v i g é s i m o q u i n t o

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[DESEQUILIBRIO]

Egon.

Sus ojos se cerraron lentamente hasta que su respiración se volvió acompasada, suspire y mi vista se centro en el camino, el cigarrillo se consumió mas rápido de lo que esperaba en mis labios.

Mi corazón bailaba en mi pecho con una alegría incontrolable, mi chica estaba conmigo, al fin. Nada podrá separarnos ahora, nada podrá separarme de mi Angel, porque es mía y de nadie más.

Se remueve, de repente, tal vez un poco incomoda en el asiento a mi lado, algunas lagrimas nuevas resbalan por sus mejilla sobre las que ya se secaron, pierdo la concentración por un segundo, su belleza me lleva a divagar en un sin fin de fantasías que cumpliré, que cumpliremos. Juntos.

Pero pronto, la inseguridad me invade como una infección, la idea de que Angel no me amé me atormenta y me hace sentir devastado.

¿Es tan difícil quererme?

Acelero y la brisa de madrugada golpea mi rostro como una caricia benevolente, pierdo la noción del tiempo, necesito llegar a casa, necesito empezar con Angel, necesito que me amé tanto como la amo yo, necesito que me necesite.

Angel se remueve de nuevo ¿qué estará soñando ahora?

El sueño quiere apropiarse de mí también pero tengo que llegar lo más rápido posible, me orillo en la carretera rápidamente y tratando de no hacer mucho ruido, abrí la guantera y el sonido despertó a Angel, su mirada se dirigió a mí primero pero pasó lentamente hasta mi mano en la guantera percatándose de lo que contenía, sus ojos se abrieron sorprendida al ver mi arma, sus orbes se aguaron y me miró -"No, Egon, por favor"- sollozó y se pegó a la puerta, temblando. Oh, cariño. -"Seré buena, Egon, por favor. Te lo prometo"- mis manos acunaron su rostro con cuidado -"Lo sé, dulce. Sé que serás buena"- me miró aún asustada de muerte -"Y por eso y por que te amo jamás te lastimaría"- ella asintió, le sonreí ligeramente y ella me devolvió apenas el gesto.

-"Angel, dame el frasco que está en la guantera"- ordené con voz suave, ella miró la guantera y luego a mí, su mano temblorosa se acercó a la cajita y procurando no tocar el revolver tomó el frasco, lo sostuvo en su mano pequeña, leyó la etiqueta y levantó los ojos a mí -"¿Qué es?"- preguntó en voz baja, le miré levantando una ceja -"No te incumbe, cara mia. ahora, dame el whisky"- obediente me dio la botella que también se encontraba en la sucia guantera.

La pastilla lila en mi mano terminó en mi boca, luego el trago de whisky la deslizo por mi garganta quemando a su paso y dispersándose en mi sistema, un jadeo satisfactorio atravesó mis labios, y moví la cabeza a los lados haciendo crujir mi cuello, la sensación de calidez invadió mi cuerpo cuando su pequeña mano tocó mi cuello -"Puedes hacerte daño"- dice lentamente, tomó su mano y la llevo a mis labios dejando un casto beso en el dorso.

-"Estoy asustado, cara mia."- frunció el ceño y me miro atenta -"Nunca he caído de tan alto, siento que muero cada vez que me miras"- sus ojos estaban hinchados de tanto llorar, el cielo lloró con ella y dentro de las puertas del auto le confesé lo que más temía. Por efecto del medicamento, quizás sí o quizás no. Mis manos soltaron las suyas enfriándose y antes de perder sentimientos como un viejo, mi labio temblaba y vi mis ojos a través del retrovisor, como todo lo que yo era ya no era nada, no quiero ser más esto, ¿Es acaso que los medicamentos sacan mi lado vulnerable?

Lloré como el cielo, lloré como el ángel a mi lado, si embotellara mis lágrimas ya habría llenado una piscina, me rodeó con sus delgados brazos y me aferré a ella, a renacer.

-"Estoy hecho de un molde roto"- calmó mi llanto, negando con la cabeza, repitiendo que todo iba a estar bien. Levanté la mirada y la vi a los ojos no esperando ver lo que había en ellos.

De pronto sentí mis pensamientos ir muy rápido, todo me dio vueltas -"Eso es lástima"- escupí en su cara, su mirada se volvió asustada -"Egon..."- dijo mi nombre despacio alejándose de mí anatomía, sin embargo, su risa invadió mis oídos, cerré mis ojos presionado por mis sentimientos, enfurecido por su atrevimiento -"Oh, niña"- su risa se movió por todo el auto, sus ojos llenos de lástima y su sonrisa burlándose de lo que sabía que estaba ocasionando en mí.

Desequilibrio.

La puerta se abrió, la escuché. Tiré de su brazo y la traje a mí con fuerza, haciéndola llorar más está noche. Pasé mi nariz por su cuello y respire su aroma a manzanas, mis manos se deslizaron por su anatomía, temblando a mi tacto bramó cuando alcance a tocar las montañas de su pecho, deseé quedarme ahí más tiempo pero como un cachorro se removió en mis brazos, subí por sus hombros hasta su delgado y frágil cuello, apreté ligeramente, escuchando claramente el ahogo que le producía y conforme más fuerte se volvía mi agarre me separaba de ella deseoso de ver su rostro contraerse por la falta de oxígeno.

Le miré, sus ojos me mostraron un azul que no le pertenece, y una sonrisa perversa que nunca fue de ella. La solté atemorizado.

Se tomó el cuello tosiendo y con lágrimas bailando en sus mejillas.

Desvíe la mirada, molesto con ella, conmigo y con las cosas que atravesaban mi mente sin frenos.

Golpeé el volante varias veces lastimando mis manos, escuchando de fondo sus incontrolables sollozos mezclados con los propios. Pasé una mano por mi cabello tirando de él con fuerza, oprimiendo mi frustración.

Encendí el auto torpemente, y acelere para salir de ahí lo más pronto posible, mi vista se posó en ella y pero la desvíe rápidamente cuando empecé a sentir remordimiento. No me gusta castigar a Angel.

-"Dijiste que jamás me lastimarías, Egon"-

[N/A]:

"¿Quién diría que los chicos malvados tienen la cara más bonita?"

Angel; Edén.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora