- Nos vemos mañana – se despide Chester, tomando rumbo a la salida.
Sus compañeros se despiden de él, viéndolo partir.
- ¿Han notado que Carroll se va después de clases todos los martes y jueves? – inquiere Alemán.
- Sí, una vez lo comenté – responde Stinson.
- ¿Y que a la hora de la comida siempre es pan lo que trae? – agrega Beth. Ganándose las miradas confusas de los demás -. No viene al caso, pero me da curiosidad.
- ¿Qué hace esos días, Rei? –le pregunta Morrison a la chica, tomándola por sorpresa.
- No lo sé – responde tímidamente -. ¿Por qué crees que lo sé?
- Es que tú y Carroll tienen una enorme confianza – contesta encogiéndose de hombros.
Stinson lo mira con reproche.
- Tal vez está metido en drogas – argumenta -. No me miren así, vean los hechos. Se la pasa sonriendo sin ninguna razón – levanta el pulgar -, devora alimentos con alta cantidad de levadura y no engorda – levanta el índice -, y desaparece de repente – levanta el dedo medio -. Eso son indicios de drogas.
- Que gran idiotez – le reprocha Morrison, con severidad -. Deja los celos.
- ¿Qué tal si lo seguimos? – propone Beth.
- No creo que sea correcto – dice Alemán -. Seria invadir su privacidad, si no nos ha querido decir es por algo.
- Drooogaaas.
Chester camina evitando a la multitud que se aglomera en la entrada de la estación del metro. Gracias a sus auriculares, colgando de sus orejas, está absorto de lo que lo rodea, por ello no se da cuenta que cinco individuos los siguen desde unos cuadras atrás.
- Espera el metro, ese es su medio de transporte – dice Beth, escondida detrás de un pilar viendo a Chester esperando el metro.
- Por supuesto, el submundo, donde nadie podría verlo comprándola.
- Deja esa estupidez. Ches usa el metro porque es rápido, tiene los mapas de cada ruta – dice con sorna -. Además, no sabe irse en autobús.
Sus cuatro amigos la miran fijamente.
- Me lo dijo una vez que nos fuimos juntos.
Chester dibujaba todo lo que ve en el vagón del metro, sin darse cuenta que lo observan desde el otro vagón.
- Pensándolo bien – anuncia Morrison -, no sé a dónde vamos con esto.
- Les dije que era mala idea – dice Alemán.
- Alguien llámenlo a su celular y pregúntele a dónde va – sugiere Morrison.
- Chester no tiene celular. Dice que es una distracción que corta la libertad y emboba la mente.
Los ojos de cuatro compañeros dan con una Rei que está viendo por la ventana.
- Me lo dijo una vez – dice sonrojándose.
Chester cruza en una esquina, saluda a una señora que, tranquilamente, barre la entrada de su casa. Ambos cruzan palabras unos instantes, el chico se despide de la señora y continúa su camino, deteniéndose en una panadería.
- Eso explica el misterio de los panes – comenta Beth al verlo entrar.
- No es ningún misterio – le reprocha Stinson -. Simplemente compra panes y ya.
Cinco minutos. Diez minutos. Quince minutos.
- Me cansé de esperar – se queja Stinson -. Lleva mucho tiempo ahí y no sale. O entramos o nos vamos.
Los chicos entran a la panadería, por ninguna parte ven a Chester. Stinson señala a la cajera, en la vidriera están surtidas las galletas que suele comer Chester, las que tienen apariencia de croquetas de perros.
- Otro misterio resuelto – susurra Beth.
Una señora, sentada en una mesa cercana a la caja, ve a los chicos con cierta curiosidad.
- ¿Son amigos de Chester?
El grupo se miran unos a otros, sin estar seguro si es con ellos la pregunta.
- Sí, lo somos – responde Morrison, dudando.
- Está trabajando, termina a las 7 de la noche – anuncia la señora.
- ¿Chester trabaja aquí? – pregunta Beth.
La mujer los mira sin comprender.
- Chester es mi sobrino – les confiesa la señora a los chicos. Los seis se agruparon en una mesa para charlar -, trabaja los martes, jueves y sábados. Ese fue el acuerdo al que llegamos.
- ¿Cuál acuerdo? – pregunta Rei.
- El trabaja esos días aquí, y a cambio, yo pagaría sus estudios, con ayuda de la beca, y el apartamento donde vive.
- ¿Vive en un apartamento? – preguntan todos a la vez.
- Sí, está aquí a unas cuadras – dice señalando a una dirección -. ¿Acaso Chester no les ha dicho nada?
Todos niegan con la cabeza.
- Ese chico sigue siendo toda una bóveda – la mujer suspira -. Al menos veo que hizo amigos, eso me alegra.
- ¿Chester no suele hacer amistades? – pregunta Beth.
- Si las hace, es que – la señora titubea antes de contestar -. Es algo complicado. Mejor que se los cuente él – le hace una seña a un chico detrás del mostrador -. Llama a Chester un momento.
Al minuto, de una puerta detrás del mostrador, Chester aparece, lleno de harina y con un delantal.
- Me agarraron con las manos en la masa – bromea Chester.
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Dibujando Sonrisas
Novela JuvenilRei es una adolescente que esta por empezar su primer año de bachillerato, preparándose para los retos que éste trae, la presión de los profesores, el odio de algunos compañeros de clases, y el control de sus padres. Todo cambiara cuando conozco al...