Capítulo 4

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Siete años después…

Me levanté de un salto al escuchar el sonido atormentador de ese maldito despertador que sonaba tan fuerte que pensaba que rompería mis oídos; tomé entre mis manos ese molesto apartito y lo arrojé por la ventana. Bufé y volví a tumbarme en la cama con la intensión de seguir mi profundo sueño.

-¡Jennie levántate! – Era la voz de mi madre, pero fingí seguir dormida - ¡Jennie, por Dios! – Escuché sus pasos adentrarse en el interior de la habitación.

-¡Tengo sueño, mamá! – Intenté protestar mientras mi madre halaba mis sabanas - ¡Déjame dormir diez minutos más! –

-¿Para eso te trasnochas viendo tantos doramas? – Mamá masajeo su cien – Desconectaré la conexión de internet todas las noches si no te levantas en este momento – Abrí mis ojos por completo y me levanté de inmediato de la cama.

-Solo bromeaba, ya estoy despierta – Agregué con una sonrisa.

-Sí, claro… - Mi madre rodó los ojos – Ahora ve a cambiarte y a buscar un maldito trabajo, si no quieres entrar a la universidad entonces debes encontrar un trabajo… - Me señaló – No pienses que vivirás como un vago toda la vida –

-No soy un vago – Arrugué la nariz.

-¿No? – Mi madre levantó sus cejas - ¿Qué haces durante el día? ¿Estudias? ¿Limpias la casa? ¿Trabajas? ¿Cuidas a los niños? ¡¿Qué es lo que haces todo el maldito día?! –
-¡Bueno ya entendí, buscaré un maldito trabajo! – Grité enojada.

-¡No me grites, caraja! – Mi madre intentó golpearme pero yo logré salir de la habitación dirigiéndome hacia el cuarto de baño.

Mi familia había cambiado tanto desde que mi madre había descubierto que mi padre le era infiel; las peleas empezaron desde entonces, al final él decidió irse, empezó su vida desde cero con otra mujer mientras mi madre solo se había encargado de cuidarnos a mí y a mi hermanito, añadiendo además esas noches en las que solo se encerraba en su habitación para llorar a ese hombre que aun amaba.

Yo no podía entender por qué ella seguía llorando por él, tan solo tenía dos opciones que escoger; ambas eran igual de patéticas, pero para mí solo una tenía sentido. Si ese hombre había prometido amarla por siempre, él tendría que cumplir esa promesa a como dé lugar sin importar lo que sucediera; así que las dos opciones que tendría para escoger serian:

1. Dejarlo ir e intentar olvidarse de él por completo.

2. Ir por él y obligarlo a cumplir su palabra.

No importaba si no te amaba, por lo menos si tu no eras feliz él tampoco lo sería; seguramente no serías la única en salir perjudicada.

Sonreí ante mis pensamientos, luego seguí mi camino hacia el cuarto de baño. Giré el pomo de la puerta e ingresé, me despojé de mi ropa y me apresuré a entrar bajo la regadera; mientras el agua tibia recorría cada centímetro de mi piel, yo cantaba esa canción que amaba cada vez que la escuchaba. “Fetish” interpretada por Selena Gómez; de alguna forma me había obsesionado con esa canción.

-¡No te demores en el baño! – Escuché gritar a mamá.

-¡Está bien! – Grité de vuelta rodando los ojos.

Tomé el jabón de baño y lo esparcí por todo mi cuerpo teniendo cuidado de no olvidarme de ninguna parte; entonces mientras enjugaba el jabón de mi cuerpo, bailaba a la vez que cantaba. Desde que era muy pequeña me había gustado cantar, pero nunca lo había tomado como algo profesional.

Terminé mi baño matutino y me apresuré a llegar a mi habitación para colocarme algo de ropa; no sabía a donde iría a buscar un trabajo, pero al menos lo intentaría para pasar de las cantaletas de mi madre.

Unos jeans negros agujerados junto a una camiseta blanca bastante simple acompañados de un par de tenis fueron al final los escogidos; una vez estuve vestida, pasé a peinar mi cabello, armé un par de trenzas en él y luego puse un poco de maquillaje en mi rostro como para no pasar desapercibida.

Me preparé para salir entonces, tomé mi teléfono celular del escritorio junto a mi cartera. Salí de mi habitación y bajé las escaleras, saludé a mi hermanito que se encontraba viendo tv en el comedor; por ultimo caminé hacia la puerta logrando abrirla.

-¡Adiós! – Grité para que mi madre pudiese escucharme desde donde estaba - ¡Volveré pronto! –

-¡Espero que vuelvas con un trabajo! – Gritó mi madre de vuelta, yo sonreí y cerré la puerta detrás de mí.

Mis pies empezaron a moverse por la acerca, veía a los vecinos despedirse de sus familias ya que los esperaba un arduo día de trabajo. Luego saqué mis auriculares y los coloqué en mis oídos, la música empezó a sonar mientras yo tarareaba cada una de las notas, movía la cabeza al mismo ritmo, no importaba si la gente me miraba; tan solo me importaba seguir el ritmo de las canciones que escuchaban atentamente mis oídos.

Me detuve en una esquina, el semáforo estaba en verde; mientras tanto sonreí al sentirme invadida por la emoción de la canción que empezaba a sonar. Había mucha gente a mí alrededor, el día parecía empezar a nublarse, era uno de esos días que yo odiaba, no me gustaba la lluvia así que intentaría darme prisa.

El semáforo cambió de verde a rojo, mis pies empezaron a moverse; pero pronto se detuvieron sin previo aviso, mis ojos se enfrascaron en un chico de pie al otro lado de la carretera; él llevaba un abrigo bastante caro, y sonreía ampliamente mientras hablaba por celular.

Sacudí la cabeza y me obligué a seguir caminando, mantuve entonces la mirada clavada en el asfalto intentando no mirar a ese chico; tan solo faltaban unos centímetros para pasar de largo, pero entonces allí estaba su voz.

-¡¿Jennie?! – Cerré los ojos fuerza, maldije dentro de mí y volteé la mirada hacia él - ¡¿Eres tú?! – Él colgó la llamada que estaba atendiendo hace unos minutos, tan solo para enfocarse en mí.

-Hola… ¿Cómo has estado? – Intenté sonreír.

Mis ojos no podían apartarse ni un segundo de su cuerpo, él parecía ser otro; no parecía ser el mismo niño que recordaba de la escuela, aunque podía recordar esa bonita sonrisa que tenía, no podía negar que ahora se le veía como un verdadero actor de telenovela o aún mejor, parecía un chico creado por mi subconsciente.

-¡Vaya casualidad, apenas llego a Seúl y a ti es a quien encuentro! –

-¡Si, vaya casualidad! – Tragué saliva mirándolo fijamente a los ojos.

-Sigues siendo igual de linda que antes… - Sonrió coquetamente, mientras que yo sentía como la saliva se atoraba en mi garganta.

-Gra… gracias – Sentía como mis mejillas se enrojecían.

-Lástima que ya no me gustes… - Me ofreció un guiño, en ese momento sentí como si me hubiesen abofeteado; así que aparté la mirada de su rostro e intenté mirar hacia otro lugar.

-Disculpa… tengo que irme, voy tarde – Añadí intentando recuperar mi dignidad.

-Vale, fue un gusto verte – Dijo mientras sacaba una tarjeta de su cartera – Me gustaría volver a verte otro día, podrías llamarme a este número – Tomé la tarjeta que me ofrecía y sin previo aviso él me haló hacia su cuerpo ofreciéndome un abrazo – Ve con cuidado, Jennie – Volvió a sonreír y luego se alejó entre la gente que caminaba en medio de la calle.

Espabilé y sacudí la cabeza, miré la tarjeta en mis manos y arrugué la nariz sintiéndome estúpida.

-¿Por qué es tan lindo ahora? – Me quejé - ¿Esto es el karma? -

Obligandote a Amarme  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora