-Recuerden que la próxima exposición será en un mes, y estarán grandes artistas visitándonos. Es importante que den una buena impresión- dijo la directora con una mirada exigente pero con una sonrisita discreta. –Para los que toman esto como la oportunidad de un gran futuro, pues… en un mes se les abrirán las puertas al éxito o al fracaso. Ustedes deben elegir que camino seguir.
Todo el mundo asintió nerviosamente y la mayoría aplaudió. La directora nos entregó una sonrisa fríamente profesional y se alejó del escenario taconeando suavemente.
Luego de terminar con todas mis clases de la mañana, tomé mi bolso del casillero de fina madera barnizada y me miré al pequeño espejo que había en su interior.
«Tranquila, tranquila, tranquila…» esa fue la advertencia que me hice una fracción de segundo antes de que mi sistema nervioso colapsara.
¡Es un maldito almuerzo! ¡Tampoco es como si fueras a casarte con él!
Sentía el pulso a mil y me temblaban un poco las manos.
Me acomodé un poco el cabello y alisé mi blusa con la mano. Un poquito de perfume y algo de rímel. Bueno… al menos estoy presentable.
Guardé las cosas en mi bolso y caminé a lo largo del pasillo entre los estudiantes. Mi reloj marcaba que era una menos diez.
Una voz a mi espalda me detuvo.
-¿_____________?- preguntó una voz casual y poco familiar. Me di media vuelta y me encontré con un par de ojos castaños observándome.
Oh no… es el chico de la despedida de solteros. ¿Cómo era su nombre? ¿Lion? ¿Lean? ¿Liam? Ah sí, Liam. El amigo de Harry. Diablos.
-¿Estudias aquí?- dijo curioso, acercándose. Me dio un beso en la mejilla como saludo y yo sólo sonreí en respuesta. –Es una sorpresa.
Asentí.
-¿Y tú que haces aquí?
-Mi tía es la directora de la academia.
Oh mierda de las mierdas, ¿qué he hecho para tener tanta mala suerte?
Tragué saliva disimuladamente.
-Oh- sólo dije e incómodamente observé hacia otro lado.
-Tranquila- dijo él con una sonrisita. –No le diré nada.
Me guiñó un ojo y aunque eso no me alivió, al menos me sentí un poquito más tranquila.
-Gracias Liam.
-¿Sabes mi nombre?- dijo Liam sorprendido e inevitablemente arqueé una ceja, sarcástica. Él soltó una risita- Supongo que te lo dijo alguno de los chicos allí.
Me encogí de hombros restándole importancia.
La situación me parecía de lo más incómodo. ¿Era éste el mismo tipo que había intentado llevarme a la cama hace unas noches atrás? Tan cordial y agradable, vaya…
-¿Te gustaría que fuéramos a almorzar?
-Oh… -¡di algo más, inútil!- Lo siento, ya tengo planes. Pero quizá en otra ocasión- dije con una sonrisa poco convincente, él asintió y me la devolvió.
-Entonces te veré en la semana, me pasaré un buen rato aquí.
Asentí y me despedí con la mano.
-Genial… uhmm, nos vemos.
-Adiós- se despidió él también y reanudo su caminata por el pasillo hasta la oficina de la directora.
¿Cuándo me ha costado tanto deshacerme de una persona? Dios santo.
Observé mi reloj. 13:04pm.
Ya voy atrasada.
Caminé ahora sí, con decisión, hasta la salida.
Con los nervios a flor de piel y el corazón desbocado observé al hermoso hombre apoyada contra su auto, esperándome.
Llevaba una camisa blanca y unos pantalones negros. El cabello alborotado y unas gafas negras, Ray-Ban supuse por el familiar modelo.
Me acerqué a él sintiendo aquel usual rubor apoderarse de mi rostro.
-Estás encantadora- dijo él cuando estuve a medio metro. – ¿Lista?
Asentí con una sonrisa, él besó mi mejilla con brevedad inesperada y me abrió la puerta del asiento copiloto.
En un segundo, estuvimos dentro del auto y puso el motor en marcha.
-¿Ésta todo bien?- pregunté algo extrañada.
-Sí, ¿por qué?- dijo genuinamente sorprendido.
-Estás algo…
Él me observó y aquella mirada intensamente verde mi hiso perder el hilo de las palabras.
-¿Sí?
-¿Qué?- pregunté estúpidamente intentando recordar que iba diciendo.
-¿Estoy algo…?- dijo con una risita.
-Distante… y ya es pasado el mediodía así que no me digas que es tu humor de las mañanas.
El me miró divertido y luego tomó mi mano.
Oh Jesús, ese gesto tan suyo. Suave, dulce y sencillo.
-Lo lamento. No quería incomodarte con un beso fogoso frente a tus compañeros de clase- dijo él y me mordí el labio.
Sí claro, incomodarme…
-Oh… bien, ¿qué tal te ha ido la mañana?- pregunté cambiando de tema con poca sutileza.
-He estado organizando álbumes de fotos y entregas que tendré ésta semana. Aburrido. ¿Y tú?
-No más aburrido de lo habitual- comenté. –Hasta ahora, por supuesto- agregué divertida y él soltó una carcajada. – ¿Tienes algún plan?
Oh lo sé, eso sonó tan perversamente capcioso. Dios, te ruego que haya entendido el doble sentido.
Él asintió y por su expresión supe descifrar que si había entendido a que me refería.
-¿Quieres que cocine para ti o que vayamos a un restaurant?- preguntó con una sonrisa.
Lo miré impresionada.
-¿Sabes cocinar?- él asintió. –Entonces sorpréndeme.