Capítulo 34

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Chester coloca dos cartas sobre la mesa, Stinson lo observa a través de sus cartas. Ambos llevan jugando con las cartas desde que salieron de clases y se reunieron en el club. Rei los ha estado observando desde su lugar, rechazo participar por no saber cómo se juega, y por más que los vea, sigue sin aprender.

    - No podrás ganarme – dice Stinson.

    - Ya te ha ganado anteriormente – le recuerda Chester -. Lo volveré a hacer.

    - Suerte de principiante, tengo más talento que tú en esto.

    - La suerte es sólo una excusa para los débiles – espeta Chester -. Es con talento y habilidad que se logran las victorias.

    - Los ilusos siempre inventan fantasías para vivir de ellas y no enfrentarse a la realidad que los agobia.

    - Ambos han ganado cinco veces y el que gane ésta será la sexta, así que dejen de tantas palabras sin sentido – interviene Rei, ya cansada de la riña que los chicos tienen desde hace rato.

Los dos chicos guardan silencio, continuando su juego en silencio.

La puerta del club se abre, Morrison entra seguido de Alemán, cada uno lleva consigo bolsas en ambas manos.

    - ¿Qué hacen? – pregunta Morrison.

    - ¿Que qué hacemos? – repite Stinson -. Pensé que quedaba claro que jugamos a las cartas. Veo que no es así.

    - Pero que gracioso – arremete Morrison -. Apuesto que eso lo que dicen tus padres cuando ven el boletín estudiantil.

    - Eso debió doler – susurra Chester.

    - Sí, salgo mal – admite Stinson -. Pero al menos no llamo a todos mis compañeros por su apellido sólo para quedar bien ante los profesores y parecer un niño bueno.

    - Eso fue personal – masculla Chester.

    - Ah si, pues yo…

    - Ya dejen de pelear y vamos a adornar el colegio – exclama Alemán, deteniendo así el intercambio de palabras.

Todos quedan asombrados, sin saber cómo reaccionar. Es común que sea Rei quien detenga las batallas de argumentos, pero esta vez lo hace la chica que siempre se mantiene en silencio y que sólo se atreve a hablar cuando se le pide una opinión.

    - Perdón – dice, avergonzándose.

    - No te preocupes, está bien – le dice Morrison -. Vamos a adornar.

Deslizándose en su patineta, Stinson lleva las decoraciones de un lado a otro. La única forma de que no se queje al adornar, es montando su tabla, ya que es así que logra trabajar en silencio la mayor parte del tiempo. Rei y Chester acomodan un lazo que va de un barandal del primer piso hacia un pilar en planta baja, donde lo recibe Morrison.

    - ¿Qué hacen?

Rei y Chester se giran al escuchar la pregunta, a unos metros de ellos, una chica los ve con incógnita.

    - Hola, Beth – saluda Rei.

    - Adornamos el colegio – contesta Chester -. ¿Quieres ayudarnos? – pregunta con una sonrisa.

    - No, gracias, estoy en clases. Voy de camino al baño – contesta, pasando junto a ellos para ir a su destino. Antes de irse se voltea -. Hoy nuevamente me voy en metro, así que debes esperarme.

    - Así lo hare – le responde. Rei es ahora quién lo mira confusa -. Larga historia, al rato te la cuento.

El timbre suena, las clases finalizan, los alumnos que tiene que estudiar en la tarde ya pueden irse a sus casas. Los chicos del club también son libres, no pueden quedarse hasta más tarde adornando, al día siguiente terminaran lo que les falta.

En la entrada hay un chico de pie, y por lo que se ve, está esperando a alguien; al acercarse a la salida logran distinguir al chico.

    - Hola, Chester.

    - Hola, Thiago – le devuelve el saludo -. Tiempo sin verte.

    - Quiero hablar de lo que pasó la ultima vez.

    - ¿La última vez? – repite confuso -. ¿El día que te vimos practicando tiros libres?

    - No, no me refiero a ese día – a Thiago las palabras no le salen de la boca -. Me refiero al día…

    - Que Reinaldo te dio la golpiza – terminada la frase Beth -. No es que me importe su conversación, es que están en medio de la entrada. ¿Nos vamos? – se dirige a Chester.

    - Claro – contesta, caminando hacia la salida.

Los otros chicos del club no saben exactamente qué está sucediendo, no entienden cuáles son las intenciones de Thiago al estar ahí de pie, y mucho menos comprenden desde cuándo Chester y Beth se tienen tanta confianza.

    - ¡Yo no quería que te golpearan! – exclama Thiago para ser escuchado -. Quería intervenir, evitar esa pelea. Pero, últimamente he tenido una buena participación en la cancha. Llevo dos goles y cuatro asistencias, estoy siendo tomado en cuenta – un lamentable Thiago, parado en la entrada, agacha la cabeza, sintiéndose avergonzado.

Chester se le acerca a Thiago, colocando su mano en el hombro del otro.

    - No te preocupes – dice -. Entiendo tu situación. En ocasiones actuamos diferente a lo que somos en realidad, para poder estar con ciertas personas que creamos que son de nuestro agrado – Beth suelta un bufido -. Quieres ser parte del equipo y por eso actuaste como ellos y no interrumpiste la pelea para ayudarme – Chester le sonríe de la forma que siempre lo hace con todos -. Trabaja duro y serás como ese pez que nadó mucho y se volvió un dragón.

    - No entiendo – dice Thiago.

    - Es la leyenda japonesa de la puerta del dragón – interviene Morrison -. Cuenta que una carpa quería demostrarle su valor a los dioses, así que nadó en contra de la corriente para subir por una cascada, al logarlo los dioses la convirtieron en un dragón recompensando su esfuerzo.

    - Yo no lo pude explicar mejor – bromea Chester -. Esfuérzate, logra tu objetivo. Y no te preocupes por mí, no estoy molesto contigo – se da vuelta para irse.

    - Debí hacer algo – chilla nuevamente -. Tuve la oportunidad de detener todo, puede comentarle de la pelea al entrenador.

    - ¿Para ganarte el odio de tus compañeros y no volver a jugar? – pregunta Chester -. Echarías a la basura todo el trabajo que has hecho, todo ese esfuerzo seria en vano – Chester mira al cielo, sonríe, y vuelve a mirar a Thiago -. Entiendo que es duro abandonar a un amigo para lograr nuestros sueños, eso lo entiendo muy bien, es doloroso. Pero no abandones tus sueños, sigue adelante y no te preocupes por mí, yo se aguantar golpes, y muy bien – Chester sonríe de oreja a oreja cerrando los ojos -.  Oye, Beth. ¿No te quieres unir a nuestro club?

Thiago levanta la mirada, se voltea hacia los que lo observan.

    - Ese chico es un caso raro – inquiere.

    - Ni que lo digas – corrobora Stinson -. No entendí qué sucedió, pero sólo puedo decir algo: Chester tiene algo con Beth, así que te puedes olvidar de él, Rei.

    - Ellos son amigos – espeta Rei, caminando hacia su parada.

Morrison se acerca a Thiago.

    - Él cree que puedes lograr lo que te propones. De todos nosotros es quién más cree en los sueños.

    - Fue golpeado, ¿no le importa?

    - Tal vez  si – dice Morrison -. Pero Carroll es de ese caso raro de personas que son capaces de recibir golpes por el bien de sus amigos. No sé cómo explicártelo, así que llévalo al ámbito deportivo y lo entenderás mejor – Morrison le palmea la espalda -. Vámonos, Alemán.

Dibujando SonrisasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora