-A mí tampoco.

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Capítulo 39
Tuve el más cruel de los sueños.
No, no fue un sueño, fue una recopilación de todos los momentos con mi esposo -si es que aún lo puedo llamar así-. No Camille, ya no lo puedes llamar así. Desde el día de la fiesta los meses pasaron como agua... No sé qué pensar siquiera, no me quiero levantar de esta cama. Mis ideas están en desorden, al igual que mi vida en estos momentos. Hoy es el último día del contrato, y debemos viajar de regreso a Malibú para firmar los nuevos papeles con el abogado -los que dicen que soy libre-. No tengo ni idea de cómo sé lo vamos a decir a Steph, a Gemma, o a Ashton, supongo que Harold se encargara de todo eso.
En la cama doy vueltas con los auriculares puestos, intentando hacer el menor ruido posible para que Harold no sepa que ya estoy despierta. No quiero tener que hacerme el día más miserable al convivir con él como conocidos únicamente. Claro que mi esfuerzo no sirvió para nada, pues entró en el cuarto y se plantó junto a mi cama. Lo mire, y no tuve más remedio que quitarme los auriculares y sentarme en el borde de la cama.
-Buenos días... -Dijo inseguro de si buenos era la palabra indicada para la situación.
-¿Qué hay? -Consideré más apropiado eso que referirme al día como bueno, cuando era probablemente uno de los más tristes en toda mi existencia.
-Tenemos que estar en dos horas en el aeropuerto.
-¿No salía en cuarenta minutos?
-Supuse que te querías despedir de Liang-Xen -abrí los ojos, no creyendo lo que estaba escuchando y por desgracia se me salieron unas lágrimas-. Ya lo llamé, en cualquier momento llegará con su hermana.
Limpió la lágrima y salió sin añadir otra palabra. Sí, definitivamente este sería uno de los días más tristes en la historia de mi vida.
Me levanté apresurada y tras darme un baño y cambiarme estaba lista y con tiempo de sobra, pues Liang-Xen no había llegado todavía. Aproveche para recorrer la casa por última vez, la cocina -la vez que preparó su espantosa cena y terminamos en la torre de Shanghái-, la alberca -recordando la sensación de ser besada por mi esposo ahí-, el jardín, la sala -cuando comimos pizza por última vez-, el estudio de Harold -mi colapso al ver los papeles de la venta de la empresa-... Ahí todo se fue al diablo.
Para sacarme de mi ensoñación, el timbre sonó. Corrí a abrir la puerta, y Harold estaba hablando con Liang-Xen. No soporte la idea de fingir frente a él, y los dos hombres presentes lo sabían, por lo tanto ni siquiera se sorprendieron al verme correr entre lágrimas y sollozos a los brazos de mi amigo chino. Me aceptó entre sus brazos, apretándome con más fuerza de lo usual. Harry se encerró en su cuarto -para darnos un poco de privacidad-, y yo solo escondí mi cara entre el cuello de Liang-Xen, ahogando los espantosos alaridos que salían de mi boca.
-Te extrañare muchísimo Camille -Susurró espontaneo, y sin esperar que le contestara, añadió algo, en voz aún más baja-. Dejen de evitar lo inevitable. Por favor.
-Ya está todo listo para irnos... Es real Liang, me iré de vuelta a Malibú.
-¿Por qué no te quedas? Soluciónenlo, por favor dejen de actuar como pequeños niños asustados. Tal vez después de un tiempo las cosas no resulten y termines lastimada, o quizá sea la mejor historia de amor jamás contada. Lo único que si se, es que definitivamente no puedes estar peor que ahora.
-Lo amo, y no puedo hacer nada al respecto.
Antes que mi amigo pudiera decirme algo para convencerme, entró Harold, anunciando que ya era hora de marcharnos, por supuesto disolviendo mi última esperanza de ser persuadida por mi amigo de hacer algo que yo ansiaba más que nadie. Me conocía, y la cara se le tornó sobria cuando supo lo que estaba pensando. Todo estaba perdido, porque los dos nos complicábamos la vida.
-Cuídate mucho Camille, y no te olvides de llamarme o escribirme ¿vale linda? Tú tampoco dejes de hablar Harry, que aunque parezca difícil de creer, se me hará raro no saber de ustedes.
Entre mi marido... ¡Diablos! Entre Harold y Liang, cargaron las maletas para ponerlas a fuera de la casa, en dónde una limosina negra ya estaba esperándonos. Le di un abrazo fuerte, fuerte muy muy fuerte a mi amigo, y le pedí que me despidiera de su hermana. Aun cuando el rizado me abrió la puerta y entré en el auto, seguía con la mirada fija en Liang-Xen, aferrándome a la idea de China, de los momentos que pasamos ahí, y de lo difícil que sería olvidar todo aquello, pues formaba una parte importante de mi vida.
Harry se subió al auto, y con la mano me despedí por última vez de mi mejor amigo, deseando que todo eso fuera una mentira, y mi esposo se bajaría del auto para besarme, y luego encerrarnos en el cuarto a platicar, y luego reanudar nuestras sesiones de caricias y miradas. No lo sé, esperaba todo menos la triste realidad a la que me enfrentaba. No más caricias, no más besos ni pláticas, adiós a las compras y cenas juntos, a los viajes y a las peleas seguidas de cargadas románticas. Adiós a China y a todo lo que ello significaba.
-Extrañare este país como no tienes idea. Maldición, entrañare todo -dijo en voz baja, y me dio la sensación que había sido intencional, esperando que no hubiera escuchado su confesión.
En el avión de regresó, vi la película Begin Again -la cual hacía tiempo quería ver y por razones de idioma no había podido-, y sin razón aparente me solté a llorar. Mi esposo -me negaba a dejar de decirle así mientras no hubiéramos firmado los papeles de divorcio-, ni se atrevió a consolarme con palabras lindas, pues sabía que estaba en un estado delicado, y era mejor no interferir. Llore con cada una de las canciones tristes de la película, y llore aún más al saber que no terminan juntos. ¿Ese era mi final? Si, parecía mi final, triste y depresiva historia termina así, cuando en realidad podría haber salido de otra manera.
"El tiempo estimado de vuelo, es de cuarenta y cinco minutos con ligera turbulencia. El clima a nuestra llegada es de 29 grados"
¿Tan rápido había pasado el tiempo? ¿Por qué?
-¡PORQUE! -Me encontré gritando en medio de la sala de televisión.
Harold entró corriendo. Encontró el pretexto perfecto para ir a verme, pues sabía que en realidad no me había sucedido nada. Me vio fijo, y luego vio la pantalla en negro. La película había finalizado diez minutos atrás y yo seguía llorando y viendo el aparato electrónico como si me fuera a dar la solución a todos mis problemas.
-¿No te gustó? -Preguntó tímido.
-No.
-A mí tampoco.

Fue lo único que dijo antes de salir de ahí y regresar al asiento a revisar y firmar papeles. Lo que quedo del viaje, me la pase escuchando música, con la mirada clavada en los rizos de Harry, en el movimiento circular de su muñeca al poner su firma en los documentos, los hoyuelos que se le formaban de vez en cuando, y el cejo fruncido al leer contrato tras contrato. Hubo momentos en los que el volteaba a verme, y se sorprendía al darse cuenta que después de tanto tiempo, sí, yo seguía mirándolo como una idiota enamorada.

Durmiendo con el Enemigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora