Comencé a decirme a mí misma que era ridículo que estuviera pensando en besarlo, porque era mi jefe y obviamente él no estaba pensando nada parecido. Además, incluso si me deshiciera de todas las razones por las cuales no podía besarlo, él seguía siendo demasiado alto como para alcanzar sus labios, incluso con los tacones de diez centímetros, y al menos que él decidiera inclinarse un poco o que yo mágicamente creciera diez centímetros más y me subiera encima de dos resmas de hojas, eso no iba a pasar.
—Karol, si yo fuera tú, me apartaría ahora mismo —él dijo, su voz era engañosamente suave. Levanté mi rostro para poder mirarlo. Sus ojos se veían negros en la oscuridad. Tan malditamente sexys y excitantes.
—¿Por qué? —pregunté en un susurro, sin poder dejar de mirarlo.Necesitaba besarlo.
Ruggero gruñó algo entre dientes y de un momento a otro sus labios estaban contra los míos. Mis ojos se abrieron como platos y por un segundo mi cerebro se desconectó completamente. No podía ni siquiera moverme o pestañar. Creo que ni siquiera podía respirar, pero no estaba segura. Los labios de Ruggero se movieron con desesperación contra los míos, buscando algún tipo de reacción, pero estaba petrificada.
Mi jefe acababa de besarme.
Procesando todo, encontré de alguna forma la manera de volver a conectar mi cerebro para mover mis extremidades. Gemí contra sus labios y pasé mis brazos alrededor de su cuello mientras sus grandes manos agarraban mis caderas y me empujaban contra él.
Ignorando todas las razones por las cuales no deberíamos estar haciendo esto, me dejé arrastrar por el beso y abrí mi boca para dejar que tuviera acceso ilimitado a ella. Ruggero sabía a menta y olía a jabón y a perfume caro, pero era ese sabor peculiar de sus labios y un aroma desconocido que desprendía naturalmente lo que me estaba volviendo loca, junto con sus manos ejerciendo la presión correcta alrededor de mi cadera.
La oscuridad de la habitación tampoco ayudó a que mi sentido racional trabajara con mayor… racionalidad. En vez de eso, se había activado cada sensor femenino de mi cuerpo y todos y cada uno de ellos ansiaban a Ruggero Pasquarelli por todas partes donde pudieran tenerlo. En algún momento determinado entre mi impresión y desconcierto, encontré la manera de apagar las alarmas de mi cerebro y cerrar los ojos, disfrutando plenamente cada acto, desde el beso que había tomado una insana y rápida profundidad hasta sus manos acariciando mi espalda de arriba abajo y las mías enredándose y desordenando su cabello castaño en todas direcciones.
Me dejé llevar por él cuando comenzó a caminar hacia delante, hasta que mi trasero chocó contra el borde del escritorio donde estaban amontonados todos los folios y no pudimos seguir avanzando. Las manos de Ruggero ascendieron hasta encontrar mis muslos y me levantaron, dejándome sobre la mesa. Él se coló entre mis piernas y mi falda de tubo fue a parar a un lugar donde no cubría mi ropa interior por completo, y aun así dejé que esta locura siguiera y rodeé su cintura con mis piernas, apretándolo contra mí al mismo tiempo que presioné la parte posterior de su cuello para acercar nuestros labios incluso más, si es que aún quedaba un milímetro de distancia por acortar, para luego desabrochar rápidamente el nudo de su corbata y deshacerme de ella.
Las manos de Ruggero encontraron el dobladillo de mi blusa y se colaron debajo de ella, acariciando toda la longitud de mi espalda y haciendo que toda mi piel se erizara, justo después de tirar de mi blazer hasta que éste encontró el suelo, entonces me permití a mí misma tirar de su saco de dos mil dólares para que se uniera con mi blazer, y como estaba muy lejos de tener paciencia en absoluto, simplemente tiré de su camisa y los botones se desprendieron por todas partes de la habitación, y justo como me había imaginado, él tenía unos malditos, sexys, duros y bien trabajados abdominales.
Usando más paciencia de la que yo tenía, sus dedos desabrocharon los botones de mi blusa tan rápido como si hubiera practicado el movimiento toda su vida, entonces nuestros pechos se presionaron cuando ambos inhalamos bruscamente, nuestras pieles solo siendo separadas por la fina tela de encaje de mi sujetador.
Sin dejar de besarme, Ruggero se las arregló para tirar todos los papeles del escritorio al suelo. La oficina se convirtió de pronto en un lío de pendas y papeles por todas partes pero a él, que era un maniático del orden y del control, no pareció importarle. La mesa crujió bajo nuestro peso cuando Ruggero me empujó contra ella, de modo que ahora podía sentir parte de su peso presionando contra mí. Con un suspiro de puro gusto, empujé la camisa por sus brazos hasta que se unió a las demás prendas también, dejando a la vista los trabajados y duros músculos de sus brazos, la estrecha cintura y los músculos tensos de su espalda que se tensaban incluso más cuando mis manos pasaban sobre ellos.
—No deberíamos estar haciendo esto —susurré entre jadeos en un momento de claridad mental.
—Como el infierno que no deberíamos —gruñó Ruggero y presionó sus labios bruscamente sobre los míos.Nuestros cuerpos estaban presionándose en todos los lugares correctos, y nuestras manos eran ávidas mientras viajaban alrededor del cuerpo del otro. No había ninguna prisa, pero por el modo en que nos lo estábamos tomando parecía como si esta fuera la última vez que íbamos a vernos. Los labios de Ruggero descendieron a través de mi rostro, besando mi mandíbula antes de comenzar a besar y a mordisquear mi cuello sin condescendencia alguna. Gemí y enterré mis uñas en su espalda, asegurándome de dejar una marca justo como él probablemente había hecho en mi cuello.
Y justo cuando pensé que esto no podía ser mejor de lo que ya era, alguien tocó la puerta y ambos nos paralizamos.
—¿Señor Pasquarelli? —una voz masculina sonó desde fuera del despacho—. Conseguí los papeles que me pidió.
Ruggero gruñó algo entre dientes y se separó de mí como un relámpago, maldiciendo por lo bajo mientras se desordenaba el cabello nerviosamente con una mano. Enseguida extrañé su cercanía, y la realidad pareció tardarse un poco en aparecer delante de mí, porque Ruggero ya se estaba poniendo de vuelta su camisa sin mucho éxito por los botones rotos.
—Estoy algo ocupado ahora, Oliver. ¿Te importaría volver en cinco minutos? —gritó Ruggero para ser escuchado. Hubo un breve silencio.
—Claro, señor —dijo, y ambos escuchamos los pasos alejarse de la oficina.
—Oh mi dios —gemí cuando la realidad por fin me asaltó. Había dejado que mi jefe, mi maldito jefe me tirara contra el escritorio de su oficina media desnuda, mientras yo me las arreglaba para desnudarlo a él también.¿Qué EN EL MUNDO me había poseído para hacer eso?
No era qué, sino quién. Su maldita arrogancia, su expresión impasible, su cabello desordenado y sus profundos ojos Cafes se habían metido debajo de mi piel demasiado rápido y me habían dejado arrinconada y sin opciones. Había deseado esto probablemente desde el primer momento en que lo vi y jamás hubiera podido detenerlo. Hubiera podido contenerme a mí misma, pero no podía contenerlo a él, y una vez que hube probado sus labios, no había vuelta atrás.
Ahora él se estaba vistiendo y yo estaba demasiado paralizada (otra vez) como para hacer movimiento alguno. Ahora no solo estaba paralizada, estaba consternada conmigo misma y con él también. Él me había besado, esto no era mi culpa, era la culpa de ambos. ¿Entonces por qué me sentía como que yo era la única idiota aquí?
De alguna manera me las arreglé para bajarme del escritorio y coger mi ropa.
—Señorita Sevilla, esto no debió haber sucedido —Ruggero no me miraba, y eso solo hizo que mi rabia fuera en aumento junto con mi dolor—. Lo siento mucho.
—No se disculpe, señor Pasquarelli —gruñí—. Esto fue con el consentimiento de ambos.
—Lo sé. Aún así —su voz era más grave de lo normal—. Esto no puede volver a pasar.
—No se preocupe, no volverá a pasar —me sentí como una estúpida por haber dejado que me besara. Me sentía como una estúpida porque me había gustado.Arreglándome mi cabello finalmente, salí del despacho sin decir ninguna palabra, cerrando la puerta demasiado fuerte detrás de mí.
Mientras caminaba hacia el hotel que quedaba a tan solo una cuadra de distancia de la oficina, me pregunté en qué nos convertía lo que acababa de pasar.
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~fefa~
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"mi odioso jefe"[terminada]
FanficLuego de gastar una suma caóticamente exagerada en un auto deportivo, Karol Sevilla tiene que asumir las consecuencias de sus actos: o es desprenderse totalmente de sus padres para valerse por sí misma, estudiar una carrera que odia en la universida...