Ésta debe haber sido la mejor tarde de mi vida.
En el sofá, en la ducha, y quizá nos veamos por la noche.
Del uno a la Virgen María, ¿qué tan buena he sido en otra vida para merecer esto?
-No puedo creer que hayamos tenido que re-calentar la comida- dije con pena mientras Harry conducía a casa.
El me miró soltando una carcajada, divertido.
-Yo no he sido él que se ha abalanzado sobre ti antes de almorzar- me recordó y me sonrojé.
Exacto. Supongo que después de una hora de verlo cocinar, mis hormonas estarían un poco… uhmm… ¿alteradas?
Por lo que ni siquiera había probado bocado cuando no me resistí y lo arrastré hasta el sofá.
Diablos. En realidad había sido una buena idea.
El estacionó a dos manzanas de casa como habíamos acordado.
-Algún día me gustaría estacionarme frente a tu casa- dijo en voz baja, jugando con mis dedos. Lo observé nerviosa y el negó con la cabeza. –No te estoy presionando. Será cuando tenga que ser.
La idea de que Harry y mis padres se conocieran era algo… fatal. Principalmente porque estoy al menos un ochenta por ciento segura de que mis progenitores inventarían unas tres o cuatro mil excusas acerca de por qué no debería estar con él, también porque temía que Harry saliera espantado, y quizá porque además, eso sería dar un paso bastante importante, al menos a mi parecer.
Aun no estaba segura de nada, no es que no disfrutara de lo que me estaba pasando con él, pero tenía mis momentos de inseguridad.
-Gracias- sonreí breve y con mi pulgar acaricié el dorso de su mano que era el doble de grande de la mía.
El llevo mis dedos a su boca y dejó un suave y dulce beso en cada uno.
Me estremecí interiormente.
«No puedes hacer esto y luego pretender que no te arrastre a follar a la primera superficie adecuada que encuentre.»
Pero pese a todo, el parecía comportarse de manera inconsciente. Sumido en sus pensamientos. Como si su cuerpo se hallara conmigo, pero su mente en algún lugar extremadamente lejos de allí.
Me pregunté en qué demonios pensaba tanto, ¿o quizá fuera algo distraído? « ¿Algo?» se burló mi subconsciente.
Bien, supongo que ya tendríamos tiempo para hablar, conocernos, y esas cosas…
«Hmm, suena bien.»
-Gracias por lo de hoy- musité y tomé mi bolso del asiento trasero.
-Ha sido un placer cocinar para ti y…
Se quedó en silencio observándome con una sonrisa pícara, me sonrojé de pies a cabeza.
¿Desde cuándo me avergüenzo tanto?
-Lo sé. Ahora me recordarás la friki sexual que fui. Éste no es un asunto de broma, Harry- me quejé bromeando y él me miró divertido.
(…)
La noche del jueves mientras hacía algunos bocetos en mi cuaderno, sonó mi celular.
«Ya se siente el fin de semana. ¿Irás, verdad?»
Era Marcie.
Rápidamente tecleé la respuesta.
«Por supuesto que sí. Sabes que nunca me pierdo una noche en Anacks»
«No lo sé. Ahora empiezo a dudarlo. Pensé que no lo harías por Harry»
Oh oh… me había olvidado de ese gigantesco y sensual detalle.
«Harry no cambia nada» concluí y apagué mi teléfono.
Lo sé…
Bien, ¿qué digo? No sé una mierda. ¿Qué debo hacer?
Me encanta tanto estar con Harry,… pero bailar es… mi vida.
Sí, sí, quizá podría hacerlo en otros términos pero honestamente la mirada deseosa de un hombre me alimenta. Saber que tengo el control es una sensación adictiva.
Quizá deba ir al psicólogo.
Se escuchó un golpe en la puerta de mi habitación y luego mi madre se asomó.
-Hola- dijo acercándose a mi cama.
La observé sorprendida. -¿Qué? ¿Una madre no puede querer pasar tiempo con su hija?
Arqueé una ceja.
-¿Qué quieres mamá?
-Nada, yo sólo quería…
-Mamá- le dije tajante.
Si lo sé, se supone que son los hijos los que pretenden ser buenos con sus padres cuando quieren pedirle algo. Pero mi caso es a la inversa.
Mamá siempre finge que le interesa mi vida cuando necesita de mí.
-Necesito que vengas a una cena ésta noche.
-Tengo que terminar estos bocetos para mañana- me excusé rápidamente mientras seguía dibujando.
-Serán sólo un par de horas. Es una familia muy importante, __________.
-Siempre dices eso de todas. ¿Qué tengo que ver yo? ¿Para qué quieres que vaya?
Mi madre frunció el ceño y la fierecilla en mi interior soltó una carcajada. Le estaba agotando la paciencia.
-Tu padre dijo que iría toda la familia, no puedes faltar.
-Puedes pedir disculpas de mi parte- atajé.
-Ya basta, __________- dijo entornando los ojos y volvió a ser la misma de antes en un nanosegundo. –Irás a bañarte… -comenzó- te pondrás lo mejor que tengas, y en una hora te quiero abajo impecable, ¿has entendido?
La fulminé con la mirada.
-¿Y si no qué?
-Mi casa, mis reglas, ¿recuerdas?- dijo con una sonrisita volviéndose una puta adolescente caprichosa. ¡Como la detesto!
-Bien- cerré mi cuaderno de golpe y lo arrojé al suelo. Tomé una toalla del placard y me encerré en el baño con estruendoso portazo.
La escuché irse y salí del baño para cerrar la puerta de mi habitación con llave.
Seguro a la primera oportunidad la tendría fisgoneando entre mis cosas.