t r i g é s i m o q u i n t o

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[FUGITIVO]

Jesucristo, como dolía, sí que dolía. Dolía hasta los huesos pero ya no había más opciones, ser de él o no ser de nadie. dejaba caer todo su afecto como la lluvia y se llenaba como el mar, un mar de vientos huracanados lleno de sentimientos encontrados.

Y es ahora cuando en realidad necesitaba un Dios tan grande como para salvarla, un Dios tan grande como para sostenerla. Aún recuerda la mirada vacía de Lucas cuando él lo sacó de la cajuela. Él había sido tan bueno con ella, tan amable, incluso le había ofrecido su ayuda para huir pero no, ella no, solo ella no.

Aún pensaba que Egon podría tener algo de bondad en él, al parecer, se equivocó.

Ahí sentada una parte de ella deseaba ser libre y estar bien pero al parecer, eso no iba pasar esa noche, ni ese día. Ya era demasiado tarde para eso y demasiado rápido para tener libertad. Nunca puede decir que no. Dentro de ella llamó a su madre, esperando que una noche de violencia viniera por ella. Era una voz que perdía fuerza.

Por eso nunca llegó, ahora vivía un nuevo peligro, a la luz del día, lista para morir o vivir ya era lo mismo, ya solo había cabida en su ser para un sentimiento; el amor que le profesaba a Egon.

Que podía sobre todo, que podía sobre su familia, sobre su voluntad, su libertad, sobre ella misma. Las cadenas sobre sus muñecas, que por más imaginarias que fuesen, nunca la dejarían en paz.

Aún en su hogar, su padre miraba un álbum de fotografías, aquellas que guardaba en el ático, de su Ann, oh su amada Ann, a quien había dejado morir, había roto la única promesa que le había pedido su difunta mujer. No, no podía perdonárselo, si no la encontraba, él de seguro moriría de dolor, de tristeza o de un disparo, lo que pasara primero. Había sido tan mal padre para su hija.

Limpiando sus lágrimas amargas respondió el teléfono al ver en el identificador el número del detective Truman, quien le informó de la muerte del joven Salamanca, le hubiera importado un bledo la muerte del joven, sin embargo lo que dijo después le lleno de intriga y asombro -"Encontramos ADN de Angel en la sabana que envolvía el cuerpo"- se levantó del suelo de madera con el miedo pintado en la cara.

-"¿Pero cómo? ¿Quiere decir que ella...?"- Truman se aclaró la garganta, y prosiguió -"Al parecer, Theodor, lo que encontramos fueron lágrimas de tu hija, frescas relativamente"- el aire que retenía en sus pulmones por fin había Sido liberado. Después de tantos meses, la investigación avanzaba. Pensó que cuando interrogaron a los chicos o cuando encontraron todo eso en la casa del joven Vandergast sería suficiente pero no, así no funcionaba la ley. No para el pueblo.

-"Tendrán un día o dos a lo mucho"- tragó gordo deseando que la chica no contara con la misma suerte, esperaba aún tener tiempo, sin embargo, el tiempo se había acabado hace mucho.

-"Pero, Aaron, ¿eso quiere decir que ése hijo de perra tiene a mi niña?"- la ira con la que el doctor Paradise decía esa pregunta parecía que hubiese querido golpearle -"Efectivamente, él es el ignoto. Al principio pensé que quizá no sea tan peligroso pero..."- al otro lado de la línea el canido Aaron Truman miraba la foto de ese niño y a su lado la del hombre que ahora buscaba -"Por lo que hemos investigado, él definitivamente podría hacerle daño a Angel"- ojos de Theo se aguaron y aventó el álbum lejos de él -"¡Entonces, maldita sea, Aaron! !¿Qué estás esperando?!"- los gritos de Paradise eran desesperado, desgarrados y lastimeros, necesitaba saber que su hija estaría bien, más que nada para mantener su consciencia tranquila -"No es tan fácil como parece, Paradise"- la voz de Aaron se escuchaba sumamente frustrada -"Una mierda..."- el lloriqueo de Theo invadió la línea -"Por favor, Aaron, no lo hagas por mí"- limpiándose la mucosidad de la nariz con el dorso de la mano -"Hazlo por Angel... Hazlo por Ann"- dijo con voz temblorosa el hombre, por otro lado la mención de la azabache incomodó un poco al detective pensando que tal vez, Paradise no le recordaba pero se equivocó.

-"Siempre lo he hecho por ellas, Theo"- el sonido de la línea colgada inundó los oídos del destrozado hombre quien se echó al piso, con el rostro inflamado por el llanto, era un desastre, se hizo un ovillo en el suelo hasta que se durmió. Ya muy entrada la noche su esposa se atrevió a entrar al ático para llevarlo a dar una ducha y tratar de que durmiera un poco más.

A primera hora del día se emitió un boletín con los rostros de los jóvenes.

Esa mañana de octubre, el clima mañanero era tan agradable, el viento soplaba y se movía el azabache cabello de su joven amante, sin saber que poco a poco su tiempo al lado de ella se acababa como el cigarrillo que tenía en la mano, una canción sonaba en el radio, la dulce voz de la joven cantaba los versos de Abba.

Se detuvieron en autoservicio para cargar gasolina y comprar algo de comer,  Egon con aquella sonrisa arrogante y esos lentes de sol baratos bajó del auto, a su lado su obsesión.

Parecía una pareja de recién casados que habían decidido hacer un viaje improvisado para el hombre del mostrador hasta que vió en la pantalla a su lado, las noticias y esos rostros inconfundibles que estaba viendo en ese momento.

En ese momento, no mucho pasó por la cabeza de Frank, el hombre de pelo rizado y oscuro que atendía la tienda, tan solo pensó que el dinero de la recompensa no le vendría mal. Tampoco pensó en lo que dijo la chica afroamericana del canal 5 de las noticias, aunque debió considerarlo cuando ella pronunció las palabras "altamente peligroso" en la misma oración.

Apagó el televisor, pero fue tarde, nunca pensó que el joven apuesto que estaba en el pasillo de las galletas había interceptado todos y cada uno de sus movimientos, desde la voz que salía del televisor hasta el momento en el que Frank se debatía entre llamar al 911 o pasar por alto que un fugitivo estuvo en la tienda. Optó por llamar a la policía.

Entonces, cuando Egon estuvo al tanto de su decisión se acercó de apoco al mostrador, sacó el arma debajo de su camisola de botones verde y le disparó, importandole poco que la sangre le salpicara la cara y que la pequeña Angel descubriera su verdadera naturaleza.

[N/A]:

"Nadie le dijo que enamorarse del diablo era tan fácil"

Angel; Edén.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora