Capítulo 46

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-Si te lo digo ya no es sorpresa- dijo y por su tonito supe que estaba conteniendo la risa.
Bajó las escaleras conmigo sobre su espalda.

-Eso se llama maldad. ¿Para qué me dices si me harás esperar? Es mejor que me lo digas un momento antes. Ahora no podré comer de la emoción. Malvado- me quejé con mi mejilla sobre su espalda.
Él me depositó al pie de la escalera.

-Puedo hacerte olvidar de la sorpresa por un rato…- murmuró en mi oído.
«Tentado, pero… ¡no!»

Me aparté con una risita.
-El desayuno- le recordé divertida, el bufó y atrajo mi rostro al suyo para darme un duro beso de “aquí él que manda soy yo”.
Me mantuve quieta, resistiendo el impulso de deshacerme de la única prenda que Harry llevaba.

-Bésame como siempre lo haces cuando quieres algo y tal vez me convenzas. Esto de hacerte el mandón no funciona, cariño- me burlé y entonces el arqueó una ceja. Oh oh, no Harry, no estaba desafiándote.

Me apretó contra él, atrayéndome por la cadera, dejándome sentir el duro bulto detrás del bóxer. Me mordí el labio inferior intentando no soltar un gemido.
Inclinó la cabeza para besarme lento y tranquilo. Sus manos seguían en mi cadera, y de vez en cuando sus dedos apretaban justó allí sobre el hueso, enviando impulsos eléctricos a través de mi estimulada circulación.
Una de sus manos encontró el último botón de la camisa y se escurrió debajo de ella, pero sin quitármela. Sus dedos llegaron a mi vientre dando breves y ardientes caricias. Con la otra mano, me atrajo más a su cuerpo. Me sentía físicamente inmovilizada por las sensaciones que se desplegaban por todo mi cuerpo.
Harry mordió el lóbulo de mi oreja al mismo tiempo que su mano debajo de mi camisa acariciaba el borde de mis bragas sobre mi muslo.
«Hmm, quizá la sorpresa pueda esperar.»
No me contuve y con mis manos lo atraje hacia mí, disfrutando de esos suaves pero rudos labios. El beso duró cinco segundos hasta que él se apartó rápidamente y con un: “El desayuno espera”, me dejó sola, caliente y frustrada al pie de la escalera.


(…)

-No entiendo porqué diablos me pones una venda- refunfuñé mientras él conducía a quién sabe dónde.

-Quiero que sea una sorpresa hasta que lleguemos, ¿sí? ¿Es mucho pedir?- dijo divertido. Bufé.

-Después de cómo me dejaste ésta mañana… ¡pues claro que sí!
El soltó una carcajada y tomó mi mano. Entrelazó nuestros dedos y se los llevó a la boca como hacía siempre que estábamos juntos.
Bien, ese gesto es tan oficialmente suyo.
Sonreí pese a que todavía estaba algo fastidiada.

-Ya casi llegamos- me avisó. Asentí. Ya me estaba molestando ésta oscuridad.
Unos cinco minutos después sentí como se detenía el auto suavemente sobre la acera.

Escuché el ruido de la puerta abrirse y cerrarse anunciando que Harry había dejado el coche. Dos segundos más tarde, una suave brisa chocó con mi piel.

-Ven, cielo- dijo tomando mi mano, ayudándome a bajar.

-¿Aun no puedo quitarme la venda?

-No, aún no. Yo te guiaré.
Me tomó por la cintura con dulzura y caminó conmigo unos cuantos pasos.
Escuche el ruido de una cerradura y luego me invadió los sentidos un fuerte olor a madera.

-¿Estás lista?- preguntó colocándose detrás de mi. «Ay Dios, la emoción está carcomiéndome»
Asentí y él me quitó la venda de los ojos.

Oh vaya…
¡Un estudio de ballet!
Observé sorprendida el pintoresco salón. Tres de cuatro paredes llevaban espejos en vez de tapizado y a ambos lados había barras, incluso en el centro del lugar.
Contra la pared frontal colgaban pequeños retratos artísticos de lo que serían bailarinas clásicas. Eso fue todo lo que pude ver antes de que Harry se posicionara frente de mí, buscando atención.

-¿Qué te parece?- preguntó algo nervioso.

-Es… -musité observando el techo de madera con ventanales de cristal. –Es impresionante. ¿De quién es?

Harry sonrió cálidamente.
-Era de mi madre. Ella enseñaba ballet de joven. Bueno, también de anciana. Pero los últimos años dejó de hacerlo- explicó observando el lugar en general. Lo miré fijamente. –Ayer dijiste que no irías más a Anacks, has renunciado a hacer algo que amas por mí, así que creí que debía recompensarte.

Sonreí a medias.
-¿A qué te refieres?

-Éste estudio ahora es tuyo. Puedes venir y bailar cuantas veces quieras. Podríamos reconstruirlo exclusivamente para ti. Se que puedes bailar en cualquier sitio, pero éste es el lugar adecuado, tienes espacio, música, y libertad de hacer lo que quieras con él.

Lo observé atónita intentando descifrar si era una broma o algo así. Solté el aire, creo que unas cuatro veces antes de arrojarme a sus brazos y besuquear cada parte de su rostro.

-¡No puedo creerlo!- chillé emocionada mientras él reía. –Esto… es increíble, Harry. ¿Un estudio? Estás loco, diablos, qué demente- dije emocionada mientras lo abrazaba. Con mis piernas acorraladas a su cadera, atraje su rostro hacia mí y lo besé efusivamente, acariciando su cuello mientras lo hacía. –Es el mejor regalo que me han hecho en mi vida. Eres tan considerado, yo… esto… es muy especial para mí. Gracias, Dios, gracias por ser tan lunático.

El estalló en carcajadas, y continuó besándome dando algunos pasos alrededor de la habitación. Cuando finalicé con mi muy acalorado agradecimiento, no pude contenerlo y volví a abrazarlo.

-¿Me verás bailar?- pregunté mientras observaba el lugar, fascinada. -¿Quieres verme bailar?

Él me miró y sus pupilas se dilataron.
«Hmmm… me gusta esa respuesta.»

One and Only {Harry&tú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora