v i g é s i m o s e x t o

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[SECO]

Narrador omnisciente.

Ninguno emitió alguna palabra más, solo sus respiraciones irregulares adornaban la atmósfera del auto.

El corazón de la joven palpitaba en su pecho como el bombo de una batería y el hilo agudo de silencio que arde en su tímpano, el firmamento más oscuro, después de su repentino llanto, era el fondo perfecto para la dama del cosmos que bailaba con gracia por doquier dejando lentejuelas de sus vestidos por donde quiera que pasaba siendo un escenario perfecto para vivir el amor, por desgracia, ése no era su caso.

Una niña perdida, una perdida en la mirada de un hombre que la lastimaba.

Quería ponerse de rodillas y clamar auxilio a un Dios que no ve, a un Dios sin nombre.

No sintió cuando cayó en el sueño pero sintió la luz del sol golpearla, cuando Egon freno, lo sintió salir del auto.

Parpadeo un par de veces tratando de acostumbrarse a la luz, la puerta se abrió y vio a Egon extenderle sus blancuzcos dedos pálidos, lo vio a los ojos, ése azul peligroso, azul flamante esperando a expandirse.

Tomó su mano, y efectivamente, se sintió arder, se sintió ser el detonante de una explosión, la gasolina que dejaba al fuego expandirse.

El fuego conoció a la gasolina.

¿Cómo algo tan mundano podía ser tan peligroso?

Él la haría arder, lo sabía.

Se miraron unos segundos hasta que él desvío la vista a la construcción que se alzaba sobre ellos y ella siguió su mirada.

Era una casa de campo en medio de un pastizal, atrás se vislumbraba un granero y los restos de un establo.

El blanco hueso que cubría las paredes estaba desgastado, algunas enredaderas se habían apropiado de los ventanales del piso de abajo siguiendo el paso de la naturaleza, se veían los años a través de ella, sin embargo, pareciese que no había perdido su encanto hogareño.

Se soltó de él, caminó a pasos tímidos para acercarse y verla mejor, unas grandes manos se posaron en sus hombros y sintió un escalofrío cuando el aliento caliente de Egon chocó con su nuca.

Egon dejó un beso en su cabello y suspiró sintiendo la paz que le era arrebatada a la joven bajo sus manos.

Fue quebrado tan joven y hoy después de tantos años se sentía completo.

Se sentía bien, se sentía muy bien, se sentía grandioso.

-"Ven, vamos adentro" - murmuró con voz apacible, tomó su mano y se encaminó con ella al pórtico del lugar, la mirada de la joven se paseaba por todos lados. Los desvencijados escalones chillaron al sentir peso después de muchos años, el golpeteo de unas cadenas se escuchó y la mirada de la joven cayó en el dulce columpio que le pareció familiar, frunció el ceño al ver el arbusto seco atrás de éste.

"No me gustan las plantas secas" pensó, sin embargo, tenía una a su lado.

La puerta se abrió ante ella con rechinido lentamente, su vista se dirigió ahí, Egon de pie junto a la puerta esperando por ella, sentía una curiosidad inmensa quería cruzar el umbral de la puerta y descubrir secretos que nadie conocía, sus secretos más oscuros pero sabía que si cruzaba el umbral él jamás la dejaría ir, sabía que pasaría mucho tiempo dentro de esa avejentado lugar.

A pasos lentos camino hasta la puerta bajo la intensa mirada oceánica del castaño pero se detuvo arrugó la nariz y estornudó como cachorro, una risa salió de los labios de él y ella lo acompaño, su pequeña mano impactó su hombro -"Basta, Egon" - tapó su rostro enrojecido.

Angel; Edén.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora