De Tu Maldita Propiedad.

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Capítulo 29

NARRA CAMILLE

Al despertar pensé en la terrible noche que había pasado, y como Harold había estado todo el tiempo a mi lado. Harold. Era hora de dejar mis tonterías de niña tonta a un lado y decirle lo que sentía por él. Emocionada por lo que habíamos pasado me levante, y tras lavarme los dientes salí corriendo del cuarto para buscarlo.

Como no había ninguna nota en la encimera, supuse que se había quedado dormido –tampoco era tan tarde-, apenas eran las diez de la mañana, así que en internet busque recetas con ingredientes chinos. Ya sé, tanto para preparar unos wafles, pero no sabía cuánto se usaba de polvo o de leche o que caja era… Fue todo un lio, pero después de unos minutos logré cocinar y ponerle un poco de jarabe de maple a mi experimento.

Con la charola en mano, fui hasta el cuarto de mi esposo, y sin tocar ente. ¡Vaya sorpresa, no estaba ahí! Las sabanas estaban revueltas y el pijama encima. Claro, como si para él hubiera significado algo lo de anoche. Cada vez me vuelvo más tonta en el tema del amor, y cada vez dejo de importarle cada vez menos a Harold.

Frustrada volví a la cocina y avente la charola contra la pared, luego me puse unos jeans, una camiseta, mi sudadera gris preferida encima y mis converse negros. Tome el celular y salí de la casa corriendo. Si a él no le importaba saber de mí, a mí no me importaría saber de él. En la avenida principal –tras caminar unas cuadras- encontré un taxi, y le di la tarjeta en la que Liang-Xen me había anotado la dirección del restaurante. Por un segundo me pareció ver el auto de Harold en dirección hacia la casa, pero por supuesto fue una mera ilusión óptica –o eso pensé yo-.

El tráfico estaba de locos, por lo tanto marque el número que estaba en la tarjeta y tras varios sonidos –en los cuales pensé seriamente colgar-, escuche su voz. Me alegre, pero me habló en chino. Literalmente. Solté una risita por la ironía de lo que acababa de pensar y recordé que no tenía mi número, por eso hablaba en mandarín.

-Soy yo, Camille. Probablemente no me recordaras, y no sé porque te estoy marcando, pero…

-Te recuerdo –sonara tonto, pero pude apostar que estaba sonriendo al otro lado de la línea-. ¿Todo bien?

-Si bueno, yo… pensaba ir al restaurante y ver si estabas por ahí…

-Lo-lo siento no sabía que irías y… estaba en un compromiso…

Oh, claro, tenía novia. Lo sabía, demasiado bonito para ser verdad. Pero que tonta soy. Como su hubiera leído mi mente, rio y respondió:

-No estoy con mi novia, no tengo por si te lo preguntabas. Estaba acompañando a mi hermana de compras, y ya no puedo con el aburrimiento. Tal vez podrías venir.

-Claro, digo, si a tu hermana no le molesta.

-Para nada –dijo algo en mandarín que creo era para otra persona, y volvió al idioma que entendía-. ¿Vienes en taxi?

-Si… estamos atascados en el tráfico.

-¿Me lo podrías pasar?

-Vaya, jamás me habían cambiado por un taxista –comente riendo.

Sin escuchar su respuesta hice lo que me pidió, y escuche como intercambiaba palabras con el conductor. Creo que le estaba dando indicaciones de a dónde llevarme. Por suerte algo me hacía confiar en él, ya que si hubiera deseado podría haberme secuestrado. ¿En qué estaba pensando al llamarlo?

El señor me regresó el teléfono bloqueado, y condujo por atajos que nos evitaron horas de tráfico, hasta que llegamos a un centro comercial de cuatro pisos. Hermoso. Lujoso y con tiendas llenas de ropa de marca. ¡Era el paraíso para las mujeres! Ya entendía porque estaba tan aburrido el ahí.

Durmiendo con el Enemigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora