CAPITULO DIECIOCHO PARTE DOS

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...


—Oye —Digo esquivando una patada alta. Los entrenamientos de Talía se han vuelto más exigentes y duros. Sin mencionar los ejercicios más tempranos de lo habitual. Tal vez sea como castigo por lo sucedido con Louren y la pelea que tuvimos.

—¿Qué?

—Es sombre Sam —Digo lanzando un puño. Talía me agarra de la muñeca y en un rápido movimiento me levanta por sobre su espalda dejándome de espaldas votado en el suelo.

—¿Qué pasa con él? —Pregunta extendiéndome una mano para ayudarme a levantar.

—No he vuelto a saber de él, y no responde mis mensajes.

—Talvez este enfermo.

—Fui a su casa —Digo—, nadie respondía a la puerta.

Talía se detiene por un momento. Respira profundo y mira al cielo—Tengo que traer unas cosas —Dice cambiando el tema—, practica tu puntería.

Doy un bufido molesto por la forma en la que evade el tema, solo le pido un consejo, no que vaya y hable con Sam. Me despido de Talía parado frente a la puerta. Debo entrenar yo solo. Eso no suena divertido, pero no tengo otra opción, pero primero preparare el desayuno.

Enciendo mis manos y creo una bola de fuego. La lanzo a las latas posicionadas en el tronco cortado y algo quemado. Acabo con las diecinueve latas al primer golpe. excepto por una. Estiro mis manos hacia adelante y me concentro en la lata de Maíz vacía. Nada. Creo que ya me he resignado al hecho de no tener telequinesis. Es casi gracioso para mí el esperar la telequinesis solo porque Talía lo tiene. Yo no soy Loucraniano, no soy como Talía o Louren.

Me sacudo la ropa para quitar un poco las hojas de otoño pegadas a mi ropa. Escucho gritos no muy lejos de aquí, como si estuvieran asaltando alguien. El ruido se detiene. Talvez solo fue mi imaginación, después de todo nadie vive a más de dos kilómetros a la redonda. Escucho el grito nuevamente, ahora más fuerte. Reconozco esa voz. Sam.

Salto la cerca y corro por el bosque en busca de Sam. Se me dificulta un poco reconocer de donde proviene, pero finalmente logro reconocer de donde vienen los gritos.

—No, por favor.

—Sam —Grito esperando que me oiga.

Me detengo en seco al ver a Sam acorralado entre un árbol, Obol y Shirunugue.

—Sam —Digo. Sujeto a Obol y Shirunugue de sus pelajes erizados.

—No —Dice Sam sacando un arma de la parte trasera de su pantalón para apuntarme con ella—, aléjate.

—Hey —Digo levantando mis manos—, tranquilo Sam, soy yo.

El aprieta el agarre de su arma apuntándome directo a la cara. Puedo ver como Obol y Shirunugue se erizan aún más. Puede que dispare, incluso puede que muera una vez oiga el disparo, pero él tampoco se ira con vida.

—Sam, debes calmarte—Digo sonando lo más calmado posible —No querrás hacer esto.

—¿Quién eres? —Pregunta.

—Soy yo Sam —Digo acercándome lo más despacio posible.

—¿Qué eres?

—¿De qué hablas?

—Me lanzaste a unos arbustos —Dice con voz temblorosa—, a más de veinte metros, eso es totalmente inhumano.

—Eso no

—¿Y qué hay de james Merrys? —Me interrumpe—, Mandaste medio equipo al hospital. La policía fue a mi casa, mi madre casi le da un infarto.

—Eso fue en defensa propia, lo sabes muy bien Sam.

—Y que hay de su camioneta, la lanzaste como si no fuera nada.

—Le coloque una piedra al acelerador —Veo como Shirunugue da un ladrido rabioso. Puede que yo no haga nada en estos momentos, pero si ellos atacan, talvez no pueda salvarlo—, baja el arma.

—Le pregunte a James y dijo que no había nada, dijo que el auto ni siquiera estaba encendido.

—¿Y tú le crees a James después de lo que paso?

—¿Y qué hay de los arbustos?

Pongo los ojos en blanco.

—Estas exagerando Sam, y si lo logre fue por la adrenalina, solo eso.

—Y que hay de tu entrenamiento —Dice. Mi estómago da un vuelco de más de trescientos sesenta grados y la sangre se me cógela—¿Quién practica karate con su propia madre?

—Es lo nuestro —Respondo encogiéndome de hombros.

—¿Y qué hay de tus perros? Vine para comprobarlo, te veo entrenado karate con tu madre y después tus perros me persiguen.

Doy un suspiro de alivio interno al entender que Sam no me vio sacando bolas de fuego de mis manos.

Aprovecho el momento para agarrar a Sam de la muñeca. Choco su cuerpo pegándolo entre el mío y el árbol. Golpeo su muñeca quitándole el arma de su mano. Saco el cargador y veo las balas.

—¡maldición Sam ¿un arma de verdad?!

—Devuélvemela.

—¡me apuntaste con un arma de verdad Sam¡ —Digo mostrándole el cargador—¡con un arma cargada¡

—Es de mi padre.

Retengo a Sam contra el árbol con mi mano. De un momento a otro empiezo a reír. No me rio por el hecho de que estoy en medio del bosque con Sam. Me rio por la forma en la que Sam me ha hecho reaccionar. Sam. Samuel Peters, el mismo chico víctima de bullying, el mismo obsesionado con teorías y conspiraciones alienígenas acaba de hacer que me defendiera.

—Sam, estas demente —Digo entre la risa.

Sam me agarra de la muñeca—¿Qué eres? —Puedo sentir como tiembla mientras intenta hacer que lo suelte.

—Mírame Sam, soy yo —Digo soltando mi agarre de su camisa—, hemos estado todo el año juntos. Fui a tu casa para hablar de esto y no respondías, y ahora que te encuentro lo primero que haces es apuntarme con un arma. Debes calmarte Sam. Todas esas teorías y conspiraciones debes dejarlas por un tiempo. Hablo enserio.

Veo como Sam baja la mirada. Probablemente reflexionando lo que acaba de hacer.

—Lo siento.

Me agacho para calmar a Obol y Shirunugue. Puedo sentir aun sus pelos erizados y la forma en la que miran a Sam listos para atacar. Las manos me tiemblan aun por el susto tan tremendo que acabo de pasar.

—Vamos a casa —Veo como Obol y Shirunugue se adelantan.

Me volteo a Sam. Me paso las manos por elcabello jalándolo fuertemente—¿Quieres ver una película?   


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Mi nombre es D. | Saga La Voluntad De Uno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora