Decisión Fugaz.

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Capítulo 24

NARRA HAROLD

Cuando se llevaron a Camille me sentí la persona más miserable de este planeta. ¿Qué me había pasado? Me sacaba de quicio, y no podía controlarme cuando se trataba de ella. Aun así, soy el peor de los animales por haberle hecho tal cosa.

Gemma me sacó de mi ensoñación cuando se precipitó hacia mí con los puños apuntándome y golpeando mi pecho lo más fuerte que sus delicadas manos le permitían. Eso no me hacía sentir mejor en lo absoluto.

— ¡Eres un desgraciado! –alce la mano para intentar calmarla, pero pensó que le iba a soltar un golpe. En ese momento me sentí pero que nunca, mi hermana me creía capaz de pegarle—. Ya no sé quién eres Harold –dijo retrocediendo para luego ponerse detrás de su marido.

—Sé que es tu hermana y son tus problemas, pero no le vuelvas a levantar la mano. La próxima vez no me contendré cuñado.

Liam sacó a mi hermana de la casa –con toda la razón del mundo—. Ahora todos piensan que soy un monstro, y lo soy, pero no quería que las cosas llegaran a ese extremo. Tenía que sacar a mi esposa de la comisaria antes que la procesarán y fuera demasiado tarde para hacer algo.

— ¡Ve! No esperes a que sea imposible cambiar las cosas –grito Ashton un tanto desesperado por mi actitud.

Cogí las llaves del auto y maneje a toda velocidad –sin importar cuantas luces rojas pude haberme pasado—, y estacione el auto desesperado, apenas teniendo tiempo de quitar las llaves. Entre y busque a mi contacto. Al parecer estaba por irse, ¡qué suerte la mía!

—Deshazte de todos los papeles, saca a Camille ahora mismo.

— ¿Qué? Pero Harold tu dijiste…

—Se lo que dije… Solo sácala, no quiero que pase ni un segundo más aquí.

Estaba gritando, y a ciencia cierta supe que Camille me escuchó. Me odiaría, y no sería fácil hacer que me perdonara pero tenía que conseguirlo. Por celoso le había arruinado el día más importante, la había tratado peor que nunca, y la había humillado repetidas veces. Si me perdonara seria obra del destino, y espero no tarde mucho porque no puedo vivir un minuto más sin ella. Cada segundo que paso alejado de su pequeño y frágil cuerpo es una tortura para mí. Ansío tenerla entre mis brazos y respirar su dulce aroma, pedirle perdón de todas las maneras necesarias mientras acaricio su piel desnuda.

La voz del oficial diciéndome que ya todo estaba listo me sacó abruptamente de mi ensoñación. Sin esperar que dieran la orden, me escabullí a las celdas y la encontré hecha bolita en la fría cama de los separos. Eso me hizo sentir peor, verla indefensa y sollozando me dio la peor de las culpas.

—Es hora de irnos cariño.

Aunque puede que haya escuchado mi anterior platica con mi contacto, se quedó ahí, quieta en la cama sin siquiera verme. Se veía frágil, y por lo que notaba no estaba enojada, sino decepcionada –lo cual era tres veces peor—.

—Soy un completo imbécil, lo admito. Pero te necesito Camille… Y creo que es hora de aclarar algunas cosas.

Tenía que ser honesto con ella y pedirle una explicación de los hechos con Louis, disculparme y hacer mi mayor esfuerzo por conquistarla. Si quería estar de nuevo con ella tendría que conquistarla poco a poco y tenerle la paciencia necesaria.

—No… no me quiero ir –dijo en penas un suspiro. Varias veces intentó contener las lágrimas pero le fue imposible.

—Cam… por favor déjame compensar todo esto, sé que no será fácil pero tendremos esta conversación en otro lado.

Durmiendo con el Enemigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora