transporte público ya que mi auto (si es que se le podía llamar así) estaba descompuesto en algún lugar del estacionamiento de Pasquarelli Holdings y parecía que la tierra se había tragado todo los taxis de Boston.

Esperando que este día fuera mejor que ayer, me obligué a poner una sonrisa en mi cara mientras me decía que todo iba a salir bien en el trabajo, además, a las 7 PM tendría el estudio de danza para mí sola, cortesía de la coreógrafa que se había apiadado de mí cuando le dije que ayer no había podido asistir al ensayo por el trabajo extra que había tenido que realizar en mi maldito primer día.

—¡Hey, Karol —Valentina me saludó desde el otro lado de la calle, así que me detuve para esperarla—. ¡Juro que fue imposible tomar un maldito taxi! ¿Qué sucede con el tráfico en este lugar?
—No has visto el de New York —me encogí de hombros.
—No creo que lo soportaría un día.

Entramos juntas al edificio y marcamos nuestra entrada en una extraña máquina que pidió mi maldita huella dactilar. De la forma que fuera, mi jefe aún no estaba en su oficina, así que bajé rápidamente por un café a la cafetería. Prometo que solo fueron cinco minutos, pero por el rostro que tenía Ruggero cuando volví, habían sido cinco horas.

—Tarde, señorita Sevilla —me frunció el ceño.
—No es cierto, cuando llegué usted no estaba así que…
—Lo que yo haga o deje de hacer no le tiene por qué afectar. Si yo llego tarde, bien por mí, soy el gerente, si usted llega tarde, va a ser despedida.

Bien, eso ha sido suficiente.

—Mire, señor Pasquarelli —comencé entre dientes—. Gerente o no gerente, no tiene el derecho a tratarme como si fuera inferior a usted. Despídame si quiere, de todos modos quedará flotando alrededor de su consciencia y de su oscuro y negro corazón.
—¿Oscuro y negro corazón? —sus cejas se arquearon con confusión, luego una mueca se formó en su cara.

No puedo creerlo, se está aguantando la risa.

De todas las reacciones que esperé la risa no era una de ellas, en realidad, estaba esperando que me gritara que estaba despedida o algo por el estilo, en cambio, el apretó sus labios y se dio media vuelta.

—Su falta de intelecto es hilarante, señorita Sevilla —murmuró antes de cerrar la puerta detrás de él y dejarme sola en mi oficina.

Y ahí estaba él llamándome idiota otra vez…

—Maldito megalómano —mascullé entre dientes.

El teléfono de mi oficina sonó, distrayéndome de mis pensamientos asesinos.

—Oficina de Ruggero Pasquarelli —dije, aún con veneno en mi voz.
—La cita de las 8:15 del señor Pasquarelli está aquí —dijo la gélida voz de la recepcionista. ¿Qué se supone que hago ahora? ¿Le aviso a Pasquarelli? ¿No le aviso? ¿Qué demonios hago?

La recepcionista cortó la llamada antes de que yo pudiera pensar en algo. Marqué el número de la oficina de Ruggero y le avisé de su cita, porque no tenía ganas de enfrentarlo de manera física ni ahora ni nunca. De paso, le avisé que iría por un café, y al no recibir respuesta de su parte simplemente salí de mi oficina.

Una despampanante Castaña salió del ascensor cuando se abrió en el piso. Cabello ondeado hasta la espalda y con el volumen perfecto; ojos verdes grandes y expresivos y gruesos labios pintados de color rojo. Su blusa tenía varios botones desabrochados en el escote y una falda de tubo tan apretada que dudaba que pudiera respirar en ella. Desapareció en la oficina de mi jefe justo cuando el ascensor cerró sus puertas.

¿Qué demonios?

Abrí mi celular y revisé el planificador de citas de Ruggero, hasta que encontré su cita de las 8:15. Su nombre era Candelaria Molfese, y por alguna razón su nombre me sonaba extrañamente familiar, así que lo tipié en google. Los resultados me tiraron una foto en la que salía con Ruggero sonriente, posando para un diario local. Según la inscripción, ella era la empresaria femenina más joven en triunfar en el mundo de los negocios, y no estoy muy segura de qué pinta Ruggero ahí pero presiento que no es simplemente acerca de negocios. Dios… ¿y si ellos son…? Bien, de todos modos, no sé qué demonios me importa.

—Eh, hola, Karol —me saludó Caro, que estaba sirviéndose un café de la máquina también.
—Hola, Caro —le sonreí—. ¿Qué tal?
—Ha sido un día de mierda, y acaba de empezar hace veinte minutos —gruñó. El vaso de plástico terminó de llenarse y ella lo sacó—. Mmm… el olor a café es delicioso.
—¿Y por qué es un día de mierda? —apreté un botón y la máquina comenzó a llenar otro vaso de plástico con Cappuccino.
—Porque derramé mi anterior café en el escritorio de mi jefe… y sobre mi jefe.
—Diablos, si yo le hiciera eso a Ruggero probablemente me demandaría —di un sorbo a mi café, pero abdiqué a tomarlo al quemarme la lengua.
—¿Ruggero? —ella arqueó una ceja, divertida—. ¿Él aprueba que lo llames por su nombre?
—¡Claro! En cuanto no me escuche —me reí.
—Sí, eso definitivamente suena como una aprobación —soltó una carcajada.
—Lo sé. ¿Y qué hay de tu jefe? ¿Crees que vas a tener problemas?
—No estoy muy segura, él estaba algo de malhumor hoy día, así que solo blasfemó un poquito cuando el café lo quemó… pero menos de lo esperado —hizo una mueca.
—Pues entonces tienes suerte, porque esa reacción es característica de mi jefe cuando casi derramo una gota de café en su piso.
—Bueno, considerando que tu jefe es el jefe del jefe de mi jefe, está bien, ¿no? —sonrió.
—Eso no lo justifica—rodé los ojos—. Como si no tuviera el dinero suficiente como para comprar todas las malditas alfombras del mundo.
—¿Qué haría alguien con tantas alfombras? —Caro arqueó una ceja.
—No lo sé —me encogí de hombros—. Esperaría esperanzadamente que utilizara una para asfixiarse a sí mismo.
—Tienes altas expectativas, Karol—negó con la cabeza, riendo.

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~fefa~

"mi odioso jefe"[terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora