t r i g é s i m o t e r c e r o.

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[SER]

Egon.

Soy, yo soy.

Yo soy la discordia, la pervers loión, la bruma que estropea la vista del mar.

La tomó entre mis brazos una vez más, tiene ese morete en la clavícula que no me deja pensar, su piel desnuda me da paz.

Acarició su cabello esta noche como si fuera a romperse, la amo tanto, la deseo tanto y es mía, solo mía.

Sus ojos avellanados se voltean cuando llevo la cereza de su pecho a mi boca, toma mi cabello pegandome a su pecho, me alzo sobre ella y le beso con fervor, con cada gota de mi ser, me corresponde apasionada, desesperada por mí, abre sus piernas dándome esa cálida bienvenida al paraíso que esconde entre sus piernas.

Me jacto de ser yo la manzana que la hizo pecar.

M

e la llevaré tan lejos, la esconderé como el Atlantis, como el tesoro perdido.

Y voy a hundirme tan profundo como el Titanic, y la llevaré, la llevaré conmigo al fondo de la taza.

-“Eres mía, El”- ella asintió desesperada, encajando sus uñas en mis brazos, la sentí, me sintió, cálida y mía -“¡Sí!, oh, Egon, soy tuya”- era como el cielo.

La tomé, una y otra vez, hasta el alba, nunca me cansaría, era tan maravilloso que me sentía morir, las lágrimas me llenaron los ojos, como olas al mar, furiosas y cargadas de placer, como las que ella misma, mi pequeña, tenía en sus orbes avellanas.

Su cabellera estaba regada por las almohadas, esa cabellera azabache que me gustaba jalar cuando la sometía contra la cama, las ondas libres y salvajes hacían lindas formas en la tela blanquecina.

Su desnudez al intemperie, la luz le pegaba en los hombros, la divinidad en mi cama, la gloria era mía, yo era su dios y ella mi diosa.

-“Cara mia, despierta, es hora de irnos”- se talló los ojos, me regaló una bella sonrisa, la más preciosa del mundo, aquella sonrisa que me regaló alguna vez en los pasillos de la escuela, la sonrisa que me atrapó, que la condenó a mi yugo.

Se estiró, me abrazó y me besó la mejilla, me pidió permiso para darse una ducha y le concedí. Me levanté y me pasé las manos por la cara, me sentía tan vivo y tan extasiado, busqué mis interiores por la habitación para después cubrirme con ellos. Me acerqué a los cajones del mueble del cuarto y preparé la ropa de mi pequeña para este día, sería agitado y ella necesitaría algo práctico.

Salió del cuarto de baño a los minutos envuelta en una toalla color lavanda, se sentó en la cama observando mi elección de hoy.

-“Me daré una ducha, cara mia, empaca rápido y baja a hacer el desayuno. No salgas al patio, es una orden, ¿Entendido?”- ella asintió pero necesitaba estar seguro de que ella había entendido bien lo que dije, la tomé por las mejillas y la hice mirarme. Sabe que me gusta que me vea a los ojos cuando le ordeno algo -“Usa tus palabras, El, ¿Entiendes lo que dije?”- ví su garganta moverse mientras tragaba y me veía con esos ojos miedosos de cordero, me exitaba tanto tenerla así. Veía el miedo, me encanta el miedo. La solté para que respondiera.

Sin embargo, tan solo corrió la cara y pude ver sus dedos empezar a temblar -”¿Le dejaste en el patio?”- susurró lo suficientemente fuerte para que la escuchara y al instante mi paciencia empezó a esfumarse.

-“No es de tu maldita incumbencia, Angel. No me cuestiones y haz lo que te digo antes de que pierda la jodida paciencia. Anda” - dije empezando a impacientarme, necesito que me obedezca, necesito que calle.

Me di la media vuelta decidido a darme un baño pero su voz temblorosa y molesta me detuvo -“Lo dejaste afuera como un animal, ¡Él era tu amigo!”- la escuché levantarse de la cama mientras yo detenía mi caminar. No, ella no estaba haciendo este teatro. -“¡Lo mataste! ¿Qué va a ser de su...?”- me giré al instante y mi mano impactó su delicada cara, el sonido retumbó en las paredes del cuarto. La desobediencia trae maldición.

-“Cierra la boca de una buena vez, Angel” - su mano fue a su mejilla mientras las lágrimas caían por sus ojos pero no me tente el corazón -“¿Qué esperabas? ¿Qué le dejara ir después de lo que sugirió?”- apreté la mandíbula y el rechinar de mis dientes me ensordeció, ella sollozó desconsolada.

-“Haz lo que te dije, Angel. No quiero más teatros, estamos en la mira, cara mia. ¿Es qué no lo entiendes?”- me acerqué a ella y alargue mis brazos para sostenerla de los hombros -“ No quiero perderte ”- la sacudi con desesperación, ella se encogió como un animalito asustado -“ ¿O es qué tú quieres que nos encuentren?” - alzó la cabeza rápidamente, mirándome con esos ojos lagrimosos y desconcertados pero yo sabía que ella no quería estar conmigo, las lágrimas cayeron de mis ojos. Tenía mucho tiempo que la bestia había tomado posesión de mí, había dejado mis medicamentos.

Con un salto se puso se pie, importandole poco que la toalla se le cayera dejando a la vista su cuerpo con algunas mallugaduras de la noche. Se prendió de mi cuerpo sollozando -“Te amo, Egon”- sus palabras me hicieron suspirar y sollozó contra mi pecho desnudo -“Quiero ser feliz contigo, Egon y quedarme a tu lado toda la vida”- la levanté del suelo y la recosté en la cama, una vez más.

-“¿De verdad, El?”- acaricié su rostro quitando el cabello de enmedio mientras ella asentía. La besé con pasión, con amor, con adoración, disfruté con mis manos su lienzo, que ahora era mío, todo mío, había pintado mi obra maestra sobre ella.

Le había mostrado mis secretos y ella era la única que podría destruirme. Sería tan feliz sabiendo que ella me destruye y yo la destruyo.

Debería importarme que el cadaver de mi mejor, y único, amigo estaba en el patio de mi casa, la policía me tenía en la mira y tenía que escapar pero aquí estaba haciéndole el amor, una vez más a mi pequeña, a mi Angel.

[N/A]:

Dinner n', diatribres.”

Angel; Edén.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora