Dama De Sociedad.

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Capítulo 21

Me puse un vestido de manga larga rojo –para cubrir las pequeñas cortadas—, era uno de los pocos arriba de la rodilla pero con escote cuadrado en la clavícula. Use zapatos negros YSL, una bolsa del mismo color y unos aretes de diamante. Joss me hizo un chongo que sujetó con una pinza negra y ya estaba lista.

 —Me pidió que le pusiera perfume…

—Pero huele a mi abuela.

Suspire y deje que me pusiera esa fragancia tan anticuada, que después me entere costaba 2,500 dólares. ¿Qué otras tantas cosas habrá adquirido de mal gusto y a un precio tan elevado?

—Baja –grito—. Ya nos vamos.

—Suerte –me limpie los ojos y guarde el celular en mi bolso—. ¡Ah, y señorita Camille! No lo haga enojar. No quiero que le pase nada.

Agradecí el consejo y baje las escaleras con cuidado, pero por hacerlo rápido y tener los muslos llenos de pequeñas cortaditas, en el último escalón me resbale. Para mi buena y mala suerte Harold me estaba esperando ahí justamente, y me sostuvo evitando que me diera en la cara y me lastimara más. Me tenía agarrada de la cintura firmemente y me veía a los ojos con… ¿Cariño? Como si fuera una pieza frágil y tuviera miedo de tirarme. Eso era imposible, él me había hecho más daño que una simple caída de las escaleras. No quería separarme, pero lo hice, mi orgullo fue demasiado grande como para darle lo que tanto quería, un beso.

Me acomode el vestido y camine sin siquiera verlo, abrí la puerta de la casa y lo espera al lado del auto, cuando lo abrió también me subí a este.

—Algunas personas dicen gracias…

— ¿Es una orden? Si no es una orden y no está en el contrato, creo que no tengo la obligación de agradecerte nada.

Punto para Camille, que infantil, pero era lo único que podía hacerme reír en un momento como ese.

— ¿De qué te ríes?

— ¿Estoy obligada a decírtelo?

— ¿Vas a seguir con eso?

—Insisto, ¿me estas ordenando responderte?

— ¡Haz lo que quieras! –respondió enojado, mientras conducía.

—Tomare eso como un no –susurre y me puse los audífonos.

Subí al máximo volumen –obviamente con los audífonos puestos—, mientras buscaba Artic Monkeys, ¡como amaba ese grupo! Movía la cabeza de un lado a otro y con los pies seguía el ritmo de las canciones, de reojo vi que Harold me hacía señas desesperadas que le hiciera caso, pero decidí ignorarlo. Si se ponía loco tenía una excusa perfecta ¡no lo había escuchado! De pronto sentí una mano en mi muslo y me sobresalte, o más bien gemí por el dolor, lo mire con recelo y para mi sorpresa se veía arrepentido.

—Bájale a la música, o ponla en la camioneta –dijo mientras me quitaba un audífono.

—No quiero compartirte de mi música, no quiero.

—Créeme que con ese volumen, puedo escuchar perfectamente hasta acá.

—De todos modos no quiero ponerlo en tu auto.

Bajo la mirada y se mordió el labio. Al instante recupero la compostura soberbia de antes y conecto su celular por bluetooth. Obviamente se escuchaba más su música que la mía. ¡Qué fastidio! Pensé que iba a vomitar su música, pero en eso sonó Intoxicated —The Cab, y me removí en el asiento encantada, era uno de mis grupos favoritos.

— ¿Te gusta? –pregunto con voz conciliadora.

—Me encanta, y más esa cancón…

Era romántica, pero movida a la vez y no quería decirle, pero me hacía pensar en él.

Durmiendo con el Enemigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora