p r i m e r o

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[DE LUZ A OSCURIDAD]

Egon.

Nunca fui fanático de la religión pero si iba a ver a esa criatura celestial cada domingo, iría hasta el fin de mis días.

Su cabellera azabache caía delicadamente sobre sus hombros hasta llegar hasta la mitad de su espalda, el vestido azul cielo que llevaba la hacía lucir más pequeña de lo que era, sin mucho maquillaje y sus mejillas naturalmente rosadas que daban ganas de morder. Sus hermosos ojos avellanas me miraron por un momento cuando salía del recinto, seguida de su hermano menor, pero desvío la mirada al instante cuando mi azul y su avellana comenzaron a mezclarse. Me pareció fascinante.

Camino con su familia hasta su auto, entro en él y en cuestión de segundos se perdía al final de la calle.

Otro domingo más en el que vengo a la misma hora para verla salir de la iglesia campante y sonriendo, otro domingo en el que después de ver su luz regreso a la oscuridad.

(...)

Mamá Sol decía que no debíamos odiar los lunes por eran la oportunidad que Dios te daba para que lo que hiciste mal la semana anterior, lo hicieras bien en este nuevo tiempo. No me parece que sea una idea poco coherente, mamá Sol fue una mujer muy sabia.

Bajé de mi auto, hoy no de me antojó traer mi motocicleta, acomodé mi mochila en mi hombro y empecé a andar. Me causaba cierta gracia que al verme la gente prefiriera ir por otro lado o quitarse del camino como si yo fuera un leproso. Me temen y no los culpo.

Nunca me voy a acostumbrar a las miradas y susurros, aunque sea algo divertido el saber que me temen y que no van a molestar. Es algo con lo que, al parecer, viviré toda la vida... Aunque, en realidad, solo una mirada me importaba, solo una, esa mirada inocente y sin ningún temor, esa mirada compasiva y cariñosa, esa mirada avellana que quemaba mi piel.

Casi literalmente iba a la escuela solo para verla.

Se podría pensar que estoy obsesionado con aquella pequeña mujer, pero no era así, yo solo... No sé, sentía que ella era completamente diferente a todas las mujeres que había en este pueblo, ella solo era ella.

Mis pensamientos fueron interrumpidos por la campana que anunciaba el inicio de clases, me dirigí a mi primera clase; Biología, una clase que me era indiferente, entre al aula y divisé unas 5 personas que habían llegado ya, al verme uno casi cae de su asiento, sin embargo, traté de no reírme, esfuerzo con éxito, porque me gusta mantener al margen a las demás personas para no crear problemas y, aunque, haya varios rumores de que soy un "Don Juan" la realidad es que no lo soy para nada, las chicas han inventado todas esas tonterías. No me importa, la verdad.

Caminé entre las filas de butacas y me senté en el antepenúltimo asiento, escuché unos susurros y me giré a ver de donde provenían, no me sorprendió ver a dos chicas hablar entre dientes y guardar silencio ante mi mirar. La gente fue llegando, el salón se fue llenando y con eso mi apatía fue creciendo. No habían pasado, ni bien, 30 minutos de clase y yo ya estaba muy aburrido, preferí mirar por la ventana para ver algo más interesante pero mis intenciones fueron interrumpidas con el sonido que provino de la puerta, sencillamente "Toc, toc", así que puse mi atención ahí y al abrirse la puerta pude reconocer aquella figura que apareció en el umbral.

Era ella.

- "Buenos días, Sr. Robinson." - dijo cordialmente - " Srta. Paradise ¿En qué le puedo ayudar?" - cuestionó el viejo de 47 años o más - "El director me mandó por..." - dejó la frase al aire, miró el papel en su mano, frunció el ceño, mordió su labio y me volví ligeramente demente. - "Egon Richard Vandergast" - 44 pares de ojos me miraron y aunque no pude evitar sentirme incómodo, una felicidad inundó mi ser al saber que ella me escoltaría a la oficina de Tom.

La miré directamente y ella enrojeció, tomé mi mochila, caminé hasta ella - sin perder la mirada en el avellana de sus ojos - salí del salón y espere a que ella cerrara la puerta para irnos, cerró la puerta, miro su ropa; que consistía en una simp...

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La miré directamente y ella enrojeció, tomé mi mochila, caminé hasta ella - sin perder la mirada en el avellana de sus ojos - salí del salón y espere a que ella cerrara la puerta para irnos, cerró la puerta, miro su ropa; que consistía en una simple blusa rosa pastel con floresillas, un pantalón de mezclilla y unos zapatos bajos color crema, se limpió las manos en el pantalón y aún estaba sonrojada, no quité mi mirada de ella hasta que me miró a los ojos y pronunció bajo -"Andando" - y la seguí, la observe detenidamente desde atrás, me gustaba su cuerpo de reloj de arena, me gustaba como caía su oscuro cabello por su espalda y el sutil moño que adornaba su media coleta. Me gustaba ella. Me atreví y pregunté - "¿Cuál es tu nombre?" - aunque yo ya lo sabía, no quería perder la oportunidad de hablar con ella, note su nerviosismo al momento en el que paso un mechón de cabello por atrás de su oreja... Sus manos temblaban y fue ahí que me pregunté "¿Me temerá como todos los demás?", la alcance y espere su respuesta - "Angel Paradise, un placer" - se detuvo y me extendió su pequeña mano que no dude en tomar, una sensación me recorrió desde la raíz de mi cabello hasta la punta de mis pies causando un escalofrío que paso incesante por mi espina dorsal, ella sonrió e imite su gesto y fue ahí donde supe... Esté era el comienzo de algo que podría llevarme a la muerte pero realmente no me importaba.

[N/A]:

"y deberás amar,
amar, amar, hasta morir."

Angel; Edén.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora