Señorita.

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La idea de tomar un avión resultaba aterradora, por lo tanto, aunque hicimos treinta horas con cuarenta minutos decidimos viajar por carretera. Antes de meternos en el automóvil, Niall se encargó de sacar de la caja fuerte, una carpeta negra —en la que venían varios documentos oficiales—, y una carta que nos dejaron con instrucciones de que hacer en caso de emergencia. Jamás pensé que fuéramos a ocuparla...
Al llegar al departamento de policía, entramos con la cabeza en alto, dignos del apellido Horan —aunque por dentro los dos estábamos completamente deshechos y aterrados por lo incierto de nuestro futuro—.
Al no ser mayores de edad, no queríamos llegar haciendo berrinches y drama, ni mucho menos ocasionar por eso que nos separaran o que nos mandaran con una familia acogida.

—Y ¿qué va a pasar con nosotros? ¿Iremos a una casa hogar? ¿Y el dinero de nuestros padres? —le pregunte al oficial aún confundida por los hechos, pero sobretodo espantada por lo que pudiera responder.

El policía revisó los documentos notariados que teníamos en la carpeta, y tras comprobar por teléfono que eran reales, llamó a su superior para que se encargará del "delicado caso" él.

—El dinero será suyo, al igual que las propiedades y las acciones de la empresa, aún a su edad. Se les designará un mentor de la empresa para la toma de decisiones. Sin embargo el albacea de sus fideicomisos es Stephanie Cox —no me sorprendió. Stephany siempre fue parte de la familia, era obvio—. La cláusula dice que ella deberá ser su tutora y residir en la actual casa. De lo contrario el testamento se anulara.

—Nana... Creo que... —tartamudeó Niall, sabiendo que el incierto destino ahora estaba en manos de ella.

—Por supuesto que cuidare de ustedes. ¡No sean tontos! Jamás los dejaría...

Estuvimos en la estación de policías tres horas, firmando actas y validando otras tantas. En cuanto salimos un nudo se formuló en mi garganta. Me quede sin habla.

—¿A dónde tenemos que ir ahora? —Pregunté inocentemente, aturdida y esperando cualquier respuesta menos la que me dieron.

—Tenemos que ir por los cuerpos de su padres... Para el funeral.

—Mientras más pronto, mejor —añadió Niall con tono glacial y mirada ausente.

Estaba enojada, no se suponía que mis padres murieras ahora, ni tan pronto ni de esa forma. Se suponía que mi papá debería haberme llevado al altar en mi boda, que mi mamá me ayudaría con el vestido... Ellos no tendrían por qué estar muertos.

Llegamos a un local a unas cuantas horas de la comisaría, el mareo había pasado, siendo remplazado por ganas de vomitar. Al entrar al local nos pidieron a Niall y a mí que entráramos, conduciéndonos por un largo y poco alumbrado pasillo. Con la mano recorrí la pared verdosa y las grietas, intentando mantener la mente lejos.
Al entrar al cuarto donde sabanas cubrían varios cuerpos reposando en mesas de metal, me cubrí con los brazos. Hacía mucho frío.

—Sé que es difícil, pero necesitamos que nos diga si son sus padres o no.

— ¿Es necesario? —Preguntó mi hermano fingiendo valentía al no soltarse a berrear en ese momento.

—Absolutamente. De lo contrario no les haríamos pasar este mal trago.

Niall tomo mi mano, al mismo tiempo que el señor quitaba una sábana de dos cuerpos hasta el fondo del cuartucho mal alumbrado con luz neón.
Al ver la cara de mi papá, me hinque, abrazando mis piernas en el suelo. Mi hermano después de ver a ambos y asentir al hombre, se agachó a mi lado para abrazarme. ¿Cómo alguien podía sentirse tan mal? Es decir, verlos ahí acostados había acabado por completo con la fachada de "niña fuerte que tenía anteriormente" ¡Al diablo con la vida!
La desesperación tomó control de mi, dejando que los nervios brotaran al igual que las lágrimas.

Durmiendo con el Enemigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora