Capítulo 5

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-Bien, pues tu "jodido jefe" te ha pagado la cuenta digo yo que merece un agradecimiento.- aseveré.

-¡Sólo se está pavoneando como siempre!

-Haru te estás comportando como un cretino.- a mi respuesta bufó.

-Si quieres entrar en Yamazaki haciéndole la pelota a Matsuoka olvídate de hablarme.- le sostuve del brazo justo antes de que entrase en el edificio.

- Haru... ¿Estás idiota o qué?- el no se giró hacia mi, por lo que continué hablando.- Quiero entrar aquí porque lo merezco.

-Lo mereces más que nadie.- susurró él.

-Y obviamente no voy a hacer algo con lo que mi mejor amigo quiera negarme la palabra. Vente a cenar a casa. Compraré un par de cervezas y haré caballa.- se giró por fin. Se rindió a la caballa, lo sé.

-Eres el mejor.

Le solté para que pudiera atravesar aquellas cristaleras y volviese al trabajo. Eché un último vistazo a la enorme construcción y después atendí al sonido de mi teléfono.

-Hey, Nagisa ¿qué tal?

-¿Qué tal yo? ¿Estás loco? ¿Qué tal tú? ¿Cómo ha ido la entrevista? Dime que estoy trabajando el doble porque merece la pena.

-Te debo una enorme tarta de fresa.-reí.- Bueno, prometieron que llamarían. Espero que no se olviden de mi.

-¡¡Mako-chan quién podría olvidarse de ti si eres maravilloso!!- reí ante el exagerado comentario de mi alborotado amigo.

-Nagi ¿quieres venir a cenar a mi casa? También invité a Haru, seguro que le gustará verte.

-Genial Mako-chan. Pero llevaré pizza, no aguantaré comer caballa.- dio totalmente en el clavo así que no evité sonreir ante su adivinanza sobre la cena.

-Perfecto. Nos vemos.

Nos vemos!

Con un suspiro quité mi vista de aquellas maravillosas letras que adornaban la entrada, preguntándome si yo podría encajar en un lugar así. Todo parecía tan selecto y yo soy tan... normal. Regresé hasta mi Chevrolet Monte Carlo y con otro lamento pensé en sí debía cambiar al viejo y fiable coche de papá por uno nuevo.

Me apresuré al supermercado y compré lo necesario para la velada en compañía. También compré algunos canecos para el agua y la comida y otras cosas que se me antojaron comprarle a mi pequeña pelusilla de algodón. Después, aproveché mi escapada de mi día de trabajo para irme unas horas a la piscina y poder nadar en paz. Apenas había gente pues era lunes así que me aproveché unos minutos cuando la poca gente que había se fue retirando poco a poco. Dejé mi cuerpo flotar y cerré mis ojos. Necesitaba esa tranquilidad. El agua cubría mi espalda y mis dedos se hundían y sumergían instintivamente. Después de lo ocurrido en la mañana, este momento era sólo mío.

Cuando salí de la piscina y me cubrí con la toalla vi en ella ése mismo color. Ese color aguamarina que me había disparado una amenazante mirada. Podía estar seguro de que no era Hitoshi Yamazaki ya que él transmitía mucha cercanía. Además sus ojos estaban ya adornados con algunas arrugas y estoy seguro de haber visto unos párpados lisos y caídos sin ningún pliegue que demuestre el paso de los años. Podía estar, por tanto, seguro que aquella mirada no era del señor Yamazaki. Sequé mi pelo con la intención de deshacerme tanto del agua como de aquellos pensamientos y volví a mi pequeño piso para preparar todo para la cena con mis amigos.

Nagisa fue el primero en llegar. Dejó su abrigo en el perchero que enfrentaba a la puerta y fue contándome alegremente cómo había hecho de las suyas para salvarme el culo durante la mañana. Con total libertad rodeó la barra del desayuno y metió un par de pizzas al horno. Abrí la primera cerveza y nos serví un par de vasos antes de que llegara Haru. El timbre sonó haciéndome servir un vaso más mientras mi alocado amigo corría hacia la puerta para abrir al que faltaba.

Anastasia, Éstas Son Las Verdaderas Sombras [Free!] [SouMako] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora