Cerré los ojos ante la repentina, placentera y ahora, familiar sensación.
Él se quedó observándome, sin decir nada, sólo devorándome con los ojos y llevándome lejos, demasiado lejos junto con él.
Era tan..., mierda, tan increíble.
De repente, con una risita breve y jodidamente sensual, comenzó a moverse.
Oh Dios, creí estar viendo las estrellas cuando me tomó las muñecas por encima de la cabeza y se hundió por milésima vez en mí.
-Diablos, __________- gruñó en mi oído y su aliento caliente me erizó la piel. –Pon tus piernas en mi cadera- ordenó y eso fue aun más excitante.
Su voz… demonios.
Sin dudar ni un segundo hice lo que me pidió entonces por un terrible y agobiante segundo lo sentí fuera de mí, sólo para ser recompensada por una larga y profunda estocada.
Lloriqueé de placer contra su hombro.
-Suelta mis manos- murmuré mientras él se movía y se movía. Me observó un instante quedándose quieto y luego me liberó las muñecas.
Toqué su rostro y lo atraje hacia mí, deseosa de saborear esa dulce boca.
Lo tomé del cabello y mientras él se ocupaba de mis zonas bajas, yo me encargaba de perderme en sus labios.
De un momento a otro, él rodó para estar debajo de mí en el sofá. Se sentó y quedé a horcajadas.
Sentí todo mi interior, cada maldita defensa y mi sentido racional irse al diablo cuando me observó, tan cruda, ardiente y dolorosamente.
-Muévete- dijo en voz baja mirando mis labios y volví a obedecer.
La exquisita sensación se extendió por cada terminación nerviosa de mi cuerpo, y él cerró los ojos mientras con sus manos en mi cadera, marcaba el ritmo… lento, profundo y acompasado.
Enterré mi rostro en su hombro, besando y mordiendo esa deliciosa piel.
-Vamos cariño- dijo en voz baja y caliente. –Vente para mí.
Oh diablos, y ya no pude contenerlo más.
Con un largo y profundo gemido llegó mi orgasmo y convulsioné en todos los sentidos sobre él.
Harry continuó apresurando sus estocadas, buscando su liberación.
Unos minutos después, cayó rendido sobre el sofá, llevándome a mí con él.
-Esto es el cielo- murmuró luego de unos minutos.
Lo observé desde mi lugar cerca de su pecho.
-Y tú un ángel- agregó aprisionándome contra el respaldo del sofá. Sonreí acariciando suavemente su cuello y el cerró los ojos. –Quisiera tenerte así,… para siempre- dijo en voz tan bajita que creí haberlo imaginado.
Jesús, «para siempre.»
Eso suena tan… perfecto.
Me aparté para observarlo, deleitarme y perderme en aquellos preciosos ojos verdes.
« ¿Cómo puedes ser real?»
-Di algo- pidió en un susurro.
Solté una risita. Acerqué mi rostro al suyo y apoyé mi frente contra la de él.
Harry sonrió.
-Eres increíble.
El soltó un sutil suspiro de alivio y me apretó entre sus brazos.
Lo abracé, disfrutando de la suavidad de su cuerpo desnudo contra el mío. El hundió su rostro en mi cuello y me dio breves y cortos besitos, haciéndome cosquillas.
Repentinamente me tomó en brazos y se paró del sofá.
-¿Qué haces?- pregunté sorprendida. Él me miró con una sonrisita de «estoy caliente de nuevo.»
Caminó por el largo pasillo del vestíbulo hasta el baño trasero.
Fruncí el ceño cuando abrió el grifo con agua fría.
-No Harry- negué rotundamente. El me depositó en el suelo y luego estiró la pierna, y cerró la puerta con el pie.
-Si te tengo aquí toda la tarde, tus padres se preocuparán. Es mejor que te baje la calentura ahora.
-¿Y pretendes hacerlo con agua helada?- dije atónita arqueando las cejas. –Diablos, eres el hombre más raro que conozco- negué con la cabeza.
-¿Y eso es bueno o malo?- dijo riendo.
-Depende. En éste momento es malo… -me quejé e hice un puchero. Él, aparentemente, no conmovido por mi queja, se acercó con intenciones de arrastrarme a la ducha.
Podía sentir el frío del agua incluso aunque no la tocara. –Oh vamos… Harry… -él se acercó más. –No hagas esto, hace frío- advertí. Me tomó por la cintura de una sola vez y me metió a la ducha junto con él. El agua me helaba los huesos y me estremecí entre sus brazos.
Su cuerpo se conservaba cálido, especialmente por debajo del vientre.
Tirité fulminándolo con la mirada. El estrechó mi cintura, e inesperadamente deslizó sus manos hacia mis muslos. Enroscó mis piernas en su cadera y me pegó contra la pared de la ducha.
Me estremecí por el agua, o quizá por el contacto que tenía con su…
¡Demonios!
Y allí estaba de nuevo,… dentro de mí.