Con mi mente ya hecha, y luego de varios largos minutos de esperar encontrar un taxi que se encontrara vacío a las seis de la tarde un día de semana en Boston, iba camino a la casa de mis padres lista para soltarles la noticia de que no iba a seguir en su juego.
Les diría que renuncié a trabajar con Ruggero y les diría que no iba a ser su marioneta corporativa, así que dejando esas opciones de lado, les explicaría que ellos tenían razón. Era hora de que, con 22 años, comenzara a valerme sola. De todos modos, sin la danza y sin el ánimo de hacer compras estúpidamente caras, no era que el dinero fuera un problema. Tenía suficiente para subsistir durante el embarazo, y si todo salía bien, tenía para sobrevivir durante unos cuantos meses más luego de que naciera el bebé.
Obviamente, esto último no pensaba decírselo a mis padres por nada en el mundo. Tendría que confesar la verdad eventualmente, claro. Tendría que mentir (de nuevo) y decirles que había sido una aventura de una noche en California y además tendría que mentir sobre la edad del niño/niña para que las fechas coincidieran. Lo más probable era que me enviaran al mismo infierno, pero guardaría la pequeña esperanza en mi pecho de que lo entenderían y me apoyarían… aunque bueno, ellos nunca habían sido exactamente el tipo de padres que apoyaban a sus hijos, y si no me habían apoyado con algo tan trivial como bailar… no me imaginaba cómo podrían apoyarme con algo como un bebé. Si no fuera porque Ruggero podría enterarse, incluso les diría la verdad ahora, para ahorrarme el suspenso, pero no podía.
La última vez que había estado en casa de mis padres fue cuando Ruggero me había escupido en la cara que quizás seguía enamorado de Cande. ¿Por qué lo había hecho? No tengo idea, sin embargo él me había dicho eventualmente que una relación entre ellos dos no iba a pasar, y me fui sin saber qué creer, y no era como si el hecho de que él no siguiera sintiendo algo por ella me diera una oportunidad a mí, lo cual comprobé un poco después cuando las visitas de Cande comenzaron a hacerse diarias.
¿Qué habrá pasado con ellos? No tenía una idea muy certera. Cuando había besado a Ruggero aquel día en su oficina, lo hice sabiendo que Candelaria nos vería, y ya que Ruggero había estado demasiado petrificado como para apartarse o apartarme enseguida, Cande había probablemente creído que él me habría seguido el beso si yo no me hubiera apartado eventualmente.
En serio no había querido arruinar nada entre ellos. En realidad, a pesar de que el sentimiento no era recíproco, lo que menos quería era lastimar a Ruggero de cualquier forma, pero estaba embarazada, celosa y molesta. Esa revolución de hormonas pudo conmigo.
Pero a esta altura no podía importar menos. Con todo lo que había pasado y con mi vida rompiéndose poco a poco, uno creería que mi mente no se pasa todo el día pensando en Ruggero y en lo mucho que aún seguía amándolo.
Pues estaban equivocados.
Mi mente se iba turnando para aterrorizarme con pensamientos de Ruggero y del lío en el que estaba metida. Luego le gustaba torturarme con el hecho de que las nacionales, el sueño de toda bailarina, estaba muy lejos de mí ahora que estaba embarazada, y esperar otros cuatro años a que ellas volvieran y se fijaran en mí parecía algo imposible. Ya me había rendido con eso.
La empleada que trabajaba aquí unos meses antes de mi partida me abrió la puerta y me dedicó una sonrisa que yo apenas pude responder. Al parecer, se me había olvidado un poco cómo sonreír, pero había sido un buen intento.
Mis padres, como siempre, estaban demasiado ocupados en su trabajo para atenderme enseguida, y solo me prestaron atención luego de que les dijera que tenía que comunicarles algo urgente y que no podía esperar, sin embargo, con celular en mano, siguieron monitoreando lo que sea que estaban haciendo mientras se sentaban frente a mí en la sala de estar.
Suspiré pesadamente, esta escena era más repetitiva de lo que alcanzaba a poner en palabras.
—¿Qué pasa, Karol? —preguntó mi madre, al darse cuenta de que yo no estaba comenzando a hablar. Probablemente querían deshacerse rápido de mí.
—Bueno, según veo, nuestro chico de oro no les ha dado la noticia —repentinamente, mis manos estaban sudando.
—¿Te refieres a Ruggero? —mi mamá me miró por sobre sus anteojos.
—Sí, me refiero a Ruggero —me obligué a mantener la calma.
—Algo me dice que esto no me va a gustar —dijo mi padre, hablando por primera vez.
—No. Sí. Quizás… la verdad no podría estar segura.
—Karol, si él te despidió por algo que hiciste sabes que tendrás que…
—No, Ruggero no me despidió —dije, tomando una bocanada de aire. Ahora tenía la atención total de ambos—. Yo renuncié.
—¿Renunciaste? —el ceño de papá de hizo notorio—. ¿Por qué en el mundo harías algo como eso?
—Porque estar ahí no es lo que necesito. No es lo que quiero —negué con la cabeza, mirando fijamente mis manos mientras hablaba—. Y he decidido que estudiar en la universidad algo que no quiero estudiar tampoco es lo que quiero.
—Karol, no tienes más opción que…
—Sí, mamá, tengo otra opción, y es la que debí haber tomado en cuanto esto sucedió, pero las cosas que han sucedido estos meses… me han hecho crecer como persona. Puede resultar tonto, pero creo que he madurado un poco y es hora de que lleve mi vida por mi cuenta. No quiero depender más de ustedes y sinceramente tampoco quiero verlos o escucharlos ni nada de eso. Nunca se interesaron por mí y debí haber visto eso hace mucho tiempo atrás.
—¿¡Interesarnos por ti!? ¡Te hemos dado todo lo que necesitabas! ¡Nunca te negamos nada! —mi mamá levantó la voz considerablemente.
—Pasarme una tarjeta de crédito y decirme que puedo comprar lo que necesite no es cuidarme. Es solo dinero, el dinero es fácil de dar cuando tienes millones de dólares en tu cuenta bancaria. ¿Pero lo demás? Lo siento, mamá, si crees que el dinero es darme todo lo que necesitaba. Adivina qué, no lo era.
—¡No tienes a dónde ir! —gritó mi mamá, logrando efectivamente que yo y mi papá saltáramos en el asiento—. Sabes que no puedes estar por ti misma, ¡te comerían los perros en tan solo días!
—Sí, mamá, claro —me reí secamente—, pero creo que si me comen los perros o no ya no es asunto tuyo.Mi mamá iba a explotar de nuevo, pero papá le dio un apretón en el brazo, invitándola a calmarse.
—Karol, por favor —esta vez fue él quien habló—. Esto es una tontería. Hablaremos con Ruggero, le diremos que todo fue un malentendido y que tú…
—¡No! ¡Esto no es un malentendido! Entiendan, ustedes tenían razón, se supone que tengo que afrontar esto como la mujer que se supone que soy y no quiero que le digan nada a Ruggero.Me levanté, dispuesta a irme sin decir ninguna clase de adiós, pero me di vuelta justo en la entrada, enfrentándome con la mirada atónita de mis padres.
Sonreí ampliamente, pero la sonrisa se sintió tan falsa que mi estómago se revolvió.
—En realidad, sí hay algo. Pueden decirle a Ruggero Pasquarelli que puede irse bien a la mierda.
Y de un portazo, abandoné la casa.
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Hola, Hola como están espero que bien aquí les traigo otro capítulo se que no es de alto impacto pero vamos para allá.
Si quieren otro cap hoy comenten por que se viene bueno pero lo que se llama bueno..
L@s quiero mucho no se olviden de votar, comentar y seguirme besos😘 ~fefa~
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"mi odioso jefe"[terminada]
FanfictionLuego de gastar una suma caóticamente exagerada en un auto deportivo, Karol Sevilla tiene que asumir las consecuencias de sus actos: o es desprenderse totalmente de sus padres para valerse por sí misma, estudiar una carrera que odia en la universida...