Capítulo III Parte 2
Toqué la puerta antes de entrar, sin esperar una respuesta de su parte abrí la puerta y casi se me cae el café, pero alcancé a sujetarlo antes de que sucediera. Respiré aliviada.
—Espero que tenga en cuenta,Karol, que el alfombrado no fue barato —me dijo fríamente. Me mordí el labio para no decir nada y dejé el café sobre su mesa. No esperaba un gracias, tampoco lo recibí. Pero qué hijo de…
—¿Qué más puedo hacer por usted, señor? —pregunté entre dientes.
—Esta es mi agenda de la semana —me entregó otra carpeta—. Aquí están mis reuniones, mis citas, mis proyectos y un montón de cosas más. Quiero que la traspase a su computador y tenga en cuenta de que el planificador será su mejor amigo durante los siguientes ocho meses… o más bien durante el tiempo que trabaje aquí. Todo debe anotarse meticulosamente ahí y trate de no arruinarlo, ya que necesito todas mis reuniones y citas bien planificadas. Cada viernes veinte minutos antes de su salida, se presentará en mi oficina y me ayudará a planear mi agenda para la siguiente semana, y tampoco puede olvidar notificarme con antelación cada una de las cosas que estén ahí. Y recuerde, Stpesseñ, un solo detalle que se le pase, va a resultar en usted siendo despedida inmediatamente. ¿Bien?
—Entendido —murmuré por lo bajo.
—Otra cosa. Su teléfono está conectado al mío. Usted recibirá todas mis llamadas, y antes que nada debe notificarme de cada llamada que reciba presionando el número cinco del teléfono. Le daré las instrucciones que necesite, y si decido coger la llamada por mí mismo me la pasará apretando el número ocho en el teléfono, y para volver a la llamada original presione el uno ¿He sido claro?
—Sí, señor Pasquarelli —asentí con la cabeza.
—Perfecto, Karol —me sonrió como si disfrutara torturarme—, puede retirarse.Salí de su oficina sin decir ninguna palabra y tuve que hacer caso omiso al hecho de que quería tirarlo por la ventana de su oficina en caída libre y también arrancarle la ropa. Era un maldito imbécil, era entendible que las mujeres se desfallecieran por él, pero su personalidad megalómana era demasiado para acarrear. Mientras mantuviera mi cabeza pensando en enterrarle cuchillos y no en desabrocharle la camisa, todo iba a estar bien para mí, no podía caer por él.
Me reí al pensar en la idea. Las posibilidades de que me atrajera un imbécil como él de alguna manera que no fuera física estaban mucho más debajo de cero.
La computadora tenía un programa especial de planificaciones, así que pasé las siguientes dos horas traspasando la interminable lista al condenado programa. Si seguía así, pronto yo también necesitaría unas cuantas dosis de cafeína para no sucumbir ante el sueño.
Justo cuando estaba apunto de cerrar mis párpados, el teléfono sonó, exaltándome en mi silla. ¿Cómos e supone que debía responderlo? No podía solo llegar y decir hola. Recuerdo haber escuchado a Becca, la asistente de mi padre decir “Buenas tardes, oficina de Alejandro Sevilla”, así que iba a copiar su línea.
—Buenos días, oficina de Ruggero Pasquarelli —mascullé contra el teléfono.
—Buenos días, habla Agustin Bernasconi, ejecutivo de Sony Inc. Desearía hablar con el señor Pasquarelli, por favor.
—Un momento, señor Bernasconi—murmuré y marqué el número cinco.
—¿Sí? —chasqueó Ruggero del otro lado de la línea.
—El ejecutivo de Sony Inc, Agustin Bernasconi desea hablar con usted.
—Ponlo al teléfono, Karol—dijo. Por teléfono sonaba incluso más aterrado, así que me apresure en presionar el número uno.
—¿Señor Bernasconi? El señor Pasquarelli lo atenderá enseguida, espere un momento.
—Gracias, señorita —dijo amablemente. Presioné el botón ocho y me apresuré a pegar mi oído en la puerta para ver si Ruggero había recibido la llamada. Gracias a alguna intervención divina, todo salió bien.El teléfono volvió a sonar cinco segundos después. Con un suspiro resignado contesté.
—Oficina de Ruggero Pasquarelli—murmuré secamente, sin ánimos de desearle los buenos días a nadie.
—Hola cariño, habla Cecilia —dijo alegremente la madre de Ruggero del otro lado de la línea. Genial, más vergüenza, porque todos estaban enterados de lo que me había sucedido.
—Ah, hola Cecilia —fingí alegría en mi voz—. ¿Cómo estás?
—Excelente, cariño .¿Cómo te está yendo en tu primer día, cariño? —preguntó.
—Bueno, hasta el momento bien.
—Conozco ese tono envenenado. Es el que tienen todas las asistentes de mi hijo, nunca renuncian porque se desfallecen por él.
—¿En serio? —pregunté desanimada.
—Sí, bueno —casi pude imaginármela rodando los ojos—. Él tiene carisma, pero es muy estirado cuando se trata de trabajo. No dejes que te pisotee, Karol.
—Con todo respeto, Cecilia, he querido golpear a tu hijo desde que estoy aquí pero por mi propio bien, no puedo hacerlo.
—Comprendo, él puede ser detestable cuando lo desea.
—¿Y por qué está siendo tan detestable conmigo? —gemí.
—No lo sé, querida, quizás deberías hablar con él.
—Lo consideraré —dije, para nada convencida.
—¿Puedes ponerme al teléfono con él, cariño?
—Está hablando en este momento, Cecilia. Si quieres puedo pedirle que te llame de vuelta.
—Eso estará bien, aunque jamás lo recuerda —se rio.
—Me encargaré de que lo haga —le aseguré.
—Gracias, cariño, espero que todo vaya bien. Un gusto haber hablado contigo.
—Igualmente, Cecilia, que tengas buen día —murmuré y corté el teléfono.Podía escuchar la voz de Ruggero del otro lado de la pared. Era suave, profunda, profesional y endemoniadamente sexy. Era imposible evitar escucharlo sobre todo ahora que su tono era más relajado que el que usaba conmigo.
Decidí que traspasaría toda su apretada agenda a mi celular para poder ser notificada con antelación, así yo podía notificarle a él con antelación también sobre todo lo que había en la lista y evitaba ser despedida.
—Karol, ¿es necesario que le recuerde que debería estar trabajando y no metida en su celular? —preguntó con tono pedante desde la puerta. Tomé una gran bocanada de aire para relajarme antes de responderle.
—Estoy pasando su agenda a mi celular, si no le molesta —le dije apretando los dientes. Él me miró con gesto impasible y luego rodó los ojos.
—El señor Bernasconi llamará dentro de una hora para que usted le diga a qué hora será su cita. Quiero que busques el mejor lugar para ponerla en mi agenda entre miércoles y viernes. La cita durará no más de dos horas, así que asegúrate de buscar un espacio conveniente para que no se junte con otra cosa.
—Claro, señor Pasquarelli —suspiré con resignación.
—Ah, casi lo olvidaba. Su computadora recibe automáticamente todos los correos que me sean enviados a mi correo laboral, solo seleccione la aplicación. Habrá algunos cuantos que podrá responder por sí misma y habrá otros que tendrá que notificarme, ahora mismo voy a cometer el error de confiar en usted para que pueda distinguir entre ambos. Los correos que estén marcados como leídos ignórelos y cualquier cambio en mi agenda, por favor hágamelo saber, ¿está bien?
—Está bien, señor, ¿algo más?
—Necesito que planifiques una cita con el gerente de Samsung en Boston para cualquier día de la próxima semana. Todo lo que necesitas está en la carpeta de tu computador llamada Proyectos Pasquarelli Holdings. Hazlo ahora —chasqueó y volvió a su oficina.Entre dientes y soltando más maldiciones, presioné la carpeta. Había tantas carpetas dentro de aquella, que logré marearme, hasta que luego de una ardua búsqueda por la letra S encontré la que ponía Samsung.
Pasquarelli Technology Holdings era una empresa independiente que financiaba y creaba proyectos tecnológicos de toda clase, por lo que tenía contactos entre las empresas más importantes de Estados Unidos y del mundo. La empresa había sido creada hacía varios años por el padre de Ruggero y mejor amigo de mi padre: Carlos Pasquarelli, y había tenido un éxito indiscutible.
Luego de planificar la cita para las tres de la tarde el siguiente lunes, entré al correo electrónico y me encargué de responder los correos que pudiera porque no estaba necesariamente con ganas de entrar a la oficina de mi jefe y ver su ceño fruncido. Básicamente la mayoría se trataban de aprobaciones de proyectos, confirmaciones y planificaciones de citas entre otros. Había decenas de correos solo de ese día, y cuando acabé de contestar todos, ya era la hora del almuerzo, y por primera vez en el día sentí un poco de tensión bajar de mis hombros. El trabajo hasta el momento no había sido exactamente difícil, pero sí agotador.
—Señor Pasquarelli, voy a retirarme a almorzar. ¿Desea algo más antes de que me vaya? —pregunté sonriendo amablemente.
—Entréguele esto a la persona a cargo de recepción y dígale que vendrán por él a eso de las dos un hombre llamado Sebastian Miller—me extendió un sobre sin mirarme, y yo tuve que contener las ganas de arrebatárselo bruscamente.Cogí el sobre y un escalofrío involuntario recorrió mi cuerpo cuando sus largos dedos rozaron con los míos al entregarme el sobre.
—Permiso —murmuré y salí precipitadamente, angustiada por lo que había sucedido… Dios, de seguro no era nada, quizás simplemente era su aura darle escalofríos a la gente.
Estaban esperando el ascensor cuando pensé que no había sido un escalofrío de esos que me daba cuando me miraba con el ceño fruncido. Este había sido más… suave y cálido.
Espero que le allá gustado los quiero si quieren maratón dejen sus comentarios besos😘 ~fefa~
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"mi odioso jefe"[terminada]
FanficLuego de gastar una suma caóticamente exagerada en un auto deportivo, Karol Sevilla tiene que asumir las consecuencias de sus actos: o es desprenderse totalmente de sus padres para valerse por sí misma, estudiar una carrera que odia en la universida...