{Narras tú}
-Estamos honrados por su presencia el día de hoy. Espero disfruten de nuestra exposición y el talento de nuestros alumnos… -y con esas palabras todo el mundo estalló en aplausos cuando la directora concluyó con su orgulloso discursito de vieja estirada.
La gente comenzó a moverse a través de las columnas, observando estrictamente cada cuadro.
No me hallaba tan nerviosa de costumbre, creo que el hecho de estar algo deprimida te quita cualquier otra emoción del cuerpo.
Oh Dios, eso sonó tan pesimista.
Con mi copa de champagne en mano, como siempre, di detalladas explicaciones acerca de cada pintura. En qué me inspiré, por qué use esos colores o ese trazo, etcétera.
Mis padres asistieron la primera hora y extrañamente estuvieron a mi lado, y también apreciando otras obras. Luego regresaron a una junta con el personal de la empresa que tenían esa tarde.
Marcie llegó, afortunadamente, luego de que ellos se fueran.
-Traigo una sorpresita- murmuró cuando me abrazó. Me aparté suavemente mirándola con una ceja arqueada. Me señaló con la cabeza a su “sorpresita”.
Harry venía vestido de traje y el cabello alborotado.
Hacía semanas que no lo veía, diablos, ¿es posible que esté aun más lindo de lo habitual?
Contraje el estómago al sentir el familiar cosquilleo cuando él estaba cerca.
Sentí mis mejillas acalorarse sin ninguna estúpida razón.
-¿Cómo que “sorpresita”?- dije entredientes antes de que Harry se acercase. Marcie soltó una risita y me guiñó un ojo, distraídamente fingió que miraba otras pinturas.
Mordí el interior de mi mejilla y desvié la mirada cuando él se acercó.
«Jesús, ¿acaso puedes ser más obvia?»
El me miró y sin decir nada, besó mi mejilla. Sentí sonrojarme aun más.
Harry sonrió.
-¿Cuándo terminará la exposición?- dijo con voz ronca y masculina.
«Hmmm… como extrañaba ese tonito.»
¡Díganme que no estoy soñando con esto! ¿Y si ahora aparece Becca vestida de novia y rodeada de sus hijos?
«No seas ridícula» se quejó una vocecita en mi interior.
-Uhmm… -una respuesta tan inteligente. –En unos quince minutos.
El acomodó un mechón de mi cabello y volvió a sonreírme, fulminando cualquier defensa, dolor, rabia o molestia existente. Reprimí un suspiro de placer cuando me miró fijamente.
He extrañado tanto esos ojos. Esa mirada verde que puede arrastrarme a dónde sea tan sólo con posarse en la mía.
Apartó su mano suavemente de mi rostro y bajó la mirada. Frunció el ceño pero no perdió la sonrisa. Dios, demasiado atractivo…
De repente, dio media vuelta y desapareció entre la gente.
¿Por qué hace eso? ¿Por qué viene, me enamora, y luego se va?
«Tú también hiciste lo mismo» me recordó mi consciencia.
Abrí los ojos como platos. ¿Y si esto era una venganza?
«Oh vamos. Él no es consciente de lo que causa en ti. ¿O sí? No lo haría deliberadamente.»
Cuando la exposición terminó, me decepcioné al ver que Harry ya no estaba.
Marcie se acercó con una sonrisa.
-¿Y?- preguntó. Me encogí de hombros confundida. -¿Qué ha sucedido?
-Nada- lamentablemente, quise agregar. –No ha sucedido nada.
-¿Qué? ¿No hablaron? ¿Absolutamente nada?- cuestionó sorprendida.
-Sólo me preguntó cuando terminaría la exposición y se marchó.
Oh, eso suena tan patético.
-¿Y tú no le dijiste nada? Oh vamos, mueres por él- dijo Marcie y supe que estaba intentando contener la calma. La última vez que habíamos discutido sobre el asunto, ella se había marchado dando un portazo en mi cara.
-¿Qué puedo decirle, Marcie?
-Hace dos fines de semana que no vas a Anacks, estás haciendo lo que el te pidió desde un principio. ¿Por qué no están juntos? Ya no hay problemas.
Mantuve la boca en una línea recta y me acerqué para decirle en voz baja:
-¿Podrías dejar de presionarme?- pregunté retóricamente, ella arqueó una ceja. –No quiero esto, Marcie. Me he enamorado de él, ¿bien? Pero está casado, y ya sabes como pueden terminar las cosas cuando un tipo está casado. Tú mejor que nadie deberías saberlo.
Bien, ése fue un golpe bajo.
Recordarle el peor momento de su vida definitivamente fue una estupidez.
Ella frunció el ceño pero no dijo nada.
Iba a pedir disculpas, pero sabía que aquella era la única forma de que no me molestara más con el asunto.
Cuando todas las personas se retiraron del lugar, tomé mi bolso y me largué. Hoy no era mi día. De hecho comienzo a pensar que nunca lo es.
Guardé las cosas en mi casillero y cerré de un portazo. «Las cosas no siempre salen como uno quiere, pero hay que aprender a vivir con ello.»
Caminé indecisa por el pasillo de salida y todo pasó en un segundo.
La calidez de una mano rozó mi brazo y me atrajo hacia su dueño.
Lo único que escuche fue el ruido de la puerta al cerrarse.
Pronto me encontré acorralada entre el protagonista de mis sueños y pesadillas, y la pared del cuarto de limpieza