u n d é c i m o

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[TORMENTA]

Egon.


-"Debe ser mi madre" - dijo separándose de mí para tomar el teléfono en sus manos y revisar sus llamadas perdidas - "Sí, era ella. Me ha mandado un mensaje. Tengo que ir a casa a cuidar a Elián y April porque ella va salir con Jill... ¡Oh, que alivio! Mira" - me acerco su teléfono y mi mandíbula no tardó en tensarse - "Que bueno que ya dieron de alta a Mike" - la sonrisa no se quitaba de sus labios - "Me tengo que ir ya, lo siento tanto, Egon ¿Qué te parece si mañana nos vemos desde temprano? Para ponernos al corriente" - se levantó guardando todo en su mochila mientras yo estudiaba cada uno de sus movimientos desde mi lugar - "Voy a correr, Bianca ya salió y dejo a esos dos niños solos en casa y eso solo significa una cosa..." - tocó su barbilla y me miró, giré mi cabeza a la izquierda - "Desastre, catástrofe, la destrucción de mi casa, Egon. Debo correr" - reí fuerte por su drama y cara de falso terror.

Probablemente esos niños estén viendo alguna película infantil o quizás también puede que estén incendiando la casa. Nada de que preocuparse.

-"Te acompaño afuera, cariño" - ella sonrió en mi dirección y asintió, terminó de guardar sus cosas y me ofrecí a llevar su bolso, a lo que negó al principio pero luego acepto cuando seguí insistiendo. Llegamos a las puertas de la escuela y al salir me percate del clima nublado, fresco y con mucho viento golpeando mi rostro; lloverá, eso es seguro.

-"Preciosa, no creo que sea buena idea que vayas caminando a tu casa. Está apunto de comenzar a llover y me sentiría muy mal si mi chica favorita coge un resfriado por caminar bajo la lluvia" - ella se ruborizo como ya era de costumbre y llevo un mechón rebelde atrás de su oreja - "Tranquilo, Egon. Iré en autobús, de seguro alcanzo a tomarlo antes de que la lluvia llegue. No te preocupes." - sonrió y tomó mi brazo dándome un ligero apretón pero me negué, mi cabeza se movió de lado a lado. No dejaría que Angel se arriesgara.

-"No acepto un no por respuesta. Te llevaré yo, pequeña. Finito" - ella soltó una melodiosa risa y negó - "Egon, le tengo pavor a tu motocicleta. No creo poder subirme una vez más a esa maquina infernal" - dijo dramáticamente, a lo que yo llevé mi mano al pecho con una cara de indignación muy teatral - "Tranquila, hoy vengo en tu zona de confort... Cuatro ruedas, querida" - le giñe un ojo y le sonreí coqueto, el color rosa cubrió su rostro instantáneamente casi tomando un color rojizo, lo que me hizo reír y llevar mi mano a su cara para quitar algunos mechones que se salían de su coleta. Pase mi brazo por sus hombros atrayaendola a mí pecho y empezando a caminar por el desierto estacionamiento.

Narrador omnisciente.

Caminando con la niña pegada a él se sentía vivo, tenerla sin tenerla realmente. Ella no lo sabía pero ya era suya y tampoco sabía que él era de ella, ni siquiera lo pensaba.

Su corazón golpeaba su pecho con brusquedad sintiendo esa sensación placentera que Egon provocaba casi de una manera enfermiza en ella, amaba sentir ése desastre de sentimientos que se formaban en su vientre cuando Egon posaba una mano en ella.

No quería alejarse de él. Le había hecho mucha falta en la semana, le había hecho falta esa mirada llena de emociones que su inocente mente no podía descifrar, esa mirada que quemaba su piel.

Como todo un caballero él abrió la puerta de copiloto dejándola entrar en el auto viejo y rodeo el auto con el objetivo de subir por el lado del piloto y emprender la marcha hasta la hogareña casa de la joven. Se monto en el auto y puso en marcha el avejentado auto que pertenecía mamá Sol.

Durante el camino el silencio reinaba en el auto y la sintonía en volumen bajo de la radio golpeaba en las ventanas.

Un grito ahogado salió de repente de sus rosados labios exaltando a Egon, que trató de seguir en la línea del camino, asustada por el trueno repentino que resonó en el cielo gris llevó su mano al pecho trato de que su respiración se volviera normal pero su mente solo viajo a el día, ése día de la muerte horrible de su madre. Sus dedos se clavaron en el asiento tapizado por un cuero teñido de azul y cerró los ojos con fuerza.

Otro trueno golpeó el cielo y otro grito salió de sus labios disparado, sus uñas se encajaron con más fuerza. Egon se detuvo abruptamente empujando sus cuerpos hacía adelante levemente, rápidamente se orilló, el estado de la joven era como el de un pequeño cachorro asustado, con sus ojos cargados de agua salada luchando por salir y el nudo en su garganta apretando cada vez más fuerte.

-"Angel, mírame" - ella giró su rostro para él - "Sobre mis rodillas, ahora" - ordenó con voz llena de autoridad el muchacho, ella dudo, parecía insegura. No se inmutaba y eso desespero al de ojos azules y con voz más fuerte dijo - "Ahora, Angel. Sobre mis rodillas. No me hagas repetirlo" - le dirigió una mirada cargada de dominio e intensidad y la niña no hizo más que obedecer.

Torpemente se paso de asiento, tratando de no mostrar más de lo debido al moverse de asiento a las piernas de Egon y fallando dulcemente en el acto. Trato de sentarse en su vestido al posicionarse en ese par de muslos fornidos de Egon pero al contrario sus posaderas quedaron directamente sobre la tela de sus gastados vaqueros azules, sus piernas estiradas tocaban el asiento donde ella estaba al principio del viaje, una mano se posó en su rodilla izquierda apenas rozando su delicada piel y fue subiendo desde ahí hasta la mitad de su muslo donde se detenía y volvía a bajar de una manera cariñosa pero a la vez perversa. Un suspiro retenido salió por los labios de la niña, él la tomó por la nuca y la obligó a mirarlo a los ojos, nunca dejó de tocarla cuando la recostó en su pecho y la mano en su nuca bajo por su espalda hasta su cintura donde descanso.

-"Creo que las tormentas no te gustan ¿no es así, cara mia?" - pregunto con voz queda y ronca el mayor con su barbilla recargada en su pequeña cabeza, ella asintió tristemente dándole la razón - "Tranquila, ya todo estará bien. Lo prometo, pequeña. No dejaré que nada te haga daño"- y su voz cambió de dulce a oscura como si un recuerdo resucitara una vez más en su mente, como si viviera el recuerdo mil veces más, como si él fuese el recuerdo.

Quizá si Angel hubiera visto como el azul de sus ojos se volvió más oscuro, como su mirada se volvió enferma, si no hubiera interpretado la fuerza con la apretó después como una consolación, como su rostro se endureció, como se convertía en el recuerdo de esa persona que llegaba todos los días a las cuatro de la tarde, como despertaba a la bestia, como se convertía en su peor pesadilla.

[N/A]:

"Las nubes grises también forman parte del paisaje"

Angel; Edén.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora