d u o d é c i m o

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[BESTIA]

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Narrador omnisciente.

Lluvia.

Las gotas danzaba alegremente por la ventana de la sala de estar, un cigarrillo se consumía lentamente entre sus labios esperando su anunciada muerte y en su mano reposaba una taza de café negro humeante con el mismo destino.

La muerte inminente.

Una risa amarga salió de su garganta cuando aquella frase rondo por su cauterizada consciencia "Nacemos para morir". Tan estúpidamente cierta.

Lastimosamente él ya había muerto en alguna parte del camino de su no tan larga vida, quizás murió ahí, en el segundo en el que los ojos azules de su querida Helena perdieron su brillo ante sus ojos. Ahora... Ahora esperaba renacer, renacer de entre las penumbras de aquella tarde de martes, renacer en los brazos inocentes de una mujer, renacer en Angel; de entre su estrecho e inocente ser.

Su cigarrillo perdió la vida en un segundo más entregándole una última gota de su venenoso placer y su café lo siguió minutos después para después mostrar el fondo blanco de la taza.

Fondo.

Ahí vivía él, en el fondo. En un mundo plagado de mujerzuelas, alcohol e ilegalidades de las cuales sacaba su tan temida y afamada reputación en el bajo mundo como "Vandergast" siendo la peor pesadilla para muchos, como el idiota del bar o aquel mal cliente, o siendo la venganza de muchos y siendo recompensado por llevar la ira de los peores en sus manos.

Fondo era su hogar, fondo era el sagrado y profundo mundo habitado por él, por la bestia y sin dudarlo en su enferma desesperación es a donde llevaría a Angel y la haría suya salvajemente. Sin piedad.

Donde dolorosamente ella se condenaría con él, una condena que tomaría con una sonrisa en el rostro, con las manos arriba y corriendo hacia a él ciega, ciega de amor, ciega de pasión, ciega de placer.

La dejaría ahí, la condenaría a ahí en el fondo de la taza.

Dejó apacible la colilla del cigarrillo en el cenicero de plata que tenía frente a él en aquella mesa ratona color negro que en donde la anciana solía beber café con leche y leer sus libros favoritos. Un sentimiento de tristeza lo embargo y la soledad no se sintió tan placentera como siempre... Pero pronto todos eso acabaría porque ella estaría ahí con él y no importaba la manera en la que fuese.

Se encaminó a pasos pesados a la cocina que, sorprendentemente, se mantenía pulcra al igual a todas las habitaciones de la casa, abrió la nevera para tomar sin preámbulo a su querida amiga embriagante entre sus dedos largos y pálidos, llevo está a sus resecos labios y los humedeció con el líquido amargo que soltaba boquilla de vidrio para después dirigir su mirada a el calendario y se atragantó con el líquido tosiendo involuntariamente tomando con su mano libre su pecho mientras trataba de controlarse.

Y no es que importase el mes que cursaba, importaba el día, el quito día del mes... Le tocaba esa estúpida inyección que aparte de ser dolorosa lo dejaba realmente exaltado para después ser brutalmente golpeado y noqueado por el sueño. No quería por ningún motivo cancelar con su pequeña pero si no tomaba la inyección... Despertaría esa parte de él que tanto preocupaba a mamá Sol, despertaría a la bestia y Angel no debía verla, no aún.

De repente su corazón empezó a golpear con fuerza su pecho y supo que si no la tomaba todo se iría a la mierda. Angel no podía ver a la bestia, Angel no debía ver a Vandergast.

Angel; Edén.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora