¿Solución?

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¿En serio acababa de pasar eso? ¿Habíamos roto la rutina Harold y yo? Ya en mi cuarto sonreí como niña pequeña el resto de la hora. Tal vez no significara nada, pero vi a Harold igual de nervioso que yo, me veía fijamente, era ¿amable? Intentaba no sonreír...

Ansiosa saque los vestidos de las bolsas y abrí la boca como tonta durante unos segundos. Eran perfectos. Dos de ellos eran más mi tipo de vestidos, a la rodilla, uno sin espalda, el otro sin mangas, el primero era amarillo y el segundo era negro. El tercero era elegante, perfecto, y todo el estilo de Harry. Largo, sin espalda, tirantes delgados, escote hasta las costillas, color blanco con piedras grises, blancas y transparentes. Era el vestido más bonito que había visto.

Seguramente había comprado los cortos para no hacerme sentir presionada, o tal vez para consentirme, pero ya había elegido cual usaría. Por una parte para darle gusto, y por otra porque estaba segura me vería muy bien el, y con suerte, Harold no podría quitar la mirada de mí esta noche.

Me di un largo baño, poniéndome tratamientos en el cabello y piel. Quería estar perfecta esta noche, era la primera vez que salíamos de la casa juntos desde ese día. Con cuidado me puse el vestido, y como supuse, se ajustó a mi figura de tal manera que era imposible para Harold quitar la mirada de mí -eso espero al menos-. Me puse crema con brillo dorado en la piel, para que la parte del escote brillara, use delineador y me recogí el cabello en un chongo alto con una pinza. Use unos zapatos plateados de tacón que tenía, y estaba lista.

Al salir, me encontré con Harry, con traje, camisa y zapatos negros. Lo único de color era la corbata, blanca con líneas grises. Combinaba con mi vestido. No quería llorar, pero era inevitable, extrañaba todo esto, lo extrañaba a él, pero sobre todo, extrañaría todo esto, y lo extrañaría a él aún más cuando todo esto terminara.

-No sabía cuál usarías, compre tres corbatas. Espere que fuera ese.

-Lo supuse -sonreí-. ¿Listo?

Asintió y me abrió la puerta de la casa. Admito que me decepcione al no escuchar ningún halago de su parte, pero ¿eso era lo que quería no? Ya no estaba segura de lo que quería.

-Se me olvidaba.

De su saco, sacó una caja alargada azul. Negué con la cabeza, pero me la extendió como restándole importancia. Al abrirla vi una cadena de plata, con dos letras colgadas. Nuestras iniciales. Sonreí ampliamente, y luego me mordí el labio e hice una mueca. C H, Tal vez era Camille Horan, no era para ilusionarme de esa manera.

-Gracias, está muy lindo.

Volvió a asentir y al salir -por impulso o estupidez-, le di un beso en la mejilla y corrí al auto. Ni tiempo le dio de abrirme la puerta, porque cuando reaccionó, yo ya estaba adentro.

El camino se me hizo eterno, es decir, acababa de salir corriendo como niña pequeña después de darle un beso en la mejilla, cuando la que había querido que nos separáramos era yo. O al menos eso era lo que pensaba en ese momento, pues no estoy segura de querer seguir con esa promesa. No lo quiero lejos, y me da miedo que el contrato acabe y él no intente nada para detenerme. Me da mucho miedo.

-Llegamos.

-¿Es aquí? -Pregunté confundida, pues estábamos en frente del edificio más alto de Shanghái, en dónde nos reconciliamos después de saber la verdad hace unos meses. Cuando asintió, respiré profundamente, necesitaba toda mi energía para no llorar en ese mismo instante-. Bien.

Me abrió la puerta, y oficialmente inició el show. Me tomo de la cintura, y por más que me repetía que era falso, no podía evitar sentir esa electricidad que sentí desde la primera vez que me toco de esa manera. Sentir sus manos rodearme de esa manera tan protectora, me dio nostalgia, esperanza, y tristeza. Todo al mismo tiempo.

Durmiendo con el Enemigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora