-Dios, nunca he estado tan nerviosa- le dije a Marcie observando la cantidad de niñas que había en el estudio. Las más pequeñas correteaban entre las columnas, mientras que las mayores se quedaban al lado de la barra charlando.
Me sentí algo mareada y desconcertada por aquella sensación. Sentía que lo que estaba a punto de hacer era una locura, quiero decir, enseñarles a bailar,… jamás le he enseñado a nadie, ni siquiera sé cómo se hace. ¿Qué debo hacer? ¿Ir, hacer un movimiento e intentar qué lo hagan?
Marcie me miró con una sonrisita suficiente, al parecer le resultaba divertido mi voluble estado de ánimo.
-Escúchame con atención Liejett, jamás volveré a repetir esto- me dijo y su expresión se torno seria. –Eres perfecta en lo que haces, ¿recuerdas el primer día que estuviste en Anacks?- preguntó y sin esperar respuesta prosiguió-: Al principio, cuando te vi bailar, supe que yo ya no sería la estrellita, no es lo candente lo que vuelve locos a los hombres, es la pasión con la que bailas, __________. Te hubiera detenido si no fuera así.
Sonreí soltando un suspiro de satisfacción. Pocas eran las veces que Marcie se expresaba hacia mí con tanta devoción.
Y para rematar, agregó:-Ahora quítate esa ridícula bata y mueve el trasero- concluyó empujándome hacia el salón.
Tomé coraje y me quité la fina capa dejándola a un costado. Las niñas se reunieron en una hilera frente a mí, y las hermanas se reacomodaron en sus asientos a los extremos del gran estudio.
Harry y Zayn estaban ocupándose del sonido en la pequeña salita contigua.
Las pequeñas me observaron curiosas y yo sonreí intentando infundirles valor.
¿A quién engaño? Estaba más aterrada yo, que ellas mismas.
-Hola __________- me saludó Lottie con su pequeña mano abriendo paso entre las niñas.
-Hola Lott- sonreí una vez más y suspiré. –Bueno, para las que aún no me conocen, mi nombre es ___________, y yo les enseñaré ballet- comencé intentando buscar las palabras adecuadas. Me carcomía la cabeza debatiendo si debía decir algo más. Las niñas aguardaban ansiosas con sus miradas en mí. – ¿Alguna aquí ya había practicado ésta danza antes?
Tres pequeñas levantaron la mano.Le di el poder de habla a la más bajita asintiendo hacia ella.
-Mamá me enseñaba- contestó en voz bajita y entonces se me partió el corazón. No debía olvidar que todas estas niñas eran huérfanas. Me estremecí y finalmente, luego de otro suspiro más, me relajé un poco.-Lo primero que quiero que sepan, es que ninguna está obligada a ser perfecta. Puede que escuchen de muchos… -busqué las palabras recordando que sólo tenían entre cinco y diez años. -… que el ballet es duro. Pero todas estamos aquí para divertirnos y aprender un poco de esto, ¿sí?- todas dijeron que sí al unísono. –No las escucho- dije con una sonrisa divertida.
-¡Sí!- gritaron todas y algunas más alto que otras, haciendo una breve y animada competencia.
Sonreí y las guié hasta la barra, explicándoles los ejercicios de calentamiento.
-¿Qué sucede si no hacemos los ejercicios de calentamiento?- preguntó Samantha.
-Podrían lastimarse. Justamente por eso es que el ejercicio acondiciona nuestros músculos antes de bailar.
Sam asintió y continuó estirando sus pequeñas piernas.
Luego de unos minutos de calentamiento, me acerqué a Marcie haciéndole señas. La rubia asintió y se adentró a la salita de música.Comenzó a sonar una suave melodía y las niñas sonreían haciendo pasos improvisados.
Solté una risita.-Haz alguna coreografía, __________- pidió una de ellas.
-¡Sí, haz una!- entorné los ojos cuando todas comenzaron a alentarme.
Finalmente acepté. Las niñas se hicieron a un lado contra la barra para dejarme espacio y entonces simplemente… me dejé llevar.
Bailé materializando lo que aquella música producía en mí. Admito que no fue perfecto, pero fue lo mejor que salió de mí. Me movía de aquí para allá, haciendo delicados movimientos con las piernas y las manos. Aún recordaba cada paso como si fuera sido ayer mi última clase de danza clásica. La sensación cuando flexionaba mis músculos me recordaba que hacía tiempo que no bailaba, pero pese a aquello, disfruté cada movimiento como si se tratase del último, y finalmente cuando la música acabó, me di cuenta de cuánto había extrañado aquello.Las niñas estallaron en aplausos, incluso las hermanas en los extremos del estudio, elogiando la actuación entre ellas.
Sonreí y estiré un poco los pies.
Fue cuando lo vi.Harry estaba en el marco de la puerta de la salita de música con una sonrisa discreta en los labios. No despegaba su mirada verde de mí. Me miraba impresionado y aquello resultó ser sumamente placentero para mi autoestima.
Luché por no sonrojarme, pero finalmente fue en vano.
El rubor invadió mis mejillas y él me guiñó un ojo. Gesticuló con la boca un “continua” y al ver mi nula reacción, arqueó una ceja.Solté un jadeo y me volví hacia las niñas, dándole la espalda a mi novio, ya que estaba segura que de otra manera hubiera terminado golpeándome con uno de los cristales de las paredes, por tanta distracción.
Continué con la clase, enseñándole los pasos básicos y sonriendo orgullosamente cuando los hacían correctamente.
Finalmente, cuando llegó la hora de irse, todas se acercaron a mí y me abrazaron por las piernas y la cintura.
Solté una carcajada tras las despedidas y elogios. Aquello se sintió muy bien.-Nos vemos mañana, pequeñas- me despedí haciendo un abrazo grupal.
Las hermanas se despidieron con sonrisas y comentarios afables y se ocuparon de que las niñas subieran una por una al autobús que las regresaría de nuevo al hogar, que sorpresivamente, estaba siendo financiado por mi hermoso y adorable novio.
Me senté exhausta sobre el piso de madera y observé el techo liso.
No recordaba haberme sentido tan bien como me sentía en ese momento.