Capítulo 46

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Durante los días siguientes no se volvió a mencionar el tema del suéter, los chicos actuaban de lo más normal, el único que le recordaba el tema a Chester era el profesor Vélez, felicitándolo por acatar las normas de la institución. Chester le sonreía y seguía su camino; últimamente le había dedicado más tiempo a los dibujos. Rei lo ayudaba a estudiar para que no bajaran sus notas, inclusive lo dejaba copiar la tarea, cambiando algunos detalles para que los profesores no sospecharan. En el receso Beth le regalaba pedazos de torta a sus compañeros, los pedazos de Stinson eran los más pequeños y los de Chester terminaban siendo dos o tres veces más grande que el de los demás.

Todos hacían su esfuerzo para levantar el ánimo de su amigo, pero Chester parecía el mismo de siempre. Seguía sonriendo como de costumbre, dibujando todo lo que le pasara por en frente, hacia los mismos chistes de siempre, esos que hace en las discusiones de Morrison y Stinson. Todo parecía normal.

    - En eso te equivocas – dice Morrison -, no puedes aprenderte la historia de tu país viendo una película, debes leer los libros.

    - La película dice que está basada en hechos reales – responde Stinson – que ocurrieron en nuestro país.

    - Sí, pero en una hora y media o dos, no pueden meter todo el contenido de cientos y cientos de años.

Ambos llevan rato en esa discusión desde que Alemán les pregunto cómo se preparaban para el examen final de historia.

    - Aún no me acostumbro a estos dos – admite Beth.

    - Yo ya me acostumbre a vivir con ello – responde Rei, sonriendo -. ¿Eso fue la puerta? – ambas chicas se miran -. Adelante.

La puerta se abre, detrás de ella entra un joven, por su uniforme es fácil de reconocer que es estudiante de secundaria, y por su tamaño.

    - ¿Éste es el club Dibujando Sonrisas? – todos asienten -. ¿Ayudan a los estudiantes que necesitan ayudan? – vuelven a asentir -. Entonces necesito que me ayuden a encontrar mi mochila perdida.

Cinco cuellos giran en una dirección, diez ojos enfocan a una persona. La cual se pone de pie mirando fijamente al chico.

    - Claro que te ayudaremos a encontrar lo que perdiste – afirma con seguridad -. Todos merecemos encontrar lo que se nos pierde.

El primer lugar en el que revisan en el salón del chico, 7mo D.

    - Cuéntanos cómo la perdiste – interroga Chester, inspeccionando el salón.

    - Yo estaba en el laboratorio de biología – relata el chico -, salí para ir al baño, entonces el timbre del receso sonó, y aprovechando que estaba abajo, me quede ahí y no volví al salón.

    - ¿Entonces que hacemos aquí si la perdiste en el laboratorio de biología? – interroga, hostilmente, Stinson.

    - Cierto.

El laboratorio, como era de suponer, se encontraba cerrado.

    - Un momento – apresura Stinson -. Rei, préstame ese ganchito de pelo un momento – en pocos segundos la puerta se abre -. Gracias.

    - ¿Qué haces en tu tiempo libre? – inquiere Morrison.

Al igual que el salón, el laboratorio está vacio.

    - Aquí no hay nada – advierte Alemán.

    - No, muchachos – exclama Chester -. No se rindan, estamos cerca de encontrarla. Lo presiento.

    - ¿Uno de tus compañeros no se la llevo al ver que tú la habías dejado? – Rei pregunta con ternura al chico, que se sonroja al tener fijada la mirada de Rei.

    - No te emociones y responde – amenaza Stinson.

    - Pues, si lo hicieron nadie me comento nada – responde el chico al ver la severa mirada de Stinson.

Chester se acerca al chico, lo sujeta por los hombros:

    - No te preocupes, la encontraremos. Hoy volverás a tu casa con la mochila colgando de tu espalda, la usaras con orgullo. Hasta que se dañe – agrega bajando el entusiasmo -, lo cual podría ser al final de este año. O al siguiente, todo depende del comportamiento de tus compañeros. Si son tranquilos podría durarte largo tiempo, pero si no lo son no te durara mucho. Como ese chico, Romero, creo que es así – comenta sin estar seguro del apellido -. Estoy seguro al cien por ciento, que fue él quien se robo mi goma de borrar. ¿Quién más podría si no él? 

    - Chester – lo llama Rei.

    - Sí, desvarío.

    - ¿Ya buscaste en el despacho de la señora Dakota? – pregunta Alemán.

El chico niega con la cabeza.

    - Yo lo mato – dice Stinson.

    - ¡Gracias, señora Dakota! – se despide Rei, agradecida.

El chico miraba al suelo sin decir una palabra.

    - Yo se los dije – afirma Chester.

    - Deja se hacer promesas, ¿quieres, señor presidente en elecciones? – reprocha Stinson.

    - Aquí tienes – Rei le entrega la mochila al chico.

    - Muchas gracias por ayudarme.

Aún seguía sin levantar la mirada.

    - ¿Ya sabes dónde ir la próxima vez que pierdas algo? – Morrison hace más una afirmación que una pregunta.

El chico asiento, dando la vuelta para salir corriendo.

    - ¿Cómo te llamas? – le detiene Chester.

    - Mis amigos me dicen Gadi, mi hermana me llama Gabi, los profesores se dirigen a mí como Valecillo.

    - Que apellido tan feo – brama Stinson.

Chester escribe algo en una hoja.

     - Toma.

Gadi tomo la hoja.

    - Es un dibujo. Soy yo. – se sorprende -. ¿Por qué?

    - Sí, eres tú – Chester le sonríe -. Hago uno de todas las personas a las que ayudamos. Todos debemos tener siempre una sonrisa. ¿Verdad que sí? – pregunta dirigiéndose a sus compañeros.

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