mi odioso jefe (cap 18) maratón 2/5

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El trayecto en la limusina (sí, limusina) había sido bastante corto, y nos había dejado en el centro de Seattle en uno de los restaurantes más prestigiosos de toda la ciudad y quizás de todo el estado de Washington. Ruggero no había hablado mucho, y no habíamos hablado en ningún momento sobre lo que había pasado entre nosotros. Tampoco intentó hacer ningún movimiento, lo cual me decepcionó bastante. Quizás tenía alguna oportunidad luego de la cena, y solo quizás, ese revolcón de una noche podría convertirse en uno de dos.

Los Pierce ya estaban esperando en una mesa cuando nosotros llegamos, riéndose contagiosamente mientras miraban el menú. Hicimos las presentaciones adecuadas y nos sentamos frente a ellos. Todo mi cuerpo fue consciente de la cercanía de Ruggero y tuve que hacer acoplo de toda mi fuerza de voluntad para no lanzarme sobre él, porque eso definitivamente no sería adecuado en un lugar como éste… o en ningún lugar.

Tampoco sabía qué pensaba él, más de lo poco que había notado antes de irnos y quizás incluso había sido solo mi imaginación. No es que creyera que yo fuera el tipo de chica que no atraía a los chicos, pero Ruggero estaba tan malditamente fuera de mi liga, incluso para la cosa de sexo de una noche, porque él era todo lo que yo nunca sería. Apostaba a que mis padres lo querían a él más que a mí, por muy triste que eso sonara.

Pronto dejé de pensar en eso, porque estaba distrayéndome exitosamente de la cena.

Michael Pierce era un estirado, quizás un poco como Ruggero, pero su esposa era tan risueña que pronto me sacó fuera del sector incomodidad. Yo nunca había encajado en estos restaurantes caros y formales, incluso cuando era una aficionada a gastar mucho dinero en cosas sin mucho sentido, como comida que no llenaba el estómago de nadie pero sí vaciaba sus billeteras.

Alternábamos nuestras conversaciones entre negocios y otras cosas banales. Cuando los hombres se internaban en dichas conversaciones, con Clary, la esposa de Michael, simplemente comenzábamos a cotillear sobre lo primero que se nos ocurría. Ella era mucho mayor que yo, pero tenía el alma de una niña.

—Entonces, ustedes —Clary nos miró con una enorme sonrisa en su rostro—. ¿Cuánto tiempo llevan saliendo?

Estuve a punto de abrir mi boca para aclararle que nosotros no estábamos saliendo, pero la mano de Ruggero se apretó en la piel desnuda de mi muslo, callándome efectivamente.

—Llevamos saliendo un año y medio —dijo él, y me lanzó una mirada como para que no fuera a estropear nada.

Entonces el camarero llegó con nuestra orden, y me vi libre de preguntarle a mi supuesto novio qué demonios había sido eso. Él me dijo entonces que si nos ganábamos a la esposa de Michael con una historia romántica, nos íbamos a ganar a su marido por consecuencia, así que simplemente tuve que aceptar a regañadientes y actuar mi papel.

Estuve enfurruñada los primeros dos minutos, hasta que Ruggero tomó mi mano y depositó un beso en la palma, sin despegar sus ojos de los míos, y me dijo que me veía hermosa esta noche. Mentira o no, hizo que me derritiera un poco.

—Oh, ustedes lucen tan lindos juntos —siguió Clary, risueña, viéndonos como si de alguna forma le recordáramos a ella y a su marido cuando eran jóvenes.—. ¿Cómo se conocieron?

Había sido fácil engañarlos, y Ruggero era un excelente mentiroso, porque se había montado increíbles historias sobre cómo ya estábamos comprometidos, sobre nuestro viaje a Cancún y nuestra visita a la torre Eiffel, mientras Michael y Clary nos contaban algunas de sus anécdotas también, solo que las de ellos… bueno, eran reales.

—Nosotros nos conocemos desde que nacimos —Ruggero envió una cálida sonrisa en mi dirección. Sentí todo mi cuerpo temblar, Él jamás me había sonreído así—. Verán, nuestras familias son antiguos amigos de los Sevilla.
—¿Los Sevilla? —Michael me miró, como si intentara verificar que yo era una Sevilla—. ¡Vaya! No te había reconocido. Me acuerdo haberte visto hace varios años en una reunión que tuve con tu padre. Pero ya has crecido mucho desde eso —sonrió.
—Oh, eso es tan tierno —dijo Clary con su voz subiendo una octava—. Se nota lo enamorados que están. Las miraditas furtivas, las sonrisas…

Ruggero volvió a mirarme con su sonrisa cálida, y me vi perdida en ella.

—Lo sé —dijo—. Ella es mi todo, no sé qué habría hecho si no la hubiera conocido —su mano se entrelazó con la mía, sin dejar de mirarme en ningún momento. Yo estaba como hipnotizada, y mi corazón comenzó a palpitar a una rapidez desconocida—. La amo, haría lo que fuera por Karol.

Ruggero puso uno de los muchos cabellos que se encontraban sobre mi rostro detrás de mi oreja, y algo hizo clic dentro de mí, y luego algo se quebró estruendosamente, y solo era consciente de su sonrisa, sus ojos, y el sonido de mi corazón palpitando en mi pecho tan fuerte que podía sentir como mi cuerpo temblaba con fiereza. Dulces escalofríos tomaron el control no solo de mi cuerpo, sino que de mi alma también, y supe, en ese exacto momento, que algo había cambiado dentro de mí mientras miraba su sonrisa dedicada solamente a mí. A nadie más. Ésa sonrisa me pertenecía, incluso si todo era un acto. Ésa sonrisa no podía ser fingida de ninguna manera, tenía que ser real. Mía.

Mis paredes se siguieron quebrando a mi alrededor, sin ser muy consciente de lo que estaba sucediendo en el mundo exterior. Los dedos de Ruggero acariciaron suavemente mi mano y me volví a ir en picada contra el mismísimo infierno, y luego todo mi ser estaba quemando con una fuerza abrasadora. Estaba cayendo tan fuerte, que dolía, y sabía que estaba tan mal, pero incluso cuando me había dicho que no había manera de que me pudiera enamorar de un idiota como él… Dioses, había estado tan equivocada.

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~fefa~

"mi odioso jefe"[terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora