s e x t o

822 33 7
                                    

[BAÚL]

Egon.

Deseé que los días pasaran volando pero se convirtió en una eternidad para mí. A éste paso dependería de ésta niña más de lo que imagine.

Volví una madrugada de lunes con el frío calando mis huesos despiadadamente, llevé un cigarrillo a mis labios tratando de relajar mi cuerpo en el sofá en el que hallaba.

Un ruido.

Levanté la mirada al pasillo en penumbras, el frío parecía hacerse más fuerte y un vapor blanquecino salía de mi boca al exhalar.

Entonces lo recordé, no había tomado mis medicamentos... Volverían.

Me levanté con rapidez del sofá pero demasiado tarde, un disparo.

Mi sangre se heló, mire mis manos estaban empapadas de sangre. Grité horrorizado. Mi pecho subía y bajaba con rapidez y las lágrimas se empezaron a acumular en las cuencas de mis ojos derramándose sin control. Ya no tenía el control de nada.

-"Egon, cariño..."- su voz inundó mi cabeza, Helena. - "El baúl" - jadeé y trague gordo. Ése maldito baúl.

Miré el reloj en la pared, marcaba las 4 de la tarde, ojalá no supiera lo que quería decir esa hora. Era la hora en la que él volvía a casa. Sus pasos hacían un zumbido en mis oídos, ya no tardaba.

Casa.

Miré la ventana, las cortinas pesadas marrones ahora eran de un lindo color rosa palo en combinación con el tapiz de pequeñas flores que cubría los muros, la estufa estaba prendida y sobre ella estaba la cafetera roja de ella y el guiso de la sartén que iba a quemarse pero yo seguí caminando directo a las escaleras, subí contando los escalones en voz alta.

Seguían siendo 22.

Escuché los pasos, otra vez "Tac, tac, tac" parecían no detenerse y sonaban pesados, yo me sentía pesado. Me detuve en seco frente a la puerta blanca de su habitación, miré a mi derecha para centrar mi vista en la puerta entreabierta, divisé el baúl al pie de la cama, mis manos se hicieron puño aparentando fuerte hasta que mis nudillos se pusieron blancos y las uñas de mis manos se incrustaron en la piel de mi palma. Ése maldito baúl.

Abrí con brusquedad la puerta, la escuché llorar, estaba aterrada, me acerque furioso a ella, no me miraba así que que la tomé de la cara y la obligue a mirarme, su corto cabello azabache se movió con violencia, mis ojos se encontraron con los suyos y al ver el hematoma que cubría su ojo izquierdo me sentí culpable por un momento, puso sus manos sobre las mías dejando la sensación tibia.

Una rabia se apoderó de mí y la tomé del cuello de repente, sus manos siguieron las mías, rasguñando con desesperación. Apreté su angosto cuello entre mis manos cada vez más y más fuerte, las lágrimas salían a borbotones de sus ojos azules, se estaba debilitando hasta que dejó de rasguñar mis manos con las suyas y cayeron en seco a sus costados.

Sus ojos azules se mantuvieron abiertos mientras aún la sostenía del cuello, se volvió pesada en un segundo y simplemente la dejé caer el piso de madera, el sonido seco de su cuerpo chocando violentamente con aquella fría superficie plana me abrumó, mi vista se nubló y todo a mi alrededor daba vueltas caí sentado en una esquina de la habitación, llorando como un niño asustado, alcé la vista a la puerta y divisé las piernas pequeñas de un niño correr hasta su cuarto, se escuchó entre mis sollozos la puerta cerrar, el pestillo, el baúl abriéndose y cerrándose.

Seguí llorando desconsoladamente mirando su cuerpo inerte en el piso, murmurando cosas sin sentido - "perdón, perdón, perdón. Mi vida, Helena. Oh Dios mío, perdóname. Yo no quería, no quería, cara mia" - respiraba con dificultad pasando las manos por mi cabello, lo tomé con fuerza queriendo arrancarlo, grité de frustración para después soltar un sollozo involuntario y uno más, y otro.

Había perdido el control.

¿Cómo pude hacerte esto, mi Helena?

La pregunta de mi consciencia resonaba en mi cabeza intermitentemente, giré mi cuerpo y gateé hasta la cama, mire abajo y saque la maleta marrón que estaba ahí. La abrí, inundada de fotos de ella que no sabía que existían hasta ése momento, mechones de su cabello, su ropa íntima, cartas, poemas y... Un arma, que tomé entre mis manos y apunte con ella a mi sien.

A mí mente vinieron recuerdos.

Golpes.
Gritos.
Llanto.
Dolor.
Un niño encerrado en ése maldito baúl.

Escuché la cafetera chillar, las patrullas, el llanto, las pisadas, el reloj, los pitidos del teléfono, el pestillo, el baúl abrirse y cerrarse. El sonido se hacía cada vez más fuerte, era ensordecedor. Grité con todas mis fuerzas cerrando los ojos.

Los ojos azules de Helena.

El baúl.

Un sólo disparo.

Abrí los ojos, estaba en una esquina de mi habitación, tembloroso, con un dolor horrible en la cabeza y la garganta seca. Miré a todos lados para asegurarme de estar a salvo pero mi mirada se clavo en ése maldito baúl a los pies de mi cama. Tenía que salir de aquí.

Me levante ansioso e hice lo de siempre. Ir a la cocina por whisky y mis píldoras. Debía dormir tan solo un poco, no quería que Angel me viera de ésta manera por la mañana, así que, volví a mi habitación, revisando que todo a mi alrededor fuese seguro, me tiré en mi cama y le di una última mirada a ése maldito baúl antes de caer en los brazos del sueño.

(...)

En alguna parte de un pasado.

Narrador omnisciente.

-"Señora Tziollis" - clamó la enfermera en la sala de espera de aquel lúgubre consultorio, una mujer de unos 50 y tantos años se levantó de una de las sillas opacas que se encontraban ahí.

Entró al consultorio y se sintió nerviosa, tenía meses sin presentarse pero tenía que hacerlo por amor - "Hola, señora Tziollis. Es un gusto volver a verla y es una pena que tenga que decirle esto, tomé asiento" - ella obedeció y a medida que el médico hablaba su cara sufría una deformación y sus ojos se llenaban de agua salada - "¿Él nunca va a estar bien?" - preguntó exaltada, el hombre de bata blanca hizo una mueca - "Me temo que no, a menos que tome su medicamento él seguirá teniendo episodios" - junto las manos sobre el escritorio y se inclino hacía enfrente - "El medicamento solo controla la cantidad de episodios que puede llegar a tener pero no controla la intensidad. Por ello debe de tomar el medicamento, de lo contrario, él nunca saldrá de aquí..." - apunto con su dedo el lugar- "Ni de aquí" - dijo seriamente apuntando su propia cabeza, la mujer lo miró horrorizada - "Lo que le pasó dejo su mente contaminada y quebrada, puede repetir patrones y... Dios quiera no pero puede ser incluso más peligroso que..." - la oración quedó en el aire cuando la mujer lo miró duramente dando señas de no querer escuchar el nombre de aquel hombre que arruinó sus vidas. El hombre carraspeo y se jalo un poco la corbata incómodo - " ¿Quiere pasar a verlo?"- dijo dubitativo tronando sus dedos involuntariamente, suspiro cuando la mujer se levantó y accedió - "¿Cómo está?" - preguntó mirándolo a los ojos, casi rompiendo en llanto - "Aún está encerrado en el baúl" -

[N/A]:

"¿Qué es lo que piensas antes de dormir?"

Angel; Edén.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora