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— Este lugar es muy bonito Sehun pero ya suelta mi mano si no quieres que te golpee —soltó fingiendo enojo.

La solté, y encontré justo una mesa para dos en el lugar perfecto con una bella vista a la ciudad que, de seguro a (__) la dejaría asombrada.

Y sí, ella estaba tan fascinada que abrió los ojos de par en par, eso hizo que me causara ternura, pero reaccioné de forma que para mí era graciosa.

— Ven, ya cierra la boca o un insecto entrará en ella —dije jalando la silla para que ella se sentara.

— Eres un tonto Sehun, te odio.

— Lo sé, pero eso no me afecta, pequeña —repliqué sentándome luego de acomodarla en su silla.

— ¿Pequeña? ¡Hey! Claro que no, soy más alta que algunas amigas y eso cuenta mucho.

Creo que ese regaño fue más gracioso de lo que esperé.
Minutos después llegó un joven a tomar nuestra orden.

— Por favor, un capuccino y un pastel de chocolate para mí —dije.

— Muy bien, y su novia qué va a ordenar —dijo el muchacho.

— Oh, no, no, no. No somos novios
—dijimos al unísono agitando exageradamente las manos, el muchacho sonrió.

— Lo siento entonces —se disculpó amablemente— ¿Y qué va a ordenar la señorita?

— Una taza grande de cocoa y un pastel de vainilla con miel —sonrió.

Era la primera vez que la veía sonreír, era la primera vez que la veía tan diferente a lo que es en la escuela.
Me sentí extraño, no en mal sentido, o sea ella no lo mira de forma asesina como a los de la escuela, a él lo miró de forma diferente.
Y no es que estuviera celoso de eso, claro que no.

— En un minuto les traigo sus órdenes.

— Muchas gracias —terminé y miré a (__), quien aún sonreía—. Vaya, pensé que odiabas a los chicos en sí.

— Pues sí, los odio.

— ¿Qué? Pero no entiendo, ¿por qué le sonreíste a él? —inquirí en tono desesperado.

— Porque me recuerda a mi hermano, lo extraño tanto y me enoja al mismo tiempo.

Notaba un poco de tristeza en sus palabras, también sabía que era el momento indicado para pedirle disculpas.

— (__), lo siento, no quería que pensaras mal y...

— ¿Es por lo de hoy? Bueno creo que por traerme aquí sin decirme nada y solo porque es un lugar precioso lo dejaré pasar.
Te noté en apuros pero, ni creas que fingiré ser algo tuyo.
Además, creo que ella es muy... ¿posesiva?

— Ya lo creo que sí, siento haberte metido en esto, sé que me odias y todo pero, si ella intenta algo... te protegeré —bajé la mirada al darme cuenta de lo que dije— Yo... bueno, ya lo dije.

— No creo que me mate por una mentira, ¿no? Sería algo tan patético
-empezó a reír.

Verla sonreír de nuevo hizo que algo dentro de mí se rompiera en mil pedazos, tenía una sonrisa muy encantadora. Si pudiera pedir un deseo en estos instantes, sería verla sonreír a diario.

Nuestros pedidos habían llegado, deseaba tanto un pastel de chocolate que no me resistí a terminarlo de un solo bocado.
(__) me miró sorprendida cuando vió desaparecer mi pastel en solo un segundo.

— Vaya que tenías mucha hambre.

— Pues... qué puedo decir, amo el chocolate y hace mucho no comía un pastel de chocolate en este lugar.
Pero dime algo, ¿por qué odias tanto a los chicos? —lancé.

— Creo que todos son igual de tontos y cretinos, primero se muestran gentiles y luego cambian de una manera que causan dolor a alguien.
Creo que tampoco son buenos amigos porque no están en los peores momentos de alguien.
No creo en ellos, tampoco en el amor que dicen dar, son patéticos y sólo le interesan ellos mismos y sus benditos beneficios —dió un bocado a su pastel.

— No todos son así pequeña, además, dices que tienes un hermano y no creo que pienses así de él.

— Ese tonto me dejó en el momento que más lo necesité, no sabe cuánto lloré después que me dejara sola con nuestros padres —sus ojos se llenaban de lágrimas—. Tuve que lidiar con todo y él vivía felíz, no me llamaba siquiera pero aún lo extraño —sus lágrimas cayeron.

— Lo siento, por favor, no llores —le tendí un pequeño pañuelo— ya no llores.

— Estoy bien. Igual no importa porque a él no le importo siquiera —bebió un poco de chocolate— ¿Ya nos vamos?

— Sí, espérame pagaré la cuenta. No te vayas, te llevaré a casa.

— No hace falta.

— Pero lo haré, así que espérame.

— De acuerdo, estaré afuera. No me iré.

Fui rápido a pagar lo que debía y luego fui por ella, quien estaba sentada en la acera cubierta con mi chaqueta y al verme sólo sonrió.

Le tendí la mano para ayudarla a ponerse de pie, y empezamos a caminar.

Aprendiendo Sobre el Amor | Sehun y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora