Marcie me miró asombrada.
-Suertuda- gesticuló con los labios entornando los ojos.
Sonreí.
-¿Has terminado por hoy?- preguntó Harry sacándome de mis cavilaciones. Asentí. – ¿Quieres irte ya?
Asentí una vez más, con la emoción a flor de piel.
Marcie me tomó de la mano y me arrastró al vestuario.
-Oh Dios, el es encantador- dijo ella con una risita tomando un trozo de algodón y quitándome el maquillaje. –Cuídate ésta noche, Liejett. No quiero ser tía a tan corta edad- casi me atraganté.
-Cállate. Con él, no se sabe que debes esperar- me quejé. –Es un jodido y perfecto impredecible.
-Y te encanta- afirmó Marcie muy segura. Asentí a modo de rendición. Ella quitó todo el maquillaje y acomodé un poco mi cabello.
Reemplacé mis shorts de cuero, por unos jeans al cuerpo y mi blusa corta y escotada, por una de tirantes blanca. Pasé los brazos por las mangas de un sweater rosa pálido y controlé mi cabello, inusualmente rebelde, en una coleta alta. Algunos mechones cayeron sobre mis sienes.
-Oh… luces tan bonita- dijo Marcie. –Lo eres. Te prefiero así que con maquillaje.
Sonreí.
-Digo lo mismo de ti- opiné mientras guardaba la ropa en mi bolso y luego me echaba algo de perfume.
-Estás encantadora. Nadie diría que eres una stripper- dijo ella divertida.
{Narra Harry}
Estaba tan jodidamente nervioso. ¿Por qué? Demonios, ella lucía tan… despreocupada.
Eso me irritaba, ¿porqué podía mostrarse tan tranquila y natural y yo no?
Esperaba en el taburete cerca de la barra cuando la vi salir por las puertas del vestuario junto a Marcie.
Un sweater y unos jeans, oh dios… lucía tan… sencilla, tan dulce...
¿Quién diría que detrás de aquella ropa se escondía una stripper de infarto?
Los hombres la observaban asombrados, sin creerse lo que veían… ¿___________ Liejett? ¿Luciendo como un perfecto ángel?
Se acercó a mí y le dio un beso en la mejilla a su amiga, recordándole algo en voz baja.
Tomó mi mano y me guío a través del pasillo.
-La última vez que te vi así estabas en la academia- musité entrelazando nuestros dedos. –Estás preciosa.
-La mitad de los hombres aquí dirían que lucía mejor en shorts pequeños y camisas ajustadas- dijo ella divertida. –Oh y claro… con tres toneladas de rímel y labial encima.
-No lo creo. Luces tan bonita… creo que ésta eres tú- dije en voz baja y aparté mi mano de la suya para engancharla a su cintura. Su pequeño cuerpo lucía tan frágil junto a mí.
Ella sonrió y pasó su brazo por mi cadera.
Una vez que estuvimos afuera la helada brisa de otoño nos hizo tiritar por lo que la envolví en brazos y caminamos rápido hacia el coche.
-¿Qué haremos ésta noche?- preguntó mientras encendía la calefacción y yo ponía el motor en marcha. – ¿Iremos a tu casa?
Asentí, tragando saliva.
-¿Es muy lejos?- preguntó luego de un rato.
-A unas treinta manzanas de aquí- le respondí con los ojos en el camino.
-¿Te gustaría hablar mientras tanto?
La observé y me entregó una sonrisita ladina.
Tan encantadora…
Asentí.
-¿Cómo te ha ido hoy en el trabajo?
Oh vaya pregunta…
-Supongo que bien. Fue un día bastante movido- expliqué frenando ante el semáforo en rojo. –Hoy entregamos las fotos en la academia.
Ella asintió.
-Estoy segura de que la directora quedará encantada- dijo mirando a través del cristal. -¿Tu estudio queda cerca de tu casa?- preguntó volviendo su vista a mí.
Sus ojos grises, cálidamente tranquilos.
¿Quién eres y qué has hecho con la fiera de _________ Liejett?
-Masomenos, queda en el centro de la ciudad. Algún día puedo llevarte si quieres…
-Pues claro, ya me gustaría verte en acción- dijo divertida y noté algo capcioso en sus palabras. ¿Estaba seduciéndome? Porqué está funcionando.
Me removí en mi asiento.
-Me sorprendió tu explicación acerca de esa pintura… -dije recordando la triste inspiración de su obra de arte. –No creí que fueras…
-¿Una niña solitaria?- preguntó con una risita. –Admítelo, ni siquiera creíste que fuera de la alta sociedad, ¿verdad? –Asentí avergonzado. –Pues no lo soy, mis padres sí- explicó. –Mi madre sobretodo, es bastante superficial.
La observé. Ella no lucía así.
-¿He de suponer que el favorito es tu padre?
Ella soltó una carcajada bajita.
-Así es. Aunque el también es frío y calculador pero en lo que respecta a mí, la mayoría de las veces ha sido más comprensivo que mi madre. Supongo que es más tímido.
Acaricié sus dedos con mi mano y ella se quedó mirándome, con aquella mirada gris y seductora, que me volvía loco y me llevaba muy lejos de allí.
Puse los ojos en el camino, pero sin soltar su mano. El contacto se me hacía tan íntimo, tan natural.
-¿Y tus padres?- preguntó jugando con mis dedos.